59º Jazzaldia Festival
59º JAZZALDIA FESTIVAL
La 59º edición de Jazzaldia en Donostia trajo consigo un sinnúmero de momentos memorables. La semana del 23 al 28 de julio la capital donostiarra volvió a cumplir con uno de sus mayores objetivos, cuidar la cultura de la música en vivo, atendiendo a un gran espectro de sensibilidades musicales, haciendo el equilibrio adecuado para impulsar el jazz como género de reclamo, alimento de otros paradigmas musicales a los que sobrevuela y que actualmente están en auge, aunque, de una manera u otra, rindiendo pleitesía al ensamblaje artesanal con el que el jazz se erige, género que subyace en la mayoría de las producciones actuales.
Uno de los platos fuertes de esta nueva edición de Jazzaldia fue sin duda los seis proyectos presentados por el carismático Jhon Zorn, que, valiéndose de una residencia ofrecida por el festival pudo traer al escenario a músicos consolidados y reconocidos en nuestras tierras y que son, además, imprescindibles en la composición grupal de Zorn, músico excéntrico donde los haya, pero genial a partes iguales. Su periplo dio inicio el miércoles 26, en el auditorio Kursaal con dos propuestas: Teresa de Ávila y Suite For Piano.
Teresa de Ávila es una obra conceptual de John Zorn inspirada en la vida y las visiones de la santa española. La actuación fue un encuentro trascendental entre la espiritualidad y la música contemporánea, uniendo a dos de los más virtuosos guitarristas del mundo: Julian Lage y Gyan Riley.
El escenario del auditorio, iluminado suavemente por tonos dorados y azules, reflejaba el aura de misticismo que impregna las composiciones de Zorn. Sin embargo, fue la música en sí la que transportó a la audiencia a un plano espiritual superior. Lage y Riley, con una conexión casi telepática, crearon un tejido sonoro tan delicado como intrincado. Las melodías, inicialmente suaves y casi susurradas, fueron creciendo en complejidad y dinamismo, como si los guitarristas estuvieran dando voz a las visiones extáticas de la Santa.
El repertorio, que en esta ocasión incluyó composiciones inspiradas en la inquietante novela A High Wind in Jamaica de Richard Hughes, se caracterizó por su atmósfera enigmática y siniestra. Las guitarras, a veces resonando con acordes plenos y otras con punteos inquietantes, tejieron historias de inocencia perdida y peligro latente.
Suite for Piano fue un viaje introspectivo y complejo, que entrelazó la tradición de la música clásica con las innovaciones del jazz contemporáneo. La pieza, interpretada por un trío excepcional compuesto por Brian Marsella al piano, Jorge Roeder en el bajo y Ches Smith en la batería, dejó constancia nuevamente de la versatilidad compositiva del prolífico saxofonista.
Desde los primeros compases, quedó claro que esta suite no era una simple reinterpretación de estilos pasados, sino una evolución natural de la tradición clásica. Zorn, inspirado en las Variaciones Goldberg de Bach y en la música para piano de Schoenberg, construyó una pieza que respetando el rigor formal de la música clásica la impulsa hacia nuevos territorios de expresión. Brian Marsella, es un pianista conocido por su dinamismo y profundidad, fue el protagonista indiscutible de la noche. Su interpretación fue precisa y apasionada, con una técnica impecable que permitió explorar las capas de complejidad en la composición de Zorn. Marsella, quien posee una formación única que abarca tanto el jazz como la música clásica, logró transmitir la esencia de la obra, equilibrando la claridad melódica con momentos de profunda disonancia y tensión. Jorge Roeder al contrabajo y Ches Smith a la batería complementaron a Marsella con una sinergia impresionante. Roeder, con su toque suave pero seguro, añadió una dimensión armónica y rítmica sosteniendo las intrincadas líneas del piano, mientras que Smith, con su estilo percusivo dinámico, aportó una energía que variaba entre lo sutil y lo explosivo, subrayando los contrastes dramáticos en la música. La obra fue una meditación sobre la estructura y el caos, lo previsible y lo inesperado. Las transiciones entre los movimientos fueron fluidas pero sorprendentes, manteniendo un estado de tensión constante. La habilidad del trío fue testimonio de la visión innovadora de Zorn.
Al día siguiente Zorn siguió su serie de conciertos en el mismo escenario. Esta vez las obras fueron Incerto y Simulacrum. Incerto, es uno de los proyectos más recientes de John Zorn que reunió a Julian Lage a la guitarra, Brian Marsella al piano, Jorge Roeder al bajo y Ches Smith a la batería. Dejaron claro que Incerto no es un proyecto para los débiles de corazón. La música, caracterizada por cambios de compás vertiginosos, melodías atonales y armonías poco convencionales, fue una verdadera prueba de la destreza técnica y la capacidad de improvisación de los músicos. Julian Lage, con su guitarra, creó paisajes sonoros que fluctuaban entre la delicadeza y la abrasividad, mientras que Brian Marsella aportó su singular visión del piano, mezclando líneas melódicas complejas con momentos de improvisación. Jorge Roeder y Ches Smith proporcionaron una base rítmica que oscilaba entre lo frenético y lo introspectivo, permitiendo que Lage y Marsella exploraran las composiciones de Zorn con total libertad. La química entre los cuatro era palpable, cada uno alimentando la energía del otro en una danza musical que fue tanto intuitiva como meticulosamente ejecutada. Incerto encapsuló la esencia del jazz moderno: una mezcla de tradición y experimentación, donde las reglas están hechas para ser dobladas y desafiadas. Zorn, a través de las composiciones y la dirección musical, permitió a estos virtuosos músicos mostrar lo mejor de su arte.
Simulacrum, el tercer proyecto del neoyorquino se hizo a trío, agrupación compuesta por John Medeski al órgano, Matt Hollenberg a la guitarra y Kenny Grohowski a la batería. Una propuesta en la que el jazz, el metal, el punk y la improvisación se mezclaron en una explosión de energía y virtuosismo. Simulacrum es una de las facetas más radicales de Zorn, un proyecto que rompe las barreras entre géneros y desafía a los músicos a explorar los límites de sus habilidades. Medeski, con su órgano, desplegó un torrente de sonidos que fueron desde lo ceremonial hasta lo infernal, creando una base sonora tan densa como hipnótica. Matt Hollenberg, añadió una capa de agresividad y complejidad. Los riffs, cortados por el metal más duro, se entrelazaban con líneas melódicas caóticas y con los solos abrasadores que electrizaban el ambiente. Kenny Grohowski, a la batería, fue la fuerza propulsora que mantuvo todo unido, combinando la precisión del jazz con la brutalidad del metal y su capacidad para alternar ritmos complejos con patrones explosivos. Las composiciones, fieles al estilo de Zorn, presentaban abruptos cambios de tempo y dinámica, llevando al público de pasajes melódicos oscuros y ominosos a explosiones sonoras que desafiaban la lógica.
La tercera jornada de Zorn en Donostia se llevó a cabo en la mítica plaza Trinidad. El segundo de los conciertos se anunciaba con gran expectación al ser el único en el que el mismo Zorn actuó como músico. Para cerrar esta serie de conciertos se eligieron los proyectos Chaos Magick y New Masada Quartet.
Chaos Magick, es una de las últimas exploraciones de John Zorn, contó con la presencia de John Medeski al órgano, Brian Marsella al piano eléctrico, Matt Hollenberg a la guitarra y Kenny Grohowski a la batería. El cuarteto se sumergió en una interpretación poderosa y provocadora, inspirada en las corrientes esotéricas del caos mágico.
Zorn dirigió la experiencia desde el trasfondo conceptual, construyó un setlist sin respiro, llevando a los músicos a explorar territorios sonoros donde las fronteras entre géneros se disolvían por completo. Medeski, guio la atmósfera del concierto con pasajes que oscilaban entre lo místico y lo explosivo, mientras que Marsella añadía texturas que desafiaban lo convencional, fusionando armonías disonantes con ritmos fragmentados.
Matt Hollenberg, fue un catalizador de la intensidad del concierto. Sus riffs abrasivos y los solos incendiarios crearon una tensión constante, llevando la música a un punto de ruptura para devolverla, retorcida y transformada, al núcleo melódico propuesto por Medeski y Marsella. Kenny Grohowski, por su parte, fue un motor imparable a la batería, creando un caos rítmico que, sin embargo, estaba intrincadamente alineado con la visión de Zorn, aportando una energía que variaba entre el jazz más libre y el metal más agresivo.
El concepto de Chaos Magick se manifestó no solo en la música, sino en la misma estructura del concierto. Las composiciones, con sus abruptos cambios de dirección y su mezcla de influencias, reflejaron la idea central del caos mágico: un sistema donde la verdad es maleable y donde todo es posible. La interacción entre los músicos fue tan libre como calculada, sugiriendo que, aunque el caos reinaba, había una lógica interna que dirigía cada nota y cada pausa.
New Masada Quartet, una de las formaciones más esperadas del Festival Jazzaldia 2024, cerró el evento con una actuación que fue tan vibrante como emocionalmente cargada. El cuarteto, liderado por el mismo John Zorn al saxo, e integrado por Julian Lage a la guitarra, Jorge Roeder al bajo y Kenny Wollesen a la batería, ofreció una interpretación que fusionó el espíritu del jazz con la intensidad y la improvisación características del universo musical de Zorn.
Desde el primer momento en que Zorn, con su característica energía y precisión, llevó el saxofón a sus labios, quedó claro que este concierto sería una mezcla de virtuosismo técnico y pulsión sonora desbordante. El New Masada Quartet, es una reencarnación moderna de uno de los proyectos más emblemáticos de Zorn. El compositor trajo a la vida las composiciones de la serie Masada con una frescura y una fuerza renovadas.
Julian Lage, mostró una destreza inigualable, manejando la guitarra con una fluidez que parecía casi sobrenatural. Sus solos, a menudo inesperados y siempre ingeniosos, fueron una conversación constante con el saxo de Zorn. Jorge Roeder y Kenny Wollesen, al bajo y a la batería respectivamente, formaron una sección rítmica que no solo sostenía el peso de las composiciones, sino que también añadió capas de complejidad y emoción. Roeder, con su bajo firme y melódico, ofreció una base sólida que permitió a Lage y a Zorn explorar los límites sonoros de cada pieza. Wollesen, como colaborador cercano de Zorn durante décadas, aportó una sensibilidad rítmica que va desde lo más sutil hasta lo más explosivo, complementando y elevando la música en todo momento.
El repertorio de la noche abarcó varias piezas de la serie Masada, cada una interpretada con una intensidad que reflejó tanto la profunda conexión entre los músicos como el compromiso de Zorn con su legado musical. La estructura de las composiciones, con sus ritmos judíos tradicionales fusionados con el jazz contemporáneo, creó un ambiente que era a la vez místico y eufórico.
Zorn, que siempre ha sido un maestro en desdibujar las líneas entre el pasado y el presente, logró con estos seis proyectos presentados en Jazzaldia, una vez más, conectar con la audiencia en profundidad, ofreciendo un manantial desbordante de creatividad y haciendo un homenaje, no solamente al jazz sino también un merecido tributo a su propia carrera.
Otra de las intervenciones más sonadas en la 59 edición de Jazzaldia de este año fue el merecido homenaje que el festival dedicó a William Parker, con el premio Donostiako Jazzaldia. Para rendir homenaje a esta figura tan destacada del free jazz, se llevaron a cabo tres conciertos en tres formatos y espacios diferentes.
En el museo de San Telmo, acompañado por la pianista japonesa Eri Yamamoto, Parker inicio el primero de los tres conciertos de esta edición del festival. La delicadeza melódica y la química entre Parker y Yamamoto fue la protagonista de este primer e íntimo concierto a dúo. El ambiente del Museo de San Telmo, con su arquitectura histórica y su atmósfera reverencial, proporcionó el entorno perfecto para este concierto. La acústica del espacio permitió que cada nota resonara con claridad facilitando el diálogo entre los músicos. Parker, con su imponente presencia y su dominio absoluto del contrabajo, impuso un tono de introspección que definiría la dinámica concierto.
Eri Yamamoto, por su parte, se sumó al diálogo musical con una sutileza y una sensibilidad exquisita. Su estilo al piano es una mezcla de lirismo con una capacidad innata para explorar las posibilidades armónicas más allá de lo convencional. Las melodías fueron de una belleza etérea, a veces melancólica, a veces esperanzadora, pero siempre profunda. Parker apartó del contrabajo para tocar el txistu, una flauta tradicional vasca. Este gesto fue un guiño a la herencia cultural de la tierra que le acogía añadiendo una dimensión espiritual a la actuación. El sonido del txistui, suave y melódico, se entrelazó con el piano de Yamamoto en una danza sónica que transportó al público a un estado de contemplación y serenidad.
Con el mismo ímpetu Parker volvió a los escenarios de Jazzaldia el 27 de julio, esta vez con Rob Brown al saxo alto, nuevamente Eri Yamamoto al piano y Ikuo Takeuchi a la batería, esta vez se lanzó con el alboka, un instrumento de viento típico de la zona norte del País Vasco, nada mal para ser un instrumento de reciente adjudicación. Parker asumió el rol de líder, pero lo hizo con la generosidad que lo caracteriza, permitiendo que cada músico tuviera su espacio para brillar. La química entre los integrantes del cuarteto fue evidente desde los primeros acordes. Parker y Yamamoto, quienes ya habían compartido escenario dos días antes, mostraron una conexión aún más profunda, mientras que la incorporación de Rob Brown y Ikuo Takeuchi añadió nuevas capas de complejidad y dinamismo a la música.
El concierto, free jazz en su máxima expresión, arrancó con una pieza que destacó de inmediato la interacción entre Parker y Brown. El saxo alto de Brown se lanzó a un vuelo melódico lleno de intensidad y emoción, explorando sus posibilidades instrumentales con una mezcla de lirismo y agresividad controlada. Parker respondió con líneas de contrabajo que anclaban la improvisación, creando un contraste que mantenía en suspense ciertas alusiones a las músicas orientales, principalmente cuando hacía uso de su arco.
Eri Yamamoto, al piano, aportó una sensibilidad y un lirismo que complementaron a la perfección la fuerza expresiva de Brown y Parker. Sus acordes, que recaían en la melodía, añadieron profundidad y riqueza armónica a las piezas. Yamamoto mostró una vez más su capacidad para moverse entre la delicadeza y la intensidad, haciendo que cada nota pareciera surgir de un lugar de profunda introspección. Ikuo Takeuchi, a la batería, fue el motor rítmico del cuarteto combinando la precisión con una libertad casi anárquica. Sus ritmos, a veces complejos y otras veces sutilmente marcados, fueron el telón de fondo perfecto para las improvisaciones del grupo.
Uno de los momentos más destacados de la noche fueron los momentos en los que los cuatro músicos improvisaron libremente, dejando que la música fluyera sin restricciones. Un ejemplo brillante de la filosofía del free jazz: una exploración colectiva donde la comunicación entre los músicos es tan importante como la técnica.
John Scofield – Dave Holland Duo, fue el encuentro entre dos titanes del jazz contemporáneo, John Scofield a la guitarra y Dave Holland al bajo en una noche marcada por la maestría y la complicidad. Estos dos gigantes ofrecieron un concierto que fue una clase magistral de interacción musical y virtuosismo en la plaza de la Trinidad. Los dos músicos demostraron cómo la simplicidad aparente de un dúo puede dar lugar a una experiencia musical rica y compleja. Con décadas de experiencia a sus espaldas y un historial de colaboraciones que abarca lo mejor del jazz, la química entre ellos fue palpable. Scofield, conocido por su estilo único que fusiona el jazz con el blues, el funk y el rock, mostró una vez más por qué es considerado uno de los guitarristas más influyentes de su generación. Su toque, a la vez relajado y preciso, se movía con facilidad entre líneas melódicas sinuosas y las explosiones de acordes.
Dave Holland, por su parte, maestro del contrabajo, en este concierto demostró una vez más su habilidad para crear una base rítmica y armónica a la vez sólida y flexible. Con un sonido profundo y resonante, Holland mantuvo el pulso del concierto, interactuando con Scofield en un diálogo musical que fue tan fluido como estimulante. Su capacidad para explorar las posibilidades melódicas y rítmicas del contrabajo, manteniendo al mismo tiempo una conexión constante con la guitarra de Scofield, fue una de las grandes joyas de la noche.
El repertorio incluyó tanto composiciones originales como reinterpretaciones de estándares del jazz, todas ellas interpretadas con una frescura y una libertad que solo músicos de la talla de Scofield y Holland pueden lograr.
Chris Potter ofreció uno de los conciertos más esperados del festival en la icónica Plaza de la Trinidad en la que presentó su último álbum Eagle’s Point (Edition Records 2024), acompañado por los músicos más cotizados y demandados en el panorama del jazz actual: el pianista Brad Mehldau, el bajista John Patitucci y el baterista Johnathan Blake. El cuarteto llevó al público a un viaje musical lleno de interacción y creatividad en el que destacó, sobre todo, la finísima ecualización del talento y del poderío instrumental de cada uno de los músicos.
El concierto, que agotó todas las entradas, comenzó con Dream of Home, donde los suaves acordes de Mehldau se combinaron con el sonido cálido y carismático del saxofón de Potter. A lo largo de la velada, los músicos exploraron composiciones llenas de complejidad, como Cloud Message y Indigo Ildikó, destacando por su maestría técnica y la más que fluida conversación musical.
Donostia, durante las jornadas del festival, fue testigo también eventos electrizantes, uno de ellos sin duda fue el ofrecido por Marco Mezquida, que presentó su proyecto Tornado título que da nombre a su último disco. En una noche cargada de energía y emoción, Mezquida, junto a su trío, Masa Kamaguchi al contrabajo y Ramon Prats a la batería, demostró por qué es uno de los músicos más innovadores y versátiles de la escena actual. Tornado es un nombre que hace justicia al proyecto: una tormenta sonora que arrasa con todo a su paso, combinando el virtuosismo técnico con una creatividad desbordante. No es un proyecto que se conforma con seguir las reglas del jazz convencional. Mezquida y su trío, mostró una compenetración casi telepática de fluidez asombrosa.
Con un control absoluto sobre el ritmo y la dinámica, el músico menorquín alternó entre pasajes de una intensidad casi violenta y momentos de calma serena, creando un contraste que atrapó a la audiencia. Su habilidad para extraer del piano una paleta de sonidos tan amplia, desde susurros delicados hasta rugidos potentes. El repertorio de la noche incluyó composiciones originales que reflejaban la esencia de Tornado: una mezcla de lo impredecible y lo profundamente emocional.
Para continuar en la plaza de la Trinidad con Gregory Porter, acompañado por Chip Crawford al piano, Emanuel Harrold a la batería, Tivon Pennicott al saxo, Jahmal Nichols al bajo y Ondrej Pivec en el Hammond. Porter demostró que es uno de los grandes crooners del panorama contemporáneo, con un concierto que combinó elegancia, emotividad y un groove irresistible. Abriendo con una interpretación cálida y poderosa, su voz barítona envolvió la plaza, creando una conexión instantánea. La banda que acompañó a Porter fue más que un simple respaldo; cada músico aportó su propio brillo al conjunto. Chip Crawford, en el piano, demostró una sensibilidad excepcional, tejiendo líneas melódicas que complementaban la voz de Porter con un toque elegante y refinado. Emanuel Harrold, en la batería, añadió un pulso rítmico que, sin ser invasivo, mantuvo un groove constante y profundo, mientras que Tivon Pennicott, con su saxo, ofreció solos que añadían una dimensión extra de emotividad a las interpretaciones. Jahmal Nichols, al bajo, proporcionó una base sólida y rica, permitiendo a Porter y a los demás músicos explorar matices y dinámicas con libertad. Ondrej Pivec, al Hammond, añadió ese toque de soul y góspel que caracteriza gran parte del repertorio de Porter. El repertorio de la noche incluyó tanto clásicos del jazz como composiciones originales de Porter. Canciones como If love is Overrated y Holdin On fueron recibidas con entusiasmo, mientras que temas como Take Me to the Alley y Quizás, Quizás se convirtieron en momentos de comunión entre Porter y sus seguidores, quienes no pudieron evitar cantar junto a él.
El cierre del concierto fue un reflejo perfecto de lo que había sido toda la actuación: una mezcla de poder vocal, interpretación instrumental de alto nivel y una conexión genuina con la audiencia. No es de extrañar que esta sea ya la quinta vez que el cantante pisa los escenarios de Jazzaldia, como tampoco parece que será la última.
El domingo 28, como cierre de festival, William Parker ofreció el último concierto, esta vez en el teatro Reina Victoria. En esta ocasión optó por el formato a trío, descartando el saxo de Rob Brown con el que había contado el día anterior. En este tercer concierto toco el shakuhachi, un instrumento de viento típico de japón en una clara alusión a los músicos que lo acompañaban.
En este último concierto Parker recibió su anunciado premio- homenaje de las manos de Miguel Martín, el director del festival, que indicaba de manera explícita que William Parker es un titán de la música de vanguardia. El concierto fue algo más comedido en cuanto a la experimentación, las disonancias y el contrapunto que tanto caracterizan a Parker y que tantos quebraderos de cabeza suponen para los menos duchos en esto del freejazz.
William Parker a sus 72 años, ayudado por un bastón al caminar, no escatimó en palabras para dar las gracias por la escucha y el sentido homenaje recibido por el público de Donostia.
Jazzaldia, una vez más, nos deja momentos que se van a quedar en la memoria. La programación de este año, casi inabarcable, ha ofrecido una variedad de propuestas, todas suculentas para los amantes del jazz que sin duda lo han disfrutado y no solo imaginado. El próximo año será imprescindible abonarse y alquilar tres o cuatro vidas para poder abarcar todo.
Written by Pedro Andrade / Begoña Villalobos
Octubre 04, 2024
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