54º FESTIVAL
Semana Internacional del Jazz
Burghausen, 2025
Alemania ha vuelto a ser nuestro último destino, y esta vez nos ha llevado a Burghausen, una ciudad que derrocha belleza a raudales —y para caudal el de su precioso río Salzach que marca la frontera con Austria— y que alberga una vibrante escena musical. La Semana Internacional del Jazz de Burghausen ha celebrado su 54º aniversario, consolidándose como uno de los eventos más emblemáticos del jazz en Europa. Pasear por la calle In den Grüben es sumergirse en la historia del género: un verdadero paseo de la fama donde resuenan los nombres de leyendas que han pasado por la ciudad como Chet Baker, Ella Fitzgerald, Art Blakey, Buddy Rich, Dexter Gordon, Dizzy Gillespie y Lionel Hampton, entre muchos otros. El vínculo de Burghausen con el jazz se remonta a la Segunda Guerra Mundial, cuando el ejército estadounidense acampó en la zona, llevando consigo una cultura ya impregnada de swing y bebop. Tras el conflicto bélico, muchos músicos de jazz vieron en Europa una oportunidad para una vida mejor, y ciudades como Burghausen, donde el público ya había desarrollado un incipiente gusto refinado por esta música, se convirtieron en epicentros naturales del género. Hoy, más de medio siglo después, Burghausen sigue vibrando al ritmo del jazz.
El festival ha tenido lugar durante la última semana de marzo, del 25 al 30, desplegando su programación en dos escenarios principales: el Stadtsaal y el Wackerhalle. El Stadtsaal, auditorio del ayuntamiento, se alza en la encantadora plaza central del casco antiguo, a orillas del río Salzach, bajo el castillo más largo del mundo y junto a la iglesia de San Jakob, una joya arquitectónica que rinde homenaje al santo patrono de la ciudad y, curiosamente, también de España. El Wackerhalle, en cambio, se ubica a las puertas de la zona moderna de la ciudad, una área de menor encanto arquitectónico, levantada tras la guerra. Este recinto es el gran auditorio y sala de conciertos de Burghausen, donde han tenido lugar algunas de las actuaciones más destacadas del festival. Si hay un tercer espacio digno de mención, ese es el Jazzkeller, la emblemática bodega del jazz situada al final del paseo de la fama. Este local ha sido uno de los after más concurridos de la semana, y no es de extrañar: cada noche acogía dos sets de música en vivo y una jam session de la mano del Lawrence Fields Trio, acompañado nada menos que por el aclamado contrabajista Yasushi Nakamura y el sublime Gregory Hutchinson a la batería.
El festival arrancó el martes en el Stadtsaal con las actuaciones de los finalistas de los Premios Jazz Joven, una de las citas más esperadas del evento. Entre ellos, merece una mención especial nuestra querida Sara Lilu, quien, en formato dúo junto al talentoso guitarrista Alesander Peña Uriarte, logró cautivar a toda la audiencia con una interpretación llena de sensibilidad y frescura. El resto de finalistas, todos increíbles, incluían a KOOB, Tuva Halse Quintet, Searching for Home y el brillante trío Anaphora que se ha proclamado vencedor de este concurso de 2025.
El miércoles nos condujo al Wackerhalle, donde tuvimos la oportunidad de disfrutar de nuevo de la música envolvente del trío ganador del concurso de jazz joven. La noche continuó con la actuación de la primera gran estrella del festival, Gregory Porter, cuya inconfundible voz resonó con fuerza, arropada por una banda excepcional que contó con músicos de la talla de nuestro querido Tivon Pennicott.
El jueves, en el mismo escenario, el público estalló en aplausos ante la vibrante actuación del gran ensemble OJKOS, la orquesta de compositores de jazz de Oslo, cuya propuesta innovadora y fresca dejó una huella imborrable. Del sonido europeo transitamos rápidamente a la energía arrolladora de la segunda banda de la noche, liderada por el emblemático Kenny Garrett, a quien habíamos tenido el placer de saludar días antes en Madrid gracias a Summum. La banda interpretó con fuerza y pasión la música de su penúltimo disco, Sound From The Ancestors, en un viaje sonoro marcado por gritos de blues, complejos grooves y el inconfundible pulso funky que define esta etapa de su carrera.
Como cada noche, tras los espectáculos, la peregrinación jazzística continuaba. Algunos tomaban el autobús, otros recorrían a pie la ciudad hasta llegar al Jazzkeller, donde la combinación de la bendita cerveza alemana y la música del trío de Lawrence Fields se convertía en un ritual imprescindible. Cada noche, la formación presentaba el primer disco del pianista siempre combinado con standards por todos conocidos y brindando así al público la experiencia de un jazz profundamente arraigado en la tradición afroamericana, vibrante y auténtico, capaz de sanar oídos y almas por igual.
El viernes amaneció soleado en Burghausen, una energía bienvenida para afrontar una noche de programación desbordante. Con dos conciertos en el Wackerhalle, otros dos simultáneos en el Juz Burghausen y otro más simultáneo en el Stadtsaal, la oferta musical se volvía casi inabarcable. Algunos logramos ingeniárnoslas para experimentar lo más parecido a la bilocación, saltando de un escenario a otro en un intento de no perdernos ni un solo instante de esta intensa jornada jazzística. Comenzamos la noche en el gran hall, donde los Lehmanns Brothers nos regalaron una refrescante dosis de funky jugoso y vibrante. Este formidable ensemble de jóvenes músicos, que se conocieron en el colegio, conquistó al público desde el primer compás. Su carismático líder, vocalista y frontman logró desdibujar cualquier expectativa sobre su origen natal. Con una energía arrolladora que evocaba el espíritu de James Brown, su presencia en escena y su sentido del humor parecían sacados directamente del corazón del funk estadounidense. La música, cargada de groove y acompañada de letras que invitaban a una celebración amorosa y pacífica de la vida, terminó por levantar a toda la platea, que no dudó en entregarse al baile.
Tras este electrizante espectáculo, llegó el turno del legendario baterista y compositor Billy Cobham. Su impacto en el jazz y la fusión sigue siendo, aún hoy, una referencia ineludible, manteniendo su espíritu innovador intacto. La imponente configuración de su batería, con su característico doble bombo, aporta una potencia arrolladora al sonido de su banda. Cobham presentó el Spectrum 50 Project, una formación que celebra el 50 aniversario de su icónico álbum Spectrum, piedra angular de la fusión. La banda, resultado de dos años de gira conmemorativa, revivió la esencia de aquel revolucionario trabajo con la misma energía que lo convirtió en un hito de la historia del jazz.
Con no poca prisa, nos dirigimos al Stadtsaal para disfrutar del segundo pase de la Bujazzo, la Bundes Jazz Orchester. Si queréis conocer más sobre esta extraordinaria Big Band, os recomendamos escuchar el doble episodio de nuestro podcast donde entrevistamos al saxofonista barítono Lorenz Kanuft y al director del proyecto, Henning Vetter. Esta agrupación es un verdadero semillero de talento, formada por músicos jóvenes —algunos aún en el bachillerato y otros en la universidad— que consiguen un sonido que rinde homenaje a las grandes Big Bands de la historia, a la vez que incorpora elementos de la tradición folclórica alemana. En esta ocasión, presentan un proyecto de gran carga histórica y emocional, donde reinterpretan la música —comúnmente conocida en Alemania— de compositores alemanes perseguidos por el régimen nazi, dándole nueva vida dentro del contexto orquestal del jazz. Un concierto imprescindible, lleno de memoria, reivindicación y excelencia musical. Al mismo tiempo, en el Juz, las bandas Karaba y, seguidamente, Grande Mahogany se habían encargado de sembrar la fiesta a través de sus diversas propuestas artísticas, que combinaban jazz y rock psicodélico los unos y R&B, soul y rock los otros. Muchos de estos músicos no quisieron perderse la oportunidad de prolongar la magia de la noche y, más tarde, se dejaron caer por la jam session del Jazzkeller, avivando aún más el fuego de un ambiente que poco tardó en aprobar la excelencia de los mismos.
Llegó el sábado, aún más intenso que la jornada anterior. Tradicionalmente, en la Jazzweek de Burghausen, este día está dedicado al blues, y las dos bandas que actuaron en el Wackerhalle a media tarde lo demostraron con creces. Primero, la Jimmy Reiter Band, que logró un sonido auténticamente americano, con un timbre vocal que evocaba el blues de John Mayer y una agrupación que respiraba la esencia más pura del género. El público, con sonrisas de oreja a oreja, aplaudía entusiasmado al presenciar en directo una banda que encarnaba el espíritu del blues más tradicional. En segundo lugar, Vanessa Collier, múltiple galardonada en la escena del blues, deslumbró con su poderosa presencia en el escenario y su impresionante capacidad musical. Con su imponente voz, su saxofón alto y su guitarra, desplegó un espectáculo en el que fusionó bluegrass, blues, country y soul, entre otros géneros. Su cuarteto dejó al público boquiabierto, demostrando una versatilidad y energía arrolladoras.
Al caer la tarde, el Wackerhalle ofreció una propuesta más convencional, mientras que el Stadtsaal apostó por una programación arriesgada y vanguardista. Afra Kane, al frente de su cuarteto, desplegó un abanico de estilos siempre enraizados en su herencia nigeriana, aportando una profundidad y frescura inconfundibles. Por su parte, la Fabia Mantwill Orchestra, en la línea de grandes compositoras como Carla Bley o Maria Schneider, llevó la exploración sonora a otro nivel, con la destacada participación del percusionista Rhani Krija como invitado especial asegurando una noche repleta de sonidos inolvidables.
Por otro lado, el Stadtsaal albergó primeramente a Louise Jallu, que ofreció una de las propuestas más vanguardistas del festival con su quinteto, explorando sonoridades innovadoras desde su bandoneón. Su enfoque recuerda a la tradición clásica trasladada a un formato orquestal reducido, con composiciones estructuradas en múltiples secciones y una fuerte carga experimental. Uno de los momentos más sorprendentes de su actuación fue una pieza inspirada en la Sonata en Fa# menor de Robert Schumann, donde transformó elementos de la obra en una reinterpretación moderna. También jugó con sonidos urbanos, como las sirenas de la policía francesa, cuya melodía le evocaba un preludio clásico y sirvió de base para una de sus composiciones. A lo largo del concierto, la influencia de la vanguardia francesa fue evidente en la riqueza tímbrica y el uso de técnicas extendidas en todos los instrumentos. Destacó una poderosa versión del Bolero de Ravel. En su repertorio no faltaron guiños al tango y a Piazzolla, con una interpretación de Oblivion que cerró con una atmósfera melancólica e hipnótica. Jallu, de pocas palabras y con un marcado acento francés, dejó que su música hablara por sí sola. Además, incorporó secuencias de sonidos y grabaciones de voces de compositores, generando una experiencia sonora envolvente que desafió las fronteras entre el jazz, la música clásica y la experimentación contemporánea.
Seguidamente apareció el sexteto RADIOELECTRIC que contaba con la cantante italiana Sabina Sciubba al frente. El baterista, Cyril Atef, manejaba un micrófono con el que grababa loops en vivo, creando capas de percusión a partir de objetos inesperados. Sobre el escenario, una mesa repleta de herramientas de carpintería —martillos, sierras automáticas, taladros— se convirtió en un insólito set de percusión, sumando texturas industriales a la experiencia sonora. El espectáculo transitó entre el free jazz, la experimentación ambiental y momentos de groove con armonías bluesy, incluso dejando espacio para un swing camuflado en la locura sonora. La producción electrónica jugó un papel clave, con una mezcla de sonidos en vivo y procesados que añadieron profundidad y caos controlado al concierto. Sciubba, con cerveza en mano y actitud despreocupada, supo llevar el show con naturalidad, modulando su voz con efectos que amplificaban la sensación de performance. Hubo interacción esporádica con el público —comentarios, movimientos hacia el frente del escenario, elementos de vestuario— todo medido con precisión para mantener el impacto sin excesos. El sexteto mostró una instrumentación diversa, con contrabajo, bajo eléctrico y cello aportando un espectro sonoro amplio, mientras que el guitarrista desplegó un arsenal de guitarras para diferentes matices. La audiencia reaccionó de manera dispar: algunos se dejaron llevar por la experiencia y hasta subieron a bailar, mientras que otros optaron por abandonar la sala. La propia Sciubba calificó a los asistentes como courageous, en un guiño a la valentía necesaria para sumergirse en una propuesta tan radical y sin concesiones.
Por si fuera poco, tras estas magníficas actuaciones, Burghausen daba paso a su emblemática Jazznight: una velada en la que la música se apoderaba de cada rincón del casco antiguo. Clubs, bares, restaurantes y locales de todo tipo acogían hasta nueve propuestas diferentes, abarcando desde el soul, funk y jazz, hasta el blues, ska, Motown y salsa afrocubana. El ambiente era el de una auténtica fiesta itinerante, donde el público podía ir de un sitio a otro, sumergiéndose en un mosaico sonoro que celebraba la diversidad y el poder unificador de la música. Los más entusiastas apenas notaron que la noche se acortaba por el cambio horario y su energía no decayó. La música siguió resonando hasta bien entrada la madrugada.
El domingo, último día del festival titulado Next in Jazz, despidió a todos los asistentes con tres conciertos a media tarde en el Stadtsaal protagonizados por tres tríos: Knobil, PRIM con un invitado especial al cello, Lucas Lauermann, y Antiánima, un trío de mejicanos que levantó a toda la audiencia en un aplauso interminable. La clausura definitiva llegó por la noche en la mítica bodega del jazz, donde primero el trío de Fields y luego los Dixie Dogs pusieron el broche final a una semana inolvidable de música y emociones en Burghausen.
Abril 08, 2025