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Iñaki Saitua Interview

Festival Internacional de Getxo 2024

13

Septiembre, 2024

Texto: Enrique Turpin

Fotos: Pedro Urresti

 

Festival de Jazz de Getxo, 3-7 de julio de 2024.

 

 

 

 

EL DISCRETO ‘HASTA SIEMPRE’ DE UNA INSTITUCIÓN

‘Apurado’ sería un buen epíteto para quien viera a Iñaki Saitua Iruretagoiena por primera vez y le preguntaran sus impresiones al respecto. Si esa persona conociera el catalán, diría que el responsable del Aula de Cultura del Ayuntamiento de Getxo se maneja desde que despierta hasta que regresa a la cama con una expresión ideal a tal efecto; ‘a correcuita’, diría, que viene a significar un estado en el que la prisa reina por doquier: correr y apurarse, que es la lectura antigua y ya desusada para la ‘cuita’ latina, la misma que nos ha legado el cuidado que todavía seguimos utilizando para referirnos al hecho de mantenerse atento y avizor a las contingencias posibles. Tal vez sea incluso mejor decir ‘a correcuita’ que ‘apurado’, pues el omnipresente —y casi omnipotente, lo de omnisciente ya llegará— Iñaki Saitua siempre está haciendo dos cosas a la vez, como son apresurarse y mantener la atención, correr y cuitar, un estado natural para quien ha de manejar con cariño, sabiduría, tesón, diligencia y esmero el Festival de música improvisada con el que se inicia la temporada de festivales de jazz y músicas afines en el País Vasco. El de Getxo ya va por su 47ª edición y llenó de actuaciones la ciudad durante la primera semana del pasado mes de julio.

Ajeno a cualquier atisbo de boato, se nos cita en el Ajuria, un concurrido bar de la Plaza San Nicolás donde entienden y atienden con la sencillez de las cosas bien hechas y mejor dispuestas, tal vez como si el mismo Iñaki quisiera advertirnos de su ética personal y profesional: sencillez y efectividad sin cargar las tintas, que es lo que vendría a ser un maravilloso pincho de tortilla cuajada lo justo, acompañado de un crianza con nobleza contrastada servido en una copa digna del caldo, tapa reconstituyente en cuanto pasa por la boca. No es un símil forzado. Hay cosas que no se pueden hacer mucho mejor, aunque hay que aspirar siempre a afinarlas. Para eso está la experiencia, y de eso Iñaki Saitua sabe un poco.

“Esto empezó de un modo muy humilde”, confiesa acodado en una de las mesas de madera de la terraza del bar. “Corría 1975 y la Organización de Fiestas de San Ignacio se propuso crear un voluntarioso evento de poco presupuesto para vestir con música el Puerto Viejo. Como todas las cosas hechas con entusiasmo y tesón, en cada edición progresábamos un poco, y el encuentro empezó a crecer año tras año, ganando notoriedad y prestigio. He de decir que por aquí –poca gente lo recuerda ya- pasaron en aquellos años iniciales, además de Tete Montoliu, un jovencísimo Sting con su banda Last Exit”, haciendo gala de un jazz à la Weather Report y Return to Forever, dioses en aquel momento.” Y sí, de los frutos de aquel tiempo y de aquella banda a cuatro formada junto a Gerry Richardson llegarían más tarde composiciones como “I Burn For You”, “Bring On The Night”, “Oh My God” y “So Lonely”, pero ésa ya es otra historia. Sólo adelantaremos que pasó diez días en Getxo, actuó con camisa de arrantzale y dio dos conciertos (y pico) bastante accidentados.

La tortilla va haciendo su trabajo reconstituyente y el vino hace progresar la conversación en la tarde estival en la que queda una jornada para poner el broche final al certamen. “Sí, claro, años más tarde el encuentro amateur se convirtió en certamen. Una década más tarde, alrededor de 1985, el Getxo Jazz empezó a adquirir sus señas de identidad al vincularse al Aula de Cultura del Ayuntamiento, lo que dio pie a imaginar la posibilidad de crear un concurso de grupos a nivel estatal, aspecto que se hizo realidad en 1986, y proyectó la resonancia internacional del Festival, en parte por la inyección de dinero que hizo posible que aparecieran por aquí nombres de la talla de Art Blakey, Freddie Hubbard, Mike Stern, Michael Brecker, los YellowJackets, Dave Holland, Winton Marsalis, Michel Camilo o Tony Williams, entre otras figuras que nosotros, chavales todavía, contemplábamos como dioses llegados a la Tierra desde no se sabe dónde.” Ese día actuaba la pizpireta Stacey Kent y en la entrada del Muxikebarri rezaba el cartel de Sold Out. Abrió para ella la banda Nita, grupo liderado por la contrabajista Anja Gottberg, a la sazón ganadores del concurso de grupos de esta edición.

Un espía cazaría rápido a Iñaki, todo él azogue, todo él gestión, todo él bonhomía después del trato continuado en estos cinco días de inmersión musical, cultural y estética. Nada queda al azar, nadie lo imagina, al menos. Él parece haber hecho acopio de energías para llegar a la última jornada en plenitud de facultades. Todavía quedaba la del domingo, que iba a tener de colofón la actuación de Bill Frisell.

Un espía cazaría rápido a Iñaki, todo él azogue, todo él gestión, todo él bonhomía después del trato continuado en estos cinco días de inmersión musical, cultural y estética. Nada queda al azar, nadie lo imagina, al menos. Él parece haber hecho acopio de energías para llegar a la última jornada en plenitud de facultades. Todavía quedaba la del domingo, que iba a tener de colofón la actuación de Bill Frisell.

“Que aparezca James Carter, Kurt Rosenwinkel, Hiromi, Stacey Kent o Bill Frisell ya no sorprende, pues el jazz ya es por suerte un discurso musical internacionalizado y no implica perder nuestro ADN como festival, dado que mantenemos intacto el concurso de grupos de ámbito europeo y además todos los grandes artistas del género un poco despiertos tienen conexiones artísticas fuera de su ámbito natal, haciendo del jazz un lenguaje universal que no atiende a fronteras. Debo añadir que la aparición de jazzmen estadounidenses está condicionada también al entorno en el que progresó el Festival de Getxo, tan cercano en fechas y distancia con el de Vitoria y con el de San Sebastián, que no consideraron en ningún momento vincularse con un origen concreto para programar sus propuestas. Es difícil competir con ellos —proponer alternativas— con ellos tan cerca.  Nosotros seguimos manteniendo las actuaciones de la sección Tercer Milenio, los conciertos familiares, el Concurso de Grupos europeos y, como no podía ser menos, las jam-sessions. Es nuestra marca genética, y no queremos perderla”, dice sin dejar de girar la cabeza a derecha e izquieda, contestando al teléfono con la delicadeza del buen anfitrión que se inquieta por no poder desdoblarse para atender a todos por igual. La responsabilidad es doble, puesto que el año que viene habrá un nuevo responsable en el Aula de Cultura del Ayuntamiento de Gexto. Iñaki Saitua se jubila. Otros tomarán el relevo, pero no será lo mismo. Desde que en 1989 se diera el salto a Europa y el certamen se convierte en el Festival de Jazz Getxo Europa Jazzaldia al anticipar el interés por un jazz variado, de calidad y apenas programado, por lo que resultaba poco conocido. La combinación de artistas consagrados y desconocidos, siempre desde la premisa cualitativa, hará el resto. Getxo afronta la década de los noventa convirtiéndose en el estandarte de una suerte de jazz que no palidece ante propuestas más poderosas con las geografía vasca como marco de referencia.

“Precisamente”, insiste Iñaki mientras le da la vuelta al teléfono para tratar de acabarse el pintxo de tortilla y ese vino resucitador, “la apuesta por el jazz autóctono se mantiene como premisa, así como la grabación de la actuación del grupo ganador del concurso de grupos”. Todavía no sabemos que lo que veamos hoy será con diferencia lo mejor del festival en esta modalidad. Nita se hará con el galardón y el año que viene tendrá nuevo disco para su distribución internacional con la marca de Getxo Jazz como sinónimo de fidelidad y calidad.  Atrás quedan los años de los scouts, las fiestas de Algorta y el tiempo en el que Luis Iturri fue consultado para renovar el ambiente festivo de la ciudad. Se pidió ayuda al Festival de Jazz de Donostia y les apoyaron: los que iban al concurso de grupos aficionados de jazz luego pasaban por Getxo. Poco a poco el festival fue cogiendo aire y la comisión juvenil no pudo con todo, así que se  pidió al Aula de Cultura que se hiciera cargo. Con el advenimiento de los ayuntamientos democráticos surge la figura del responsable de cultura, y ahí fue clave el nombre de Eugenio Gandiaga y, desde hace muchos años ya, el entrevistado, que se jubila en esta edición, no sin antes dejar fijada la programación de 2025. De los Tomasz Stańko, Didier Lockwood o Joe Zawinul a Juan de Diego, Baldo Martínez o Giulia Valle, del joven Sting a deseos insatisfechos. “Tengo la espinita de no haber podido programar a Brad Mehldau, uno de los grandes que Getxo vio crecer en la distancia sin posibilidad de acercarse a su caché”, confiesa un Iñaki azorado porque se acerca el momento de terminar la entrevista. En minutos se abrirán las puertas del Muxikebarri y el espectáculo que iniciaron un grupo de scouts regresará con los sueños de siempre, las entradas agotadas y las ilusiones intactas. Apuramos las copas y brindamos por el porvenir. No siempre se tiene la suerte de tener como responsable de un festival de música a un entusiasta que rezuma bonhomía y sabe lo que cuesta cada céntimo que llega a su, todavía, Aula de Cultura del Ayuntamiento de Getxo. Brindamos al cielo y nos decimos “salud”. Pocas veces fue más sincero un brindis. Nunca antes estuvo tan buena la tortilla. Uno entiende que la felicidad reside en esos pequeños placeres. Ya no hablamos del vino o la tortilla. Se trata de la amistad, esa pequeña alegría que nos depara la vida, ese pequeño placer mundano que nos permite sobrellevar la existencia. Y el jazz. El jazz, siempre el jazz. Que no nos falte nunca. Encaramos la senda que conduce al Auditorio mientras nos decimos en silencio algo parecido a un desplante que también tiene algo de súplica. Ay, Brad, no sabes lo que te pierdes. A todo esto, ¿dónde se metió Iñaki? No hay nada que temer, como ocurre los superhéroes, siempre aparece cuando se le necesita.

Written by Enrique Turpin

Septiembre 13, 2024

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