SPARKS AND VISIONS
Regensburg, 2025
Un ambiente mágico nos ha acogido en una de las ciudades con más historia de Baviera, Alemania. Regensburg (para los españoles, Ratisbona), que fue el centro político del antiguo Sacro Imperio Romano Germánico, luce por su belleza gracias al ambiente medieval de sus callejuelas, plazas y comercios que la convierten en un enclave encantado y encantador. El Danubio refuerza su posición y su catedral gótica alza la mirada de cualquiera que contemple mínimamente este lugar. El frío invernal no ha sido obstáculo para que tuviera lugar, en el Theater Regensburg, el asombroso festival Sparks and Visions que se ha prolongado durante todo un fin de semana. El teatro, que ha sido objeto de halagos por parte de todos los artistas (por su belleza, su acústica y la sparkling decoration), ha proporcionado un ambiente idóneo para la escucha, la contemplación y el diálogo reflexivo acerca del arte que ha tenido lugar en salón principal. Hasta cinco plantas del teatro han estado llenas de espectadores, fotógrafos y periodistas que han podido disfrutar de una programación rica y variada en estilos y procedencias.
El inicio del festival, presentado e impulsado por Anastasia Wolkenstein y todo su equipo de colaboradores, lo ha protagonizado la vibrafonista griega Evi Filippou con su proyecto inEvitable Extended, en el que se dan cita músicos de la talla de Zuza Jasinka (voz), Julius Gawlik (saxo tenor y clarinete), Keisuke Matsuno (guitarra y efectos), Robert Lucaciu (contrabajo) y Andi Haberl (batería). Un sexteto paneuropeo que trasciende fronteras con una fluidez asombrosa. Presentaron dos temas, tejiendo amalgamas rítmicas y ambientes envolventes donde múltiples voces evocaron el folklore de sus procedencias. Con cues orgánicas, los cambios y las transiciones de sección y texturas guardaron una cohesión espectacular. Entre las piezas, que entrelazaban dialectos europeos como el griego, el alemán y el inglés (siempre con una performance muy teatral), explorando el concepto de hogar, la líder lanzó una reflexión provocadora: «Don’t you think the nationality thing is getting old now? We belong anywhere and everywhere at the same time.» La música osciló entre ambientes minimalistas y grooves hipnóticos, con un virtuosismo vocal y técnicas extendidas en todos los instrumentos, como el arco frotado sobre las láminas del vibráfono. El cierre sorprendió a todo el salón: tras una música completamente libre, irrumpió un pasaje de jazz tradicional americano. Con esta transición inesperada, el grupo demostró su destreza y control de los códigos de muchas músicas, dejando al público sin aliento.
A su propuesta siguió la del trombonista y compositor francés Robinson Khoury que presentaba su proyecto MYA con Anissa Nehari (percusión y voces) y Léo Jassef (piano, teclados y sintes y voces). El concierto de Robinson Khoury fusionó jazz, electrónica y percusión en un espectáculo de vanguardia. Con trombón, sintetizadores modulares y voz, Khoury mostró una destreza impresionante, usando un trombón inusual, sin campana, con una agilidad digna de una trompeta. El trío explotó el sonido eléctrico con teclados, secuenciadores y una amplia paleta de efectos, a diferencia de la banda de Evi que guardaban un sonido más natural. La percusión, aunque compacta, ofreció un set espectacular, con ritmos superpuestos y una base, en casos, cercana al drum&bass y la electrónica, manteniendo un groove hipnótico. Las voces jugaron un papel clave. A diferencia del proyecto anterior donde solo cantaron las dos mujeres (que, por cierto, Evi en alguna ocasión también se lanzó a tocar la batería!!!), aquí los tres músicos participaron vocalmente. Modulares y recitados en francés añadieron una dimensión teatral y evocadora. Khoury habló sobre la creación y sus raíces libanesas, reflejando su herencia árabe en la música. Tocando el trombón, brilló reafirmando su maestría de líder en un concierto tan innovador como visceral.
Para cerrar la noche del viernes, nos deleitaron los aclamados Petros Klampanis (contrabajo, efectos y voces), Kristjan Randalu (piano) y Ziv Ravitz (batería), que se congregaron a trio para presentar la música del último trabajo del contrabajista griego, Latent Info. Un trío de jazz en formato clásico con una propuesta profundamente madura y auténtica, que se sintió como la verdadera joya de la noche. Ziv, con su sonido impecable y su presencia consolidada, impulsó una música que fue rítmica y poderosa, sin rastro de swing, pero con vamps intensos y estructuras que, aunque ancladas en la tradición, sonaron frescas y renovadas. Cada solo y melodía se integró con naturalidad en el desarrollo de los temas, demostrando una compenetración total entre los tres intérpretes. El repertorio presenta una temática en torno a lo sutil y todo aquello que pasa inadvertido en la vida (una pieza dedicada a la tristeza por ejemplo). Tocaron tres temas de Klampanis y después otras tres composiciones de Ziv. Sin artificios ni pretensiones, el trío entregó un concierto puro y magistral, cerrando la noche con una elegancia y profundidad inolvidables.
Al día siguiente, fue el turno de la cantante Simin Tander y su cuarteto formado por la violinista Harpreet Bansaal, el bajista Björn Meyer (que con sus seis cuerdas lograba suplir la función de cualquier guitarrista con total solvencia) y el baterista Samuel Rohrer. Tander, una vocalista virtuosa, trató su voz como un instrumento, utilizando efectos, percusión vocal y un control técnico impecable. La música osciló entre atmósferas ambientales y estructuras más cerradas, con complejas amalgamas rítmicas en 7 y más números impanres y sonoridades que evocaban tradiciones orientales. Las cues fueron muy marcadas, guiando transiciones entre secciones etéreas y grooves más definidos, siempre envueltas en una densa reverb. El multilingüismo fue clave en la propuesta: alemán, inglés, castellano y recitados envolventes. La presencia del afgano, con extensos pasajes declamados, añadió una carga emotiva y cultural profunda. El trance generado en los momentos más ambientales resultó casi hipnótico, al punto de inducir una sensación de sueño. En contraste, los temas más rítmicos aportaron dinamismo sin perder la atmósfera onírica que definió el concierto. Fue una experiencia inmersiva, donde la voz lideró un viaje sonoro entre lo contemplativo y lo rítmicamente desafiante.
En el ecuador del festival, tras la actuación de Tander y compañía, aparecieron Monika Muc (saxo alto), Kamila Drabek (contrabajo), Patrycja Wybrańczyk (batería) y Kateryna Ziabliuk (piano). Desde Polonia, amigas de mucho tiempo, este cuarteto cullo nombre, O.N.E significa “ellas” en polaco, nos dejó a todos pensativos y boquiabiertos. Con un sonido de cuarteto acústico claramente maduro y bien logrado, el concierto fue una explosión de energía y libertad musical, con una propuesta audaz, donde el free jazz y el groove modal se entrelazaron con una fluidez impresionante. Desde el inicio, comenzaron con una sección completamente libre, con rubato pero con una dirección clara y una intensidad arrolladora. La baterista, al presentar en inglés, explicó el significado del nombre: «O.N.E means ‘they girls’.» El segundo tema, compuesto por la saxofonista, mantuvo la misma esencia Ornette-iana: una introducción libre que desembocó en un groove modal sólido, con el piano marcando un comping abierto y el bajo y la batería perfectamente empastados. El saxo, con una melodía minimalista y poco definida, se sostuvo más en la textura del groove que en líneas melódicas convencionales. Tocaron sin partituras, intercambiando tutti y solos con una naturalidad asombrosa. En algunos momentos, saxo y bajo doblaron líneas al unísono, mientras que las transiciones entre secciones groove y free fueron totalmente orgánicas. A pesar del carácter rubato de muchas partes, las cues surgieron con precisión, evidenciando un nivel de escucha y ensayo excepcional. Jugaron con los códigos del jazz con irreverencia y humor: citaban swing, ragtime y bossa solo para desarmarlos en una explosión atonal y completamente compuesta. En varios pasajes, dejaron el piano fuera y tocaron en formato de trío, explorando el time no changes al estilo de Ornette. Cada una de ellas presentó al menos una vez, mostrando de nuevo el espíritu colectivo del grupo. Fue un concierto lleno de frescura, riesgo y una compenetración que dejó claro que O.N.E es una de las propuestas más vibrantes y sólidas de la nueva generación.
La noche del sábado la culminó una propuesta completamente distinta: un quinteto británico de Glasgow, CORTO.ALTO, con un sonido joven y eléctrico, donde la estructura, la precisión y la producción moderna fueron clave. Dos son los claros líderes del conjunto: Liam Shortall que consigue tocar trombón, teclas, pedales de efectos, modulares y bajo eléctrico al mismo tiempo, y Graham Costello que reparte notas paradisíacas y ritmos envolventes en su set de batería que recuerda a maestros como Chris Dave. Completan el quinteto el saxofonista Mateusz Sobieski, el guitarrista James Mackay y el teclista Fergus McCreadie. Consiguieron desplegar un sonido influenciado por el neosoul subdividido, el drum&bass y el jazz progresivo, en la línea de Chris Dave, R+R=NOW o Chief Adjuah. Todo estaba meticulosamente arreglado, sin espacios para el free, pero con espacio para solos dentro de estructuras definidas. Grooves complejos y subdivididos, ejecutados con una precisión impresionante y que recordaban también al sonido de Sungazer o Butcher Brown. Uno de los momentos más destacados fue su versión de Kendrick Lamar, reinterpretada con una sensibilidad jazzística y una producción de alto nivel. Con un sonido moderno y pulido, la banda logró un equilibrio entre la sofisticación del jazz fusión y la energía del groove contemporáneo, cerrando la noche con una propuesta sólida.
Dos noches estupendas fueron seguidas de una matineé deliciosa a cargo de dos propuestas completamente diferentes entre sí. Y es que, sin duda alguna, el festival ha logrado integrar todo tipo de músicas.
Primero actuó el North Sea String 4tet, con George Dumitriu y Pablo Rodríguez a los violines, Yanna Pelser, clara líder del cuarteto, a la viola y Thomas van Geelen al cello. El concierto combinó ambientes envolventes y un uso magistral de técnicas extendidas, creando una experiencia inmersiva donde el sonido y el silencio jugaron un papel igual de importante. Los solos fueron turnados de manera orgánica, mientras el resto del grupo aportaba acompañamiento sutil y texturas en constante transformación. La mezcla de estilos fue especialmente llamativa, incorporando elementos contemporáneos sin perder la esencia camerística del cuarteto de cuerda. Uno de los aspectos más destacados fue el uso de epítetos sonoros, donde cada timbre y cada pausa parecían estar cuidadosamente elegidos para amplificar la expresividad de la música. Más allá de su destreza técnica, los músicos transmitieron una energía cercana y humilde, dejando una impresión cálida y auténtica en el público.
Para cerrar esta edición de 2025, la elección de la programación fue el Marcin Wasileski Trio. Un trío polaco formado por su líder al piano, Slawomir Kurkiewicz al contrabajo y Michal Miskiewicz a la batería. Veteranos en la música (acaban de celebrar su trigésimo aniversario en 2024), ofrecieron una actuación elegante y profundamente expresiva. Su capacidad para tocar en rubato con una sincronización impecable creó momentos de gran belleza y fluidez, con una riqueza armónica que sumergió al público en una atmósfera envolvente. El repertorio incluyó tanto composiciones propias como piezas de enfoque más funcional, destacando una versión refinada de Actual Proof de Herbie Hancock, interpretada con precisión y personalidad. En un momento especial, compartieron su deseo de estar «crazy for love», aportando un toque humano y cercano a su propuesta. En conjunto, fue un concierto cuidadosamente elaborado, lleno de sensibilidad y con una interacción impecable entre los músicos, reafirmando la esencia del trío clásico con un enfoque contemporáneo.
Febrero 03, 2025