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Perico Sambeat

Atlantis (Karonte, 2022)

12

SEPTIEMBRE, 2022

Perico Sambeat, saxo alto y flauta/ Fabián Almazán, piano/ Pablo Menares, contrabajo/ Rodrigo Recabarren, batería. Atlantis (Karonte, 2022)

Texto: Enrique Turpin

Foto de cabecera: José Luis Luna Rocafort para Tomajazz

Fotos: Vilma Dobilaité

Quien diga que las leyes del mundo no están regidas por el azar habrá de reordenar su mundo para no imaginar encuentros como los que han hecho posible este Atlantis de Perico Sambeat, que con tan buen tino ha producido él mismo para el sello Karonte, siempre dispuesto a dar cabida a los empeños más heterodoxos e insobornables de la escena española, con ramificaciones allende los mares, que osados son muchos, y no merece desaprovechar oportunidades para darles voz.

 

 

Había una vez un seminario de jazz en Almendralejo que reunió en 2019 un cuarteto formado por el saxo alto y la flauta de Perico Sambeat con un trío compuesto por Fabián Almazán al piano, Pablo Menares al contrabajo y Rodrigo Recabarren en labores de batería. Tres nacionalidades hermanadas por unas sola patria, el jazz. El piano cubanísmo del joven Almazán se unía a la pareja chilena de Recabarren y Menares, éste último presencia insustituible en las formaciones de Melissa Aldana desde los tiempos del Crash Trio (Concord Jazz, 2014). Apunta Jorge García en las ejemplares notas que acompañan como libreto la grabación de Sambeat que Atlantis “puede ser también una referencia al vínculo marítimo que une al saxofonista con el trío rítmico”, y no debe faltarle razón, aunque cabe sospechar para suponer que lo atlántico es más un estado de ánimo que un espacio físico: también hay atlantismos en el Mediterráneo, no en balde tenemos media península bañada por sus aguas, y algo de él se cuela por el estrecho de Gibraltar, por suerte, si no esto sería insufrible.

El mismo año de la presentación en sociedad, el grupo recaló en septiembre en los Estudios Milenia de Valencia, cuna del líder (Godella, Valencia, 1962), y fijaron para la eternidad ocho composiciones de largo aliento (rozan los siete minutos de media) en las que dejan entrever que su arte debiera tener oportunidad de nuevos encuentros. Con excepción de “Lem”, compuesta por Menares, suponemos que como homenaje al escritor polaco de futuros inciertos, y “Forlane”, una relectura de la balada prodecente de Le Tombeau de Couperin de Ravel, con ecos de la versión que Hubert Laws hiciera para su disco Romeo & Juliet (CBS, 1976), el resto de piezas vienen firmadas por Perico Sambeat, más dueño de su arte que nunca.

Cuentan que la atmósfera del disco le vino a Sambeat convocada por un sueño, como ha pasado con otros artistas, desde el “Purple Haze” de Hendrix al “Let It Be” de los Beatles, desde el “Everybreath You Take” de The Police al “I Can’t Get No (Satisfaction)” de los Stones. Esa melodía lleva por título “Somnis” (‘sueños’ en catalán) y deja constancia de su onírico origen, al tiempo que marca el tono de la grabación, con ese aire de ensueño y la seña aflamencada que acompaña a Perico como carga genética de su música (Ahí anda Ademuz o la Flamenco Big Band para corroborar lo evidente). El tema sirve a su vez para presentar al grupo que acompaña al valenciano, una suerte de rítmica de ensueño que potencia lo que de por sí ya ofrece la música del líder: acomodo a las raíces, arrojo por lo indómito, reactualización de vías clásicas y alardes de genio creativo. Aquí lo andalusí, que no lo exclusivo andaluz, se nutre de aires de otras latitudes, pero todo encaja a la perfección gracias al buen ajuste del cuarteto, la formación más querida por Sambeat para desarrollar su arte, aunque el quinteto que montó en Friendship (ACT, 2003) tira de espaldas, por no hablar del trío impagable que forma junto a Javier Colina y Marc Miralta.

El disco avanza con un homenaje al tenor Henderson, en forma de composición homónima. “Joe” contiene trazas hardbopianas y ritmo latino, con un Almazán desbocado con el deje de barroquismo cubano que sigue el rastro de la familia Valdés, sin llegar a lo volcánico. La composición viene de lejos, pero es la primera vez que Sambeat la fija en una grabación. Lo energético se hermana con lo sutil, y sirve para presentar las dotes de Rodrigo Recabarren, que también ha participado en proyectos junto a Javier Vercher, otro valenciano ilustre que en este disco firma además algunas de las fotografías de la carátula (la foto de portada corre a cargo de Maya Sambeat, todo queda en casa).

Aunque el disco rezuma atlanticidad por los cuatro costados, eso no impide que se transgreda la geografía que habita en él y se viaje al Pacífico Sur -homenaje para recordar la tierra mítica de la proceden los habitantes de la Isla de Pascua, como cuentan las crónicas legendarias que hablan de “Hiva”-. En compás ternario, la pieza introduce otro de los instrumentos que Sambeat maneja a la perfección: la flauta. Pocos, excepto Jorge Pardo, pueden seguirle los pasos a su disposición lírica. La composición sigue una estructura circular, dejando espacio para el progreso armónico y se incluyen en ella una percusión de palmas que ahonda en el aire flamenco que jamás abandona el disco. El pianismo de Almazán se torna obsesivo, y por momentos se acerca a un estado de trance por el que deambular a gustos para dejar aflorar esencias que vienen de muy adentro. Tal vez para preparar el camino a “Leviatán”, otro título mítico, en esta ocasión haciendo honores al monstruo marino bíblico del que sólo conocemos la versión masculina par evitar la procreación y así quedar libres del mal infinito que supondría su estirpe. Los ecos de Ornette Coleman son evidentes, así como la mirada Post-Bop, con Almazán guiñando un ojo a los Beatles (cita animosa de “With A Little Help From My Friends”) mientras se congracia con la disonancia free.

“Forlane” sirve de remanso baladístico para atacar la parte final del disco. En claro homenaje a Ravel y Le Tombeau de Couperin, la pieza muestra toda su elegancia y lirismo con unos ejecutantes dueños de su arte, congraciados con una conexión más allá de lo cómplice. Marco Mezquida ha hecho su propia lectura del universo del músico vasco-francés, pero se olvidó de esta hermosa composición. Ser clásico es eso, ser eterno, contar en cada momento algo nuevo desde un lugar que ya nos pertenece a todos. Ahí Ravel gana por goleada. Y Debussy no le va a la zaga, por poner otro ejemplo de creador afín a los tiempos actuales.

Con la idea de finura y tersura surge “Alisios”, un tema que rinde memoria a esos vientos de carácter delicado y amable, de fuerza mesurada, que soplan con regularidad de noreste a suroeste, y conservan una languidez regular que los hace necesarios para cualquier ruta –emocional o física- que se emprenda. Se trata de un medio tiempo en ritmo 12/8 que sirve de preámbulo a la gamberrada hardbopiana de “Rabbitt Dust”, energética y divertida, muy à la Lee Morgan. Arranca de súbito con un ataque a saxo solo que desemboca en un alarde rítmico muy jocoso y animado. La vena lúdica da paso a un último remanso melódico, donde Menares, tras las intervenciones de Sambeat y Almazán, ofrece su solo más melódico de todo el conjunto. 

Pero Atlantis no es únicamente una concatenación de piezas que pudieran servir de excusa para montar un disco en honor a su líder. Con llevar eso por bandera, lo que en verdad muestra este magnífico álbum es que todavía queda espacio para la esperanza cuando cuatro espíritus libres se conjugan para crear al unísono y ofrecer al mundo lo que son en este momento de sus vidas. Han pasado tres años desde que entraron en el estudio. Perico Sambeat acaba de cumplir sesenta años, y uno imagina que las cosas pueden cambiar mucho en tres años. En el caso de este cuarteto al que se le augura larga vida, esas cosas sólo pueden ir a mejor. ¡Salve!

Written by Enrique Turpin

Septiembre 12, 2022

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