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Juanma Trujillo: Collage (Ears & Eyes Records, 2022)

Juanma Trujillo: Collage (Ears & Eyes Records, 2022)

Juanma Trujillo: Collage (Ears & Eyes Records, 2022)

16

ENERO, 2022

Collage (Ears & Eyes Records, 2022). Juanma Trujillo, guitarra/ Francisco Mela, batería/ Sean Conly, bajo

Texto: Ricky Lavado

Fotografía: Kenneth Jimenez

Instalado en Brooklyn desde hace años, y firmemente asentado en la escena avant-garde más experimental y rupturista del panorama contemporáneo neoyorquino, el guitarrista venezolano Juanma Trujillo nos introduce en un personal y extraño universo musical y cinematográfico con su reciente trabajo Collage; media hora de música improvisada y libre estructurada en seis composiciones con las que el caraqueño rinde homenaje al cine (o dicho de otra manera; muestra la manera críptica en la que se manifiesta la influencia del cine en sus procesos creativos).

 

 

Trujillo cita como influencias directas en su concepción del arte y la creación a figuras de culto como Agnès Varda (pilar fundamental e imprescindible de la nouvelle vague, y pionera del cine hecho por mujeres con perspectiva feminista, allá por los ya lejanos años sesenta y setenta del siglo pasado), Akira Kurosawa o Ingmar Bergman; así como a figuras más recientes del universo cinematográfico que han hecho de su personalísimo estilo auténticos cánones del cine moderno, como David Lynch o Paul Thomas Anderson. La relación entre el séptimo arte y las composiciones de Trujillo se muestra en Collage de forma nunca explícita y siempre situada en el plano de lo epidérmico, lo instintivo y lo no preconcebido. En palabras del propio Juanma Trujillo, esta relación entre cine y música no se basa en lo literal, sino que supone un ejercicio que el guitarrista define de forma concreta y simple: “me hace pensar en la estética y el ritmo, y hace que mi vida sea mejor”. Pocos argumentos resultan tan sólidos e indiscutibles como apelar a que algo hace de tu vida algo mejor. Quien no aplique en su propia vida esta máxima al hablar de música, cine o cualquier otra manifestación artística, demuestra que seguramente no está muy vivo por dentro. 

De esta manera, las seis piezas que dan forma a Collage no se enmarcan dentro de lo representativo o lo literal: no estamos hablando del concepto de banda sonora y ni siquiera nos podemos referir a la traslación musical del universo que propone una película determinada; en este caso se trata más bien de la articulación (de apariencia siempre caótica y difusa) de tonos, estados de ánimo y atmósferas que determinadas películas provocan en el artista.

Flanqueado por el solvente y siempre expansivo Francisco Mela a la batería, y por Sean Conly al bajo; Juanma Trujillo da rienda suelta a su inquietante, sorprendente y fracturada manera de tocar la guitarra en piezas que transitan de lo atmosférico (como en la apertura de disco con Araya; una extraña pieza que refiere a la directora venezolana Margot Benacerraf) a lo lúdico (Rebote suena a juego, a distensión y a compenetración entre tres músicos que funcionan mediante códigos misteriosos); pasando por las distorsiones ariscas y de poso casi blues de El Santo, las armonías desestructuradas de Himno, las cuerdas rasgadas de Sean Conly en Chivo (seis minutos de tensiones y ritmos fracturados) o la repentina e inesperada belleza melancólica de Simultáneo (pieza que cierra el disco con aires de nostalgia que nos lleva a otros tiempos).

Como su título indica, este es un disco fragmentario; un todo desconcertante y a la vez adictivo, formado por una suma de composiciones con aroma a interludio que, como es habitual en el terreno del avant-garde o la música improvisada, requiere de la predisposición del oyente para ser disfrutado plenamente. Esto no es música fácil ni complaciente, pero el esfuerzo vale la pena.

Written by Ricky Lavado

Enero 16, 2022

XIII Festival Porta-Jazz

XIII Festival Porta-Jazz

XIII Festival Porta-Jazz

20

ENERO, 2022

Texto: Ricky Lavado

Fotos: Portajazz

El Festival Porta-Jazz de Oporto regresa del 3 al 5 de febrero con un crisol de arte, música y humanismo, cuyo programa refleja el trabajo desarrollado por la Asociación Porta-Jazz a lo largo del año, las interacciones que dieron lugar a la edición de nuevos discos de Carimbo (sello discográfico asociado a la Asociación) y las numerosas residencias y puestas en común promovidas por el festival y la comunidad artística que rodean el universo Porta-Jazz.

 

 

La 13ª edición del Festival Porta-Jazz traduce la dinámica de la comunidad de músicos de Jazz y se nutre del ingenio, el compromiso y la aportación humana y artística de una colectividad heterogénea en cuanto a generaciones, corrientes artísticas y origen de los elementos que la integran. La sesión inaugural del festival será en el nuevo Espaço Porta-Jazz el 2 de febrero, con el concierto del Ensemble Porta-Jazz/Robalo y la inauguración de instalaciones sonoras de Nuno Trocado, Sofia Sá y Susana Santos Silva. Con este nuevo espacio se reforzó ampliamente la multidisciplinariedad artística característica del festival y la asociación Porta-Jazz, y esta exposición es un buen ejemplo de ello.

Dentro de la nutrida programación de este año, destaca el estreno del encargo realizado al pianista Miguel Meirinhos, figura destacada de la nueva generación del jazz de Oporto, junto al saxofonista inglés Joshua Schofield, el español Ricardo Formoso a la trompeta, y a los portugueses João Fragoso (contrabajo) y João Cardita (batería), para un concierto donde la extrañeza da paso a la energía espontánea y libre. Por otro lado, destaca también el estreno de «Interferências», del Coletivo OSSO/Porta-Jazz, resultado de una residencia creativa durante la cual los territorios poéticos de seis músicos (João Grilo: piano, electrónica y voz; Joana Castro: movimiento y voz; Nuno Morão: batería y voz; Ricardo Jacinto: Coletivo OSSO/Porta-Jazzviolonchelo, electrónica y voz; Susana Santos Silva: trompeta, electrónica y voz) se convierten en un espacio de contaminación e interacción mutua. El Ensemble Porta-Jazz/Robalo (resultado del encuentro con su homólogo lisboeta, la Associação Robalo) presentará música original con raíces en el jazz y la música improvisada, traída al festival por Nazaré da Silva (voz), Bernardo Tinoco (saxofón), Gil Silva (saxofón), Duarte Ventura (vibráfono), Pedro Molina (contrabajo) y Eduardo Dias (batería); y la polifacética cantante Inês Malheiro, como resultado de su residencia en el Festival de Jazz de Guimarães, estrenará “Liquify, Spread and Float», junto a Carolina Fangueiro (visuales), Daniel Sousa (saxofón y electrónica), João Almeida (trompeta), José Vale (guitarra) y Vicente Mateus (batería).

Las tendencias más actuales del jazz europeo estarán representadas por el trío suizo Wabjie, compuesto por Soraya Berent (voz y electrónica), Michel Wintsch (piano, teclados y electrónica) y Samuel Jakubec (batería); el dúo Alfons Slik, compuesto por el pianista Grzegorz Tarwid y el batería Szymon Pimpon Gasiorek (dos aventureros músicos polacos que combinan su virtuosismo con la tradición del jazz, la improvisación libre, la poesía, el rock’n’roll, el pop moderno y las costumbres nupciales polacas); o el jazz de cámara inspirado en la música contemporánea de los lituanos Liudas Mockūnas (saxo), Arnas Mikalkenas (piano, acordeón) y Håkon Berre (batería).

Durante tres días, 70 artistas actuarán en 17 conciertos en los diferentes espacios de Oporto, en una vorágine multicolor de estilos y tendencias que incluye al veterano pianista Carlos Azevedo con su más reciente disco «Serpente»; al pianista Pedro Neves presentando su cuarto álbum «Hindrances»; al contrabajista italiano Gianni Narduzzi acompañado de Hugo Caldeira (trombón), Afonso Silva (saxofón), Joaquim Festas (guitarra) y Gonçalo Ribeiro (batería); al guitarrista Nuno Trocado y el dramaturgo Jorge Louraço Figueira presentando «Umbral», un trabajo multidisciplinar con cinco músicos y una actriz; o al guitarrista Eurico Costa en formato trío, con Demian Cabaud (contrabajo) y Marcos Cavaleiro (batería), presentando «Copal». El proyecto Do Acaso, que combina música y literatura, cerrará los conciertos en el Gran Auditorio del Rivoli, con 12 músicos en escena, liderados por la bajista Sara Santos Ribeiro, presentando «Catarse Civil»; y al final de cada noche, como de costumbre, el Café Rivoli recibirá showcases de las escuelas Art’J – JOBRA, ESMAE y Conservatório de Músicas do Porto, seguidas de jam sessions con los músicos del festival y toda la comunidad. 

Lo dicho; un crisol de arte, música y humanismo para convertir a Oporto durante tres días en la capital mundial del jazz.

Written by Ricky Lavado

Enero 20, 2022

Aziza

Aziza

Aziza

Lionel Loueke – Chris Potter – Dave Holland – Eric Harland

10

ENERO, 2022

Lionel Loueke, guitarra y voz/ Chris Potter, saxofones/ Dave Holland, contrabajo/ Eric Harland, batería. Villanos del Jazz. Teatro Pavón. Festival de Jazz de Madrid 2022.

 

Texto: Manuel Borraz

Fotografía: Fernando Tribiño

El pasado 8 de noviembre tuve el placer de asistir al concierto de cuatro leyendas vivas del jazz, Lionel Loueke (guitarra y voz), Chris Potter (saxofones), Dave Holland (contrabajo) y Eric Harland (batería) organizado por Villanos del Jazz en el Teatro Pavón bajo el marco del Festival de Jazz de Madrid 2022.

Contadas son las ocasiones en los que grandes instrumentistas e improvisadores se juntan para conformar un jazz en cuyo desarrollo no relate ni haga apología de las altas técnicas que disponen y revelar así un lucimiento personal, sino en el que su cometido sea el de prestar cada una de sus destrezas individuales al servicio y beneficio del proyecto común, creando un espacio colectivo en el que expresarse y aportar a la propuesta en su totalidad, generando la esperada unidad de banda. Aziza representa este caso. 

Aziza es el nombre de este conjunto y proviene de una canción escrita por Lionel Loueke llamada ¨Aziza Dance¨. En Benín, África, lugar del que procede Loueke, el término «aziza» hace referencia a una sobrenatural raza de habitantes del bosque que cuentan con la capacidad de dar consejo espiritual y práctico. Dicha sabiduría queda reflejada en la interacción de sus componentes y fue recogida y elaborada en un álbum producido por Dave Holland, grabado el 14 de octubre de 2016 y editado por el propio sello de Dave Holland, Dare2 Records Label. En el álbum, tal es el reparto equitativo de cada uno de los músicos que constituyen este supergrupo, que cada uno de estos compuso dos temas para el proyecto de los ocho resultantes, conformando un trabajo discográfico con una identidad colectiva. 

Dave Holland ha estado llevando a la música por senderos y direcciones tremendamente interesantes e impredecibles desde 1960. En esta ocasión, Aziza se desenvuelve en un terreno que permite contribuir con libertad el talento e identidad propia de cada miembro, creando un carácter único y expresivo en la mezcla total. Por supuesto y como era de esperar, la velada trajo consigo grandes solos por parte de los cuatro músicos, un sinfín de momentos únicos y un gran despliegue de posibilidades sonoras, demostrando la riqueza de lenguaje por parte de estas auténticas bestias del jazz. Cabe destacar la presencia de Loueke en el proyecto, con una creatividad incomparable, una alta conexión y sensibilidad musical con su tierra natal, una gran versatilidad idiomática y una amplitud sónica y relacional fuera de lo habitual. 

En conjunto, el directo de Aziza es rompedor, salvaje y vibrante, mantiene y juega con la atención del oyente, los cuatro músicos vuelan y se lanzan al vacío, son todo espectáculo y carácter. Ya son múltiples las ocasiones en las que esta banda ha encarado este proyecto en directo, pero todavía no podemos predecir qué le deparará el futuro. Esperamos que no se quede en un encuentro fortuito entre grandes figuras del jazz, sino que expanda su lenguaje a nuevos imaginarios, revelándonos así todas las posibilidades que sabemos que aguarda.

Written by Manuel Borraz

Enero 10, 2022

MoodSwing Reunion: Redman – Mehldau – Mc Bride – Blade

MoodSwing Reunion: Redman – Mehldau – Mc Bride – Blade

MoodSwing Reunion: Redman – Mehldau – Mc Bride – Blade

12

ENERO, 2022

Joshua Redman, saxo tenor/ Brad Mehldau, piano/ Christian McBride, contrabajo/ Brian Blade, batería. 54º Voll-Damm Barcelona Jazz Festival. Palau de la Música Catalana, 26 de octubre de 2022

Texto: Enrique Turpín

Fotos: ©JordiCalvera/ Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona

LAS MÁSCARAS DE LA FORTUNA

Hay una memoria nómada que se activa cuando reconoce lo extraordinario, lo que nos brinda su esencia sin apenas griterío, como esas presencias que no necesitan demostrar nada cuando aparecen en una habitación y todo son caras volviéndose hacia la persona recién llegada. Es lo que muchos llaman encanto pero que no es más que energía concentrada, una suerte de embrujo que avanza al compás de quien lo porta. Sucede con los encuentros que nos hablan de quiénes somos cuando ni nosotros mismos sabíamos de ello, y se impone del mismo modo con que lo hacen las cosas que no imaginábamos necesarias, pero que pronto se vuelven insustituibles y obligadas. Con ellas, nuestra razón de ser cobra sentido. No es exageración. La vida no consiste en otra cosa que en ir descubriendo, acumulando y degustando tales momentos. Si no, a qué Garcilaso, a qué Shakespeare, a qué Rothko, a qué unas Jordan, a qué los tulipanes rosas o a qué una garnacha centenaria.

 

 

A principios de los años sesenta del siglo XX, Julian “Cannonball” Adderley presentaba a The Young Lions (Vee-Jay, 1961), un grupo de irredentos músicos recién emancipados que respondían a la etiqueta que Irwin Shaw utilizó para su novela homónima de 1948. Parecen palabras que pudieran identificar el signo de los tiempos actuales, pero están escritas en las notas de crédito de aquella grabación seminal en la que participaron Wayne Shorter, Frank Strozier, Lee Morgan, Bobby Timmons, Bob Cranshaw, Albert Heath y Louis Hayes: “Estamos viviendo la era de la glorificación de la mediocridad. Estos son los tiempos en que los adolescentes pueden volverse ricos escribiendo e interpretando canciones mediocres. Cuando un palurdo escasamente alfabetizado con dudoso talento [se refería presumiblemente a Elvis Prestley] puede convertirse en una estrella con ingresos de un millón de dólares, o cuando un tipo epítome del “Chico americano por excelencia” [en su cabeza estaría el presentador Dick Clark] puede pinchar discos con los que los adolescentes bailan y convertirse en una importante personalidad de la televisión. Muchos de nosotros creemos que tales situaciones existen porque nos hemos permitido ajustarnos al pensamiento y la dirección de las masas.” Son palabras, desde luego, muy cercanas a los tiempos que corren. Para los sagaces, pocas cosas se resisten cuando se trata de capturar la esencia de la verdad en tiempos de ignominia, cuando menos en épocas poco amables como la que corre. Obviando el fallo de perspectiva en la elección de las personalidades a las que alude, Cannonball estaba cargado de razón: nada puede objetarse a que en los tiempos que corren la mediocridad tiene carta de naturaleza y campa por sus respetos con la naturalidad de lo inevitable. 

La memoria nómada de la que antes hablaba obró su influjo ya en los primeros compases del reencuentro de este cuarteto de lujo —Joshua Redman, Brad Mehldau, Christian McBride y Brian Blade—, hoy sin parangón en la escena mundial, tanto por influencia como por condición asumida de maestros indiscutibles de sus instrumentos, líderes proteicos y repletos de grandes composiciones en su haber. Todos ellos unidos en su afán por trasladar las enseñanzas del jazz pretérito hacia lugares insospechados, asequibles sin caer en la grandilocuencia del esnobismo o la falsa elocuencia, en un trasvase con tanta fluidez como solidez por los senderos que conducen el jazz del siglo XX al jazz del siglo XXI. Hace casi treinta años de la grabación del enorme Moodswing (Warner Bros, 1994) y el cuarteto, más de dueño que nunca de su arte, ha visto a bien reimaginar una dádiva para sus fieles seguidores en forma de nuevo encuentro y nuevas grabaciones. Al disco original han de sumarse hoy el segundo desembarco de la formación en RoundAgain (Nonesuch, 2020) y, justo a escasas semanas de emprender gira con el proyecto, un colofón para aquellas sesiones de grabaciones, llevadas a cabo en el Nueva York prepandémico durante septiembre de 2019, bajo el título de LongGone (Nosesuch, 2022). Se han reunido para girar en lo que parece una única oportunidad de verlos juntos de nuevo. Con acierto han llamado a la gira A MoodSwing Reunion, donde nos encontramos al cuarteto en plenas facultades y con el aire festivo que nunca les ha faltado unidos ni tampoco en solitario.

La expectación era máxima, con lleno hasta la bandera y un aire risueño en las caras de los asistentes que hacía deparar una velada para atesorar en la memoria. Padres e hijos, abuelos y nietos, amantes y amigos, todos solitarios al fin, de esos que saben permanecer en una habitación sin aburrirse, se dieron cita en el Palau de la Música para rendir homenaje a un jazz que llega a lugares de vanguardia desde motivos populares, haciendo fácil lo que es extremadamente difícil; esto es, convertir en arte inmarcesible unas piezas que pronto se instalan en la memoria musical, en la que la melodía se conjuga con estructuras insólitas por lo asequibles que resultan al oyente, aunque al desmenuzarlas pueda comprobarse que el trabajo compositivo deviene harto complejo. Algo así como motivos que siempre han estado ahí aunque sean de nuevo cuño. Tal vez lo que ocurre es, simplemente, que la presencia de cada uno de los miembros de este cuarteto ya es indiscutible y está presente en muchas de las manifestaciones del jazz contemporáneo. Es lo que sucede con los maestros y su influjo. Aparece donde menos se lo espera, aunque siempre está presente en el ambiente. Tampoco nosotros captamos el aroma del oxígeno pero vivimos gracias a él. Hay cosas que entrañan milagros en su aparente simplicidad. El MoodSwing Quartet es una de esas cosas. Efímero en sus inicios por la propia naturaleza de lo que arde con intensidad hasta la extenuación, se disolvió en un par de años de existencia, pero hoy de nuevo tienen cosas que decir. Y las dijeron, vaya que sí.

Es curioso cuando la excelencia se reviste de asequibilidad, y qué lujo cuando se hace viral y acaba siendo tendencia. Así empezó todo. Puntuales e indómitos, como si no hubiera pasado el tiempo. Entre guiños a Mancini (con citas a Pink Panther por medio), Joshua Redman se erigió portavoz del grupo desde los primeros compases del concierto. Sería por el tiempo que hacía que se no los veía juntos, pero todos mantenían un porte de digna naturalidad que auspiciaba la promesa de un acontecimiento sin fisuras, ajeno a todo lo que quedara fuera de la música. Así había de ser y así fue. A todo esto, caí en la cuenta de lo bajo que se sienta Mehldau al piano. Creo que cada vez lo hace más cerca del suelo. Él a lo suyo, a mantener las armonías, a enriquecer como sabe las canciones, a labrar su destino desde la solvencia de lo bien ejecutado y mejor pensado. Él es de esos músicos que sabe cuándo renunciar al primer plano, pese a que aquí hay un cuarteto democrático con el peso repartido. Todos ellos se saben deudores de una tradición, pero no renuncian a seguir la escuela que lleva al umbral de la posteridad, esa que conduce a la epifanía auditiva como regalo del oyente y satisfacción del ejecutante. Aquí, como era de esperar, hubo diversión a raudales. Redman jugó a los sobretonos, pero desde texturas sedosas, casi más difícil que cuando se sopla buscando tsunamis. Es cuando se descubre también que Brian Blade, él tan risueño siempre, toca al bies, como de soslayo, en una suerte de autoescucha para no perderse nada de la fiesta y ofrecer lo mejor de sí mismo, crítico como pocos con su ejecución. Llegó el turno de McBride, que ya tiene un lenguaje propio cuando traslada sus ideas a las cuatro cuerdas de su contrabajo. Es de esos músicos que entiende su trabajo como una misión, la de encumbrar de orgullo el arte de sus ancestros mientras enseña las delicias de los nuevos ritmos.

Joshua Redman barajó indistintamente el soprano y el tenor. En la segunda de las piezas apostó por el soprano, para hacer de “Floppy Diss” (escrita por McBride) una variante juguetona de las composiciones con las que nos sorprende a veces, tanto o más si comparte escenario con el fiel Mehldau (o es al revés, que el fiel es Redman). El caso es que desde bien pronto se acostumbró el auditorio a la estructura de intervenciones de saxo, piano, bajo y batería, por este orden. Blade se dejó ver para recordar por qué estaba ahí, con el resto de grandes, y fue arrollador. Luego se retiró para que el tema se cerrase de traca.  Fue cuando vino el momento de la presentación. El saxofonista tomó la palabra para recordar que hacía exactamente treinta años que había pisado Barcelona por vez primera, una “soulful city” según su parecer (es la ingenuidad del visitante lo que habla), y que ya al año siguiente vino acompañado del resto de jóvenes leones. Atacaron entonces un “Moe Honk” en el que Redman alterno los arpegios con la fiereza de su todavía ímpetu juvenil. Como si fuera una película clásica de espías en la que los buenos se salen con la suya, todos se conjugan para ir en pos de un único fin, tal y como había sido deseo de su compositor, Mehldau: hacer fácil lo difícil, no rendirse al lugar común y, ya puestos, disfrutar de las vistas cenitales de esa maravilla arquitectónica que es el Palau de la Música. Extasiado andaba Redman con la techumbre y los detalles sobre sus cabezas. “Undertow” volvió a mostrar las dotes del saxofonista en lo que concierne a la escritura de canciones memorables. Con ella alcanzaron la hora de concierto, que cerró de nuevo Blade a la batería. Siguieron a lo suyo, con “The Shade of The Cedar Tree”, una temprana composición de McBride de sus años en Verve que también ha tocado con su Big Band y con Inside Straight. Digno heredero de Ray Brown, Milt Hinton y Ron Carter, por señalar unas referencias evidentes en su toque, el contrabajista de Filadelfia sobresale por su pulsión prístina, por un caminar dejando huella y por alimentar la melodía en cualquier altura de su mástil. Sin solución de continuidad, le tocó el turno a “Your Part to Play”, compuesta por Blade, en la que Redman echó a volar y el baterista persiguió ese vuelo con las mazas y un juego de disonancias que, milagrosamente, no lo parecieron en ningún momento. Todo fluye con naturalidad. Asunto peligroso. Luego uno se va a ver otros espectáculos y todos palidecen a la vera de estos cuatro jinetes del Cantar de los Cantares. Y es que no hay aquí apocalipsis ni armagedones, y sí mucho amor por el trabajo bien medido y de noble herencia. Música sensual en cualquiera de los registros y expresiones del grupo, lo suyo es un diálogo con los dioses, o al menos, el intento de recordarles que no lo hicieron tan mal cuando nos dejaron al amparo de las cuevas. Y hasta hoy.

Como no podía ser de otro modo, le llegó el turno al recuerdo del temprano MoodSwing, con el ataque a “The Oneness of Two (In Three)”. Alrededor de veinte añitos rondaban todos cuando Redman compuso la pieza. El saxofonista regresó al soprano y le inyectó un tremendo swing al tema, que hizo que el respetable no se percatara de que ya llevábamos más de hora y media de actuación. Y llegaron entonces los bises, dos, por si todavía quedaban incrédulos en la sala modernista, convertidos en sendas fiestas por el regalo ofrecido y por el recibimiento devuelto. El cuarteto recordó que en eso de los géneros no cabe conclusión, y se descolgaron con una memoria hecha gema musical de lo que supone el bebop bien entendido. Son portentos, los cuatro, sin excepción. Las caras del público así lo atestiguaban. Todos entendimos que estábamos presenciando un concierto histórico. Pocas veces puede vérseles juntos haciendo de las suyas. Cada uno conduce sus propios proyectos y es difícil hacerles coincidir. De ahí que el regalo fuera doble: el obsequio de su presencia y la melancolía por ser sabedores de la fugacidad del acontecimiento. Si Hemingway levantara la cabeza ya no diría aquello de ‘París era una fiesta’; cambiaría sin duda el nombre de la capital gala por el de una Barcelona que se convirtió por unas horas en un vórtice de energía cósmica para que ya a nadie se le ocurra pensar que las revoluciones sólo pueden llevarse a cabo con las armas. Bueno, si las armas son un saxo, un piano, un contrabajo y una batería, a lo mejor hasta yo me apunto al combate. Al salir por las puertas giratorias del Palau, uno no puede por más que reconocer que Cannonball sólo tenía parte de razón. Sí, se viven momentos de ensalzamiento de la mediocridad, pero quedan compensados con espectáculos como los que ofrecieron estos cuatro monstruos —en su etimología primigenia de rarezas, de extraños, de insólitos— del arte jazzístico. Si no regresan, alguien al menos habrá tenido la fortuna de tenerlos muy cerca y la fortuna de que la onda expansiva que provocaron esas dos horas haya interferido en su epigenética para alegría y disfrute de sus contemporáneos. ¿Dijo alguien que no somos afortunados?

Written by Enrique Turpín

Enero 12, 2022

Orquestra Jazz de Matosinhos & Chris Cheek

Orquestra Jazz de Matosinhos & Chris Cheek

Orquestra Jazz de Matosinhos & Chris Cheek

08

ENERO, 2022

Oporto se viste de gala para celebrar los veinticinco años en activo de una de las propuestas culturales y educativas más completas e interesantes relacionadas con el ámbito musical de Portugal; la Orquestra Jazz de Matosinhos. Actualmente bajo la dirección artística de Pedro Guedes, la Orquestra Jazz de Matosinhos (OJM), aparte de cumplir el papel de Orquesta Nacional de Jazz de Portugal, es un proyecto multidisciplinar que funciona como institución sin ánimo de lucro con el objetivo de promover la creación, la investigación, la divulgación y la formación en el campo del jazz.

 

 

Muchos son los frentes que la OJM ha ido abriendo en estos veinticinco años de trabajo continuo, y dos los ejes principales de su filosofía: aunar la proyección internacional con un insobornable sentido de la responsabilidad local. Pionera en territorios a menudo inexplorados, la OJM enfoca esos dos grandes ejes (desde dentro y hacia fuera, podríamos decir) mediante el desarrollo de proyectos artísticos diversificados, proyectos de formación y la grabación de jazz portugués. Entre los muchos proyectos auspiciados por la OJM destacan el ciclo Nuevos Talentos del Jazz, en funcionamiento desde 2014, que supone la oportunidad para jóvenes músicos de tocar como solistas al frente de la Big Band; o el Centro de Alto Rendimiento Artístico (CARA), que no es sólo una editorial, sino también un espacio de 800 m2 donde se promueve el diálogo entre arte, ciencia y tecnología, concretamente a través de proyectos multidisciplinares destinados a la investigación y al desarrollo para la creación, disfrute y difusión de contenidos creativos. Este espacio acoge conciertos, ensayos, grabaciones e iniciativas del Programa Educativo OJM; así como la publicación de trabajos discográficos, como el aclamado Jazz in the Space Age (2020), una revisión del histórico álbum de George Russell, grabado en vivo en Casa da Música con João Paulo Esteves da Silva y José Diogo Martins como invitados, y editado digitalmente.

Como Orquesta Nacional de Jazz, la OJM presenta repertorios de todos los estilos y épocas del jazz, con los que se ha convertido en presencia habitual en los escenarios de las principales  ciudades de Europa y Estados Unidos, entre ellas Barcelona (residencia de cuatro años en el Festival Internacional de Jazz Voll Damm de Barcelona), Belgrado, Bruselas, Marsella, Viena, Milán, Boston o Nueva York. En Nueva York, precisamente, la OJM ha realizado residencias en los clubes Birdland, Jazz Standard, Jazz Gallery o Blue Note, y fue la primera formación de jazz portuguesa en participar en un festival norteamericano.

El prestigio alcanzado en estos veinticinco años ha llevado a la Orquestra Jazz de Matosinhos a publicar numerosos y laureados discos, como Orquestra Jazz de Matosinhos invita a Chris Cheek (Fresh Sound New Talent, 2006); Portology (Omnitone, 2007), con Lee Konitz; Our Secret World (WomMusic, 2010), con Kurt Rosenwinkel; o Moras y Frambuesas (Universal Music, 2011), con Maria João. 

Para celebrar un hito tan meritorio como dos décadas y media de excelencia creativa y formativa, nada como volver a los orígenes. La creación de un repertorio original fue uno de los primeros y más destacados objetivos de la OJM, a partir de las composiciones de sus directores musicales: Pedro Guedes y Carlos Azevedo (dos nombres ineludibles en la transformación del panorama jazzístico luso); y qué mejor manera de honrar ese espíritu que ofreciendo un concierto de excepción, para el que la OJM contó de nuevo con la presencia del mismísimo Chris Cheek. De esta feliz ocasión ha surgido también la grabación de un disco conmemorativo, grabado el 1 de diciembre en el estudio CARA.

Written by Ricky Lavado

Enero 08, 2022

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