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59º Jazzaldia Festival

59º Jazzaldia Festival

59º JAZZALDIA FESTIVAL

04

Octubre, 2024

La 59º edición de Jazzaldia en Donostia trajo consigo un sinnúmero de momentos memorables. La semana del 23 al 28 de julio la capital donostiarra volvió a cumplir con uno de sus mayores objetivos, cuidar la cultura de la música en vivo, atendiendo a un gran espectro de sensibilidades musicales, haciendo el equilibrio adecuado para impulsar el jazz como género de reclamo, alimento de otros paradigmas musicales a los que sobrevuela y que actualmente están en auge, aunque, de una manera u otra, rindiendo pleitesía al ensamblaje artesanal con el que el jazz se erige, género que subyace en la mayoría de las producciones actuales.

Uno de los platos fuertes de esta nueva edición de Jazzaldia fue sin duda los seis proyectos presentados por el carismático Jhon Zorn, que, valiéndose de una residencia ofrecida por el festival pudo traer al escenario a músicos consolidados y reconocidos en nuestras tierras y que son, además, imprescindibles en la composición grupal de Zorn, músico excéntrico donde los haya, pero genial a partes iguales. Su periplo dio inicio el miércoles 26, en el auditorio Kursaal con dos propuestas: Teresa de Ávila y Suite For Piano.

Teresa de Ávila es una obra conceptual de John Zorn inspirada en la vida y las visiones de la santa española. La actuación fue un encuentro trascendental entre la espiritualidad y la música contemporánea, uniendo a dos de los más virtuosos guitarristas del mundo: Julian Lage y Gyan Riley.

El escenario del auditorio, iluminado suavemente por tonos dorados y azules, reflejaba el aura de misticismo que impregna las composiciones de Zorn. Sin embargo, fue la música en sí la que transportó a la audiencia a un plano espiritual superior. Lage y Riley, con una conexión casi telepática, crearon un tejido sonoro tan delicado como intrincado. Las melodías, inicialmente suaves y casi susurradas, fueron creciendo en complejidad y dinamismo, como si los guitarristas estuvieran dando voz a las visiones extáticas de la Santa.

El repertorio, que en esta ocasión incluyó composiciones inspiradas en la inquietante novela A High Wind in Jamaica de Richard Hughes, se caracterizó por su atmósfera enigmática y siniestra. Las guitarras, a veces resonando con acordes plenos y otras con punteos inquietantes, tejieron historias de inocencia perdida y peligro latente.

Suite for Piano fue un viaje introspectivo y complejo, que entrelazó la tradición de la música clásica con las innovaciones del jazz contemporáneo. La pieza, interpretada por un trío excepcional compuesto por Brian Marsella al piano, Jorge Roeder en el bajo y Ches Smith en la batería, dejó constancia nuevamente de la versatilidad compositiva del prolífico saxofonista.

Desde los primeros compases, quedó claro que esta suite no era una simple reinterpretación de estilos pasados, sino una evolución natural de la tradición clásica. Zorn, inspirado en las Variaciones Goldberg de Bach y en la música para piano de Schoenberg, construyó una pieza que respetando el rigor formal de la música clásica la impulsa hacia nuevos territorios de expresión. Brian Marsella, es un pianista conocido por su dinamismo y profundidad, fue el protagonista indiscutible de la noche. Su interpretación fue precisa y apasionada, con una técnica impecable que permitió explorar las capas de complejidad en la composición de Zorn. Marsella, quien posee una formación única que abarca tanto el jazz como la música clásica, logró transmitir la esencia de la obra, equilibrando la claridad melódica con momentos de profunda disonancia y tensión. Jorge Roeder al contrabajo y Ches Smith a la batería complementaron a Marsella con una sinergia impresionante. Roeder, con su toque suave pero seguro, añadió una dimensión armónica y rítmica sosteniendo las intrincadas líneas del piano, mientras que Smith, con su estilo percusivo dinámico, aportó una energía que variaba entre lo sutil y lo explosivo, subrayando los contrastes dramáticos en la música. La obra fue una meditación sobre la estructura y el caos, lo previsible y lo inesperado. Las transiciones entre los movimientos fueron fluidas pero sorprendentes, manteniendo un estado de tensión constante. La habilidad del trío fue testimonio de la visión innovadora de Zorn.

Al día siguiente Zorn siguió su serie de conciertos en el mismo escenario. Esta vez las obras fueron Incerto y Simulacrum. Incerto, es uno de los proyectos más recientes de John Zorn que reunió a Julian Lage a la guitarra, Brian Marsella al piano, Jorge Roeder al bajo y Ches Smith a la batería. Dejaron claro que Incerto no es un proyecto para los débiles de corazón. La música, caracterizada por cambios de compás vertiginosos, melodías atonales y armonías poco convencionales, fue una verdadera prueba de la destreza técnica y la capacidad de improvisación de los músicos. Julian Lage, con su guitarra, creó paisajes sonoros que fluctuaban entre la delicadeza y la abrasividad, mientras que Brian Marsella aportó su singular visión del piano, mezclando líneas melódicas complejas con momentos de improvisación. Jorge Roeder y Ches Smith proporcionaron una base rítmica que oscilaba entre lo frenético y lo introspectivo, permitiendo que Lage y Marsella exploraran las composiciones de Zorn con total libertad. La química entre los cuatro era palpable, cada uno alimentando la energía del otro en una danza musical que fue tanto intuitiva como meticulosamente ejecutada. Incerto encapsuló la esencia del jazz moderno: una mezcla de tradición y experimentación, donde las reglas están hechas para ser dobladas y desafiadas. Zorn, a través de las composiciones y la dirección musical, permitió a estos virtuosos músicos mostrar lo mejor de su arte.

Simulacrum, el tercer proyecto del neoyorquino se hizo a trío, agrupación compuesta por John Medeski al órgano, Matt Hollenberg a la guitarra y Kenny Grohowski a la batería. Una propuesta en la que el jazz, el metal, el punk y la improvisación se mezclaron en una explosión de energía y virtuosismo. Simulacrum es una de las facetas más radicales de Zorn, un proyecto que rompe las barreras entre géneros y desafía a los músicos a explorar los límites de sus habilidades. Medeski, con su órgano, desplegó un torrente de sonidos que fueron desde lo ceremonial hasta lo infernal, creando una base sonora tan densa como hipnótica. Matt Hollenberg,  añadió una capa de agresividad y complejidad. Los riffs, cortados por el metal más duro, se entrelazaban con líneas melódicas caóticas y con los solos abrasadores que electrizaban el ambiente. Kenny Grohowski, a la batería, fue la fuerza propulsora que mantuvo todo unido, combinando la precisión del jazz con la brutalidad del metal y su capacidad para alternar ritmos complejos con patrones explosivos. Las composiciones, fieles al estilo de Zorn, presentaban abruptos cambios de tempo y dinámica, llevando al público de pasajes melódicos oscuros y ominosos a explosiones sonoras que desafiaban la lógica.

 La tercera jornada de Zorn en Donostia se llevó a cabo en la mítica plaza Trinidad. El segundo de los conciertos se anunciaba con gran expectación al ser el único en el que el mismo Zorn actuó como músico. Para cerrar esta serie de conciertos se eligieron los proyectos Chaos Magick y New Masada Quartet.

Chaos Magick, es una de las últimas exploraciones de John Zorn, contó con la presencia de John Medeski al órgano, Brian Marsella al piano eléctrico, Matt Hollenberg a la guitarra y Kenny Grohowski a la batería. El cuarteto se sumergió en una interpretación poderosa y provocadora, inspirada en las corrientes esotéricas del caos mágico.

Zorn dirigió la experiencia desde el trasfondo conceptual, construyó un setlist sin respiro, llevando a los músicos a explorar territorios sonoros donde las fronteras entre géneros se disolvían por completo. Medeski, guio la atmósfera del concierto con pasajes que oscilaban entre lo místico y lo explosivo, mientras que Marsella añadía texturas que desafiaban lo convencional, fusionando armonías disonantes con ritmos fragmentados.

Matt Hollenberg, fue un catalizador de la intensidad del concierto. Sus riffs abrasivos y los solos incendiarios crearon una tensión constante, llevando la música a un punto de ruptura para devolverla, retorcida y transformada, al núcleo melódico propuesto por Medeski y Marsella. Kenny Grohowski, por su parte, fue un motor imparable a la batería, creando un caos rítmico que, sin embargo, estaba intrincadamente alineado con la visión de Zorn, aportando una energía que variaba entre el jazz más libre y el metal más agresivo.

El concepto de Chaos Magick se manifestó no solo en la música, sino en la misma estructura del concierto. Las composiciones, con sus abruptos cambios de dirección y su mezcla de influencias, reflejaron la idea central del caos mágico: un sistema donde la verdad es maleable y donde todo es posible. La interacción entre los músicos fue tan libre como calculada, sugiriendo que, aunque el caos reinaba, había una lógica interna que dirigía cada nota y cada pausa.

New Masada Quartet, una de las formaciones más esperadas del Festival Jazzaldia 2024, cerró el evento con una actuación que fue tan vibrante como emocionalmente cargada. El cuarteto, liderado por el mismo John Zorn al saxo, e integrado por Julian Lage a la guitarra, Jorge Roeder al bajo y Kenny Wollesen a la batería, ofreció una interpretación que fusionó el espíritu del jazz con la intensidad y la improvisación características del universo musical de Zorn.

Desde el primer momento en que Zorn, con su característica energía y precisión, llevó el saxofón a sus labios, quedó claro que este concierto sería una mezcla de virtuosismo técnico y pulsión sonora desbordante. El New Masada Quartet, es una reencarnación moderna de uno de los proyectos más emblemáticos de Zorn. El compositor trajo a la vida las composiciones de la serie Masada con una frescura y una fuerza renovadas.

Julian Lage, mostró una destreza inigualable, manejando la guitarra con una fluidez que parecía casi sobrenatural. Sus solos, a menudo inesperados y siempre ingeniosos, fueron una conversación constante con el saxo de Zorn. Jorge Roeder y Kenny Wollesen, al bajo y a la batería respectivamente, formaron una sección rítmica que no solo sostenía el peso de las composiciones, sino que también añadió capas de complejidad y emoción. Roeder, con su bajo firme y melódico, ofreció una base sólida que permitió a Lage y a Zorn explorar los límites sonoros de cada pieza. Wollesen, como colaborador cercano de Zorn durante décadas, aportó una sensibilidad rítmica que va desde lo más sutil hasta lo más explosivo, complementando y elevando la música en todo momento.

El repertorio de la noche abarcó varias piezas de la serie Masada, cada una interpretada con una intensidad que reflejó tanto la profunda conexión entre los músicos como el compromiso de Zorn con su legado musical. La estructura de las composiciones, con sus ritmos judíos tradicionales fusionados con el jazz contemporáneo, creó un ambiente que era a la vez místico y eufórico.

Zorn, que siempre ha sido un maestro en desdibujar las líneas entre el pasado y el presente, logró con estos seis proyectos presentados en Jazzaldia, una vez más, conectar con la audiencia en profundidad, ofreciendo un manantial desbordante de creatividad y haciendo un homenaje, no solamente al jazz sino también un merecido tributo a su propia carrera.

Otra de las intervenciones más sonadas en la 59 edición de Jazzaldia de este año fue el merecido homenaje que el festival dedicó a William Parker, con el premio Donostiako Jazzaldia. Para rendir homenaje a esta figura tan destacada del free jazz, se llevaron a cabo tres conciertos en tres formatos y espacios diferentes.

En el museo de San Telmo, acompañado por la pianista japonesa Eri Yamamoto, Parker inicio el primero de los tres conciertos de esta edición del festival. La delicadeza melódica y la química entre Parker y Yamamoto fue la protagonista de este primer e íntimo concierto a dúo. El ambiente del Museo de San Telmo, con su arquitectura histórica y su atmósfera reverencial, proporcionó el entorno perfecto para este concierto. La acústica del espacio permitió que cada nota resonara con claridad facilitando el diálogo entre los músicos. Parker, con su imponente presencia y su dominio absoluto del contrabajo, impuso un tono de introspección que definiría la dinámica concierto.

Eri Yamamoto, por su parte, se sumó al diálogo musical con una sutileza y una sensibilidad exquisita. Su estilo al piano es una mezcla de lirismo con una capacidad innata para explorar las posibilidades armónicas más allá de lo convencional. Las melodías fueron de una belleza etérea, a veces melancólica, a veces esperanzadora, pero siempre profunda. Parker apartó del contrabajo para tocar el txistu, una flauta tradicional vasca. Este gesto fue un guiño a la herencia cultural de la tierra que le acogía añadiendo una dimensión espiritual a la actuación. El sonido del txistui, suave y melódico, se entrelazó con el piano de Yamamoto en una danza sónica que transportó al público a un estado de contemplación y serenidad.

Con el mismo ímpetu Parker volvió a los escenarios de Jazzaldia el 27 de julio, esta vez con Rob Brown al saxo alto, nuevamente Eri Yamamoto al piano y Ikuo Takeuchi a la batería, esta vez se lanzó con el alboka, un instrumento de viento típico de la zona norte del País Vasco, nada mal para ser un instrumento de reciente adjudicación. Parker asumió el rol de líder, pero lo hizo con la generosidad que lo caracteriza, permitiendo que cada músico tuviera su espacio para brillar. La química entre los integrantes del cuarteto fue evidente desde los primeros acordes. Parker y Yamamoto, quienes ya habían compartido escenario dos días antes, mostraron una conexión aún más profunda, mientras que la incorporación de Rob Brown y Ikuo Takeuchi añadió nuevas capas de complejidad y dinamismo a la música.

El concierto, free jazz en su máxima expresión, arrancó con una pieza que destacó de inmediato la interacción entre Parker y Brown. El saxo alto de Brown se lanzó a un vuelo melódico lleno de intensidad y emoción, explorando sus posibilidades instrumentales con una mezcla de lirismo y agresividad controlada. Parker respondió con líneas de contrabajo que anclaban la improvisación, creando un contraste que mantenía en suspense ciertas alusiones a las músicas orientales, principalmente cuando hacía uso de su arco.

Eri Yamamoto, al piano, aportó una sensibilidad y un lirismo que complementaron a la perfección la fuerza expresiva de Brown y Parker. Sus acordes, que recaían en la melodía, añadieron profundidad y riqueza armónica a las piezas. Yamamoto mostró una vez más su capacidad para moverse entre la delicadeza y la intensidad, haciendo que cada nota pareciera surgir de un lugar de profunda introspección. Ikuo Takeuchi, a la batería, fue el motor rítmico del cuarteto combinando la precisión con una libertad casi anárquica. Sus ritmos, a veces complejos y otras veces sutilmente marcados, fueron el telón de fondo perfecto para las improvisaciones del grupo.

Uno de los momentos más destacados de la noche fueron los momentos en los que los cuatro músicos improvisaron libremente, dejando que la música fluyera sin restricciones. Un ejemplo brillante de la filosofía del free jazz: una exploración colectiva donde la comunicación entre los músicos es tan importante como la técnica.

John ScofieldDave Holland Duo, fue el encuentro entre dos titanes del jazz contemporáneo, John Scofield a la guitarra y Dave Holland al bajo en una noche marcada por la maestría y la complicidad. Estos dos gigantes ofrecieron un concierto que fue una clase magistral de interacción musical y virtuosismo en la plaza de la Trinidad. Los dos músicos demostraron cómo la simplicidad aparente de un dúo puede dar lugar a una experiencia musical rica y compleja. Con décadas de experiencia a sus espaldas y un historial de colaboraciones que abarca lo mejor del jazz, la química entre ellos fue palpable. Scofield, conocido por su estilo único que fusiona el jazz con el blues, el funk y el rock, mostró una vez más por qué es considerado uno de los guitarristas más influyentes de su generación. Su toque, a la vez relajado y preciso, se movía con facilidad entre líneas melódicas sinuosas y las explosiones de acordes.

Dave Holland, por su parte, maestro del contrabajo, en este concierto demostró una vez más su habilidad para crear una base rítmica y armónica a la vez sólida y flexible. Con un sonido profundo y resonante, Holland mantuvo el pulso del concierto, interactuando con Scofield en un diálogo musical que fue tan fluido como estimulante. Su capacidad para explorar las posibilidades melódicas y rítmicas del contrabajo, manteniendo al mismo tiempo una conexión constante con la guitarra de Scofield, fue una de las grandes joyas de la noche.

El repertorio incluyó tanto composiciones originales como reinterpretaciones de estándares del jazz, todas ellas interpretadas con una frescura y una libertad que solo músicos de la talla de Scofield y Holland pueden lograr.

Chris Potter ofreció uno de los conciertos más esperados del festival en la icónica Plaza de la Trinidad en la que presentó su último álbum Eagle’s Point (Edition Records 2024), acompañado por los músicos más cotizados y demandados en el panorama del jazz actual: el pianista Brad Mehldau, el bajista John Patitucci y el baterista Johnathan Blake. El cuarteto llevó al público a un viaje musical lleno de interacción y creatividad en el que destacó, sobre todo, la finísima ecualización del talento y del poderío instrumental de cada uno de los músicos.

El concierto, que agotó todas las entradas, comenzó con Dream of Home, donde los suaves acordes de Mehldau se combinaron con el sonido cálido y carismático del saxofón de Potter. A lo largo de la velada, los músicos exploraron composiciones llenas de complejidad, como Cloud Message y Indigo Ildikó, destacando por su maestría técnica y la más que fluida conversación musical.

Donostia, durante las jornadas del festival, fue testigo también eventos electrizantes, uno de ellos sin duda fue el ofrecido por Marco Mezquida, que presentó su proyecto Tornado título que da nombre a su último disco. En una noche cargada de energía y emoción, Mezquida, junto a su trío, Masa Kamaguchi al contrabajo y Ramon Prats a la batería, demostró por qué es uno de los músicos más innovadores y versátiles de la escena actual. Tornado es un nombre que hace justicia al proyecto: una tormenta sonora que arrasa con todo a su paso, combinando el virtuosismo técnico con una creatividad desbordante. No es un proyecto que se conforma con seguir las reglas del jazz convencional. Mezquida y su trío, mostró una compenetración casi telepática de fluidez asombrosa.

Con un control absoluto sobre el ritmo y la dinámica, el músico menorquín alternó entre pasajes de una intensidad casi violenta y momentos de calma serena, creando un contraste que atrapó a la audiencia. Su habilidad para extraer del piano una paleta de sonidos tan amplia, desde susurros delicados hasta rugidos potentes. El repertorio de la noche incluyó composiciones originales que reflejaban la esencia de Tornado: una mezcla de lo impredecible y lo profundamente emocional.

Para continuar en la plaza de la Trinidad con Gregory Porter, acompañado por Chip Crawford al piano, Emanuel Harrold a la batería, Tivon Pennicott al saxo, Jahmal Nichols al bajo y Ondrej Pivec en el Hammond. Porter demostró que es uno de los grandes crooners del panorama contemporáneo, con un concierto que combinó elegancia, emotividad y un groove irresistible. Abriendo con una interpretación cálida y poderosa, su voz barítona envolvió la plaza, creando una conexión instantánea. La banda que acompañó a Porter fue más que un simple respaldo; cada músico aportó su propio brillo al conjunto. Chip Crawford, en el piano, demostró una sensibilidad excepcional, tejiendo líneas melódicas que complementaban la voz de Porter con un toque elegante y refinado. Emanuel Harrold, en la batería, añadió un pulso rítmico que, sin ser invasivo, mantuvo un groove constante y profundo, mientras que Tivon Pennicott, con su saxo, ofreció solos que añadían una dimensión extra de emotividad a las interpretaciones. Jahmal Nichols, al bajo, proporcionó una base sólida y rica, permitiendo a Porter y a los demás músicos explorar matices y dinámicas con libertad. Ondrej Pivec, al Hammond, añadió ese toque de soul y góspel que caracteriza gran parte del repertorio de Porter. El repertorio de la noche incluyó tanto clásicos del jazz como composiciones originales de Porter. Canciones como If love is Overrated y Holdin On fueron recibidas con entusiasmo, mientras que temas como Take Me to the Alley y Quizás, Quizás se convirtieron en momentos de comunión entre Porter y sus seguidores, quienes no pudieron evitar cantar junto a él.

El cierre del concierto fue un reflejo perfecto de lo que había sido toda la actuación: una mezcla de poder vocal, interpretación instrumental de alto nivel y una conexión genuina con la audiencia. No es de extrañar que esta sea ya la quinta vez que el cantante pisa los escenarios de Jazzaldia, como tampoco parece que será la última.

El domingo 28, como cierre de festival, William Parker ofreció el último concierto, esta vez en el teatro Reina Victoria. En esta ocasión optó por el formato a trío, descartando el saxo de Rob Brown con el que había contado el día anterior. En este tercer concierto toco el shakuhachi, un instrumento de viento típico de japón en una clara alusión a los músicos que lo acompañaban.

En este último concierto Parker recibió su anunciado premio- homenaje de las manos de Miguel Martín, el director del festival, que indicaba de manera explícita que William Parker es un titán de la música de vanguardia. El concierto fue algo más comedido en cuanto a la experimentación, las disonancias y el contrapunto que tanto caracterizan a Parker y que tantos quebraderos de cabeza suponen para los menos duchos en esto del freejazz.

William Parker a sus 72 años, ayudado por un bastón al caminar, no escatimó en palabras para dar las gracias por la escucha y el sentido homenaje recibido por el público de Donostia.

Jazzaldia, una vez más, nos deja momentos que se van a quedar en la memoria. La programación de este año, casi inabarcable, ha ofrecido una variedad de propuestas, todas suculentas para los amantes del jazz que sin duda lo han disfrutado y no solo imaginado. El próximo año será imprescindible abonarse y alquilar tres o cuatro vidas para poder abarcar todo.

Written by Pedro Andrade / Begoña Villalobos

Octubre 04, 2024

Michel Camilo & Marco Mezquida Voll-Damm Jazz Festival Barcelona 2024

Michel Camilo & Marco Mezquida Voll-Damm Jazz Festival Barcelona 2024

Michel Camino & Marco Mezquida

55º Voll-Damm Jazz Festival de Barcelona 2024

25

Septiembre, 2024

Texto: Enrique Turpin

Fotos: Voll-Damm Jazz Festival

Michel Camino invita a Marco Mezquida. 55º Voll-Damm Jazz Festival de Barcelona

Palau de la Música, 07/11/2023

 

CONFLUENCIAS ASTRALES INÉDITAS

Ya lo decía Miguel Torga, uno de los grandes referentes de las letras portuguesas, pese a la amnesia de estos tiempos, cuando hablaba de que lo universal es lo particular sin fronteras. Por eso mismo no sorprende que en el encuentro inédito entre Michel Camino y Marco Mezquida —uno de los platos más nutritivos y sorprendentes del Festival— el balear se descolgara con la afirmación de que ambos “somos isleños y somos mundiales”. Habrá que afinar y decir que son universales no por isleños, sino porque les asiste el genio, que no es más que el talento cuando te atrapa trabajando, y trabajado, desde luego. República Dominicana y Menorca se daban cita para un concierto a dos pianos acústicos sin amplificación, si no se tiene en cuenta las cajas de resonancia de sus espíritus risueños y siempre maravillados cuando descubren la excelencia. Y aquí de eso sobraba esa noche en que los dos maestros se ponían frente a frente para honrar a un instrumento, a sus precursores y para dejar su huella personal a la posteridad.

Todo había empezado un año antes, cuando Mezquida asistió al concierto que Camilo ofrecía junto a su alma gemela Tomatito en el mismo marco del Festival barcelonés. Joan Antón Cararach, director musical del evento y fan irreductible de ambos músicos, hizo lo que hacen los entusiastas despiertos: propuso un hermanamiento de poéticas, a ver a dónde conduciría. Visto lo visto, la idea ahora se muestra necesaria y acertadísima. Sabíamos que Camilo era fuente de inspiración para Mezquida, que se espejea en los registros líricos del dominicano y en la idea orquestal del instrumento. Ahí había algo más que compatibilidad. No los hermanaba la genética de las hermanas Labèque, pero algo muy poderoso se instala en cada cual cuando lo que te conecta es una misma mirada al mundo. Tampoco se nos escapaba que Mezquida podía suponer despertar el asombro de Camilo, porque uno no puede cansarse de imaginar lo imposible a quien no se cansa de escuchar. Y Mezquida se hace insoslayable y necesario cuando se le conoce, cuando se le escucha pero, sobre todo, cuando se le ve en acción. Ahí también coinciden en genio y en estímulos a la afición ambos pianistas.

En el Palau de la Música hubo color, dinámicas, texturas, contrastes, musicalidad, algo así como un ser bifronte donde la parte equina del centauro correspondía al piano y los torsos a una mezcla imposible entre el lirismo de García Lorca y el volcanismo de Stravinski pasados por el tamiz de la Fania. Desde bien pronto se observó una confianza mutua y una intensidad para afrontar el reto comunicativo que hizo innecesarias las palabras: miradas de soslayo, gestos cómplices, mensajes oculares, braceos, codos y palmas elocuentes…Todo cupo esa noche para fijarla en la memoria y convertirla en un evento único, que era el deseo de los asistentes, los organizadores y ese par de estrellas galácticas isleñas incorporadas al cielo modernista del Palau.

Los dos Steinway de cola enfrentados hicieron las delicias de los músicos, que se descolgaron sin solución de continuidad con “Autumn Leaves”, “So What”, “Blue Rondo à la Turk”, “Song For My Father”, “Tropical Jam”, “Spain”, “Caribe”, “Joia” y mucho tumbao y no menos danzón y blues y mucha poesía y fuegos de artificio sin vacuidad. Puro juego y diversión. Entendimiento completo, muchas historias que contar y un par de bises con los que poner el colofón a una música sin fronteras. Hubo, desde luego, tratándose de Camilo y Mezquida, osadía, transitó por el filo, audacia para romper barreras y armas para salir airosos del empeño. Como ocurrió allá por 1997 cuando se fraguó el dúo Camilo-Tomatito, 2023 marca el paso para el turno de una nueva pareja universal, la que desde esa noche mágica en el escenario del Palau ya se muestra indisoluble, la formada por Michel Camilo y Marco Mezquida. Música para siempre. Música para el alma. Bastaron dos horas para el milagro, pero dos horas nunca son suficientes cuando la vida te sonríe. Somos insatisfechos perpetuos. Pero esta vez, con razón.

Written by Enrique Turpin

Septiembre 25, 2024

JazzEñe I Jazzaldia 2024

JazzEñe I Jazzaldia 2024

JazzEñe I Jazzaldia 2024

Donostia- San Sebastián

14

Agosto, 2024

El Teatro Victoria Eugenia a lo largo de un siglo de historia ha sido el centro de la vida cultural de San Sebastián, y está vez, en el mes de julio, no lo fue menos con un aforo de lleno total. Por cuarto año consecutivo el FCC Victoria Eugenia Antzokia es el espacio elegido por el Festival JazzEñe, programa propio de la Fundación SGAE, que en colaboración con Donostia Kultura y el Festival de Jazz de San Sebastián-Jazzaldia59, celebra la décima edición de la muestra de jazz español para programadores internacionales. Jazzeñe es el festival autónomo dentro de la programación de la 59º edición de Jazzaldia, que tiene como propósito dar visibilidad internacional al jazz de origen español presentando ocho proyectos cuidadosamente seleccionados que reflejan el alto nivel creativo. Con un público fiel y entusiasta, Jazzeñe se ha convertido en un escaparate para mostrar el jazz hecho en España directamente a programadores internacionales invitados por la Fundación SGAE, impulsando, de esta manera, sus carreras e incentivando su participación en festivales de jazz internacionales.

           

El festival comenzó con la flautista almeriense Trinidad Jiménez que presentó su último trabajo Eléctrica (2023). En este proyecto, la líder combina elementos del jazz con ritmos de la herencia del flamenco y otras sonoridades contemporáneas. El trabajo de Trinidad Jiménez muestra una amplia variedad de texturas tímbricas y sonoras con elementos electrónicos de la mano de David Sancho al Fender Rhodes y sintetizadores, que aportan una nueva dimensión a su música, junto a Borja Barrueta a la batería. Todos los temas que se escucharon son composiciones de Trinidad Jiménez como Paavera, Mood, Ocre y Azul. Para seguir con seguidillas con composiciones como Plegaria a la duda, Intacto, y acabar con Pentalegría.

Fruto de la experiencia de la residencia artística Focus Year Band en Basilea, el saxofonista y compositor Roberto Nieva graba Empirical Sound (2024), con el sello Underpool. Un disco que lo consolida como una de las figuras emergentes más destacadas de la escena jazzística internacional. El líder presentó el álbum en Jazzeñe con el cuarteto compuesto por Xan Campos al piano, el contrabajista de Sao Paulo Thiago Alves, y Rodrigo Ballesteros a la batería. Todo lo que escuchamos son composiciones originales de Roberto Nieva, con su característico tono cálido y articulación precisa, cada una de las cuales destaca por su complejidad armónica y rítmica, combinando influencias del jazz clásico con elementos contemporáneos. Un trabajo coherente de composiciones cuidadosamente estructuradas, logrando un equilibrio entre los sofisticados desarrollos compositivos melódicos ricos en matices y la improvisación. El repertorio, inspirado en parte por Pablo Neruda, se compone de temas como Two-Dimensioned, el Fuego Diminuto, Interludio es un tema extendido entre dos canciones, Thank you for not coming, terminando con el tema titulado La Ventana de la Ventana.

La segunda jornada de Jazzeñe comienza con el concierto a dúo de la vocalista Mariola Membrives. Vinculada al teatro y al Taller de Musics es considerada una voz innovadora y transgresora de su generación junto con Gonzalo Navarro a la guitarra. Ofrece una propuesta de música de raíz popular española, flamenco, con recursos del jazz. Escuchamos letras recitadas, folklore y coplas de Federico García Lorca, A. Montea, Juan Mostazo, como Zorongo Gitano, El día que nací yo, Anda Jaleo, Ciudad sin Sueño, Nana de Sevilla, Envidia (R. Jiménez / A. Montea), Nostalgia, Veinte Años (Maria Teresa Vera), Ne me Quitte Pas (J. Brel), Cuatro Muleros.

R.S. Basque Faktor. es un quinteto del País Vasco de ritmos electrónicos, música de orquesta y ritmos bailables compuesto por Rubén Salvador (trompeta, flugelhorn), Julen Izarra (saxo tenor), Satxa Soriazu (piano), Aritz Luzuriaga (contrabajo, bajo eléctrico), y Hilario Rodeiro (batería). Presentaron su último trabajo Ecuanimity publicado en 2022, basado en las sensaciones y en las vivencias que el líder Rubén Salvador vivió durante su retiro. Está inspirado en una de las técnicas de meditación más antiguas de la India, Vipassana que significa ver las cosas tal como son, llamado el arte de vivir.

Continuamos con el quinteto de David Sancho que presentó una premier de su trabajo más reciente Mind In Progress, grabado en enero. Con una interesante trayectoria compositiva de calidad, Mind in Progress, refuerza la posición de David Sancho en el panorama musical contemporáneo. Elegantes, versátiles y minuciosos desarrollos melódicos con la profundidad lírica que le caracteriza y una dosis de electrónica. Un proyecto que nos sorprende nuevamente. Está vez con la incorporación del violín de Amara Ríos que junto con las intervenciones solistas de Marta Mansilla a la flauta aportan nuevas texturas y enriquece el sonido global del quinteto. David Sancho al piano y teclado, Jesús Caparrós al bajo eléctrico, un bajista top como Sancho lo definió y Borja Barrueta a la batería, surfero de los platos, bombos y cajas, dice David Sancho. Escuchamos temas como, Mathias, dedicado al trompetista noruego Mathias Eick, Para Karlos, Someone is Gone, Mind in Progress, Loving life.

Seguimos con la sobresaliente propuesta de Juan Saiz y el álbum de título Pindio II (Leo Records), música de experimentación contemporánea repleto de ángulos creativos imprevisibles. Todas las composiciones son de Juan Saiz que en todo momento muestra un despliegue de recursos, y una variedad de enfoques, abstracciones y sonoridades. Con un cuarteto de lujo de excepcional compenetración y expresividad compuesto por Juan Saiz, alternando saxos y flauta, la grandiosa versatilidad al piano del menorquín Marco Mezquida, el francés Eric Surmenian en el contrabajo y Genís Bagés a la batería. El cuarteto abre el concierto con el frenético tema Index Librorum Prohibitorum. El protagonismo y libertad de los solos de Juan Saiz construidos sobre los cimientos del piano de Mezquida en el El Impostor. Para continuar con la abstracción minimalista de Pindio, tema que da título al disco. La sutileza lírica de Aurora. La energía desenfrenada al saxo tenor de Eber, para terminar con los pasajes oníricos y grandiosos de Bellaskos y El Grito. El resultado es un trabajo sobrio con peso específico plagado de abstracciones sorpresivas que actúan como puertas abiertas a nuevos caminos sonoros.

Marcelo Escrich Silent Quartet. El contrabajista argentino Marcelo Escrich presenta su proyecto Chamber Chronicles con Luis Giménez, guitarras, Alberto Arteta, saxos tenor y soprano, Mikel Andueza, saxos alto y soprano. Una amalgama de melodías, ritmos e influencias provenientes del folclore argentino, de grandes maestros como Piazzolla, y de la música clásica.

Martín Leiton Quartet. El contrabajista canario Martín Leiton presenta su último trabajo titulado Caravana junto al saxo Santi de la Rubia, Toni Saigi al piano y Ramón Prats a la batería.  Álbum inspirado en los grandes referentes del jazz como Thelonious Monk, Wayne Shorter y Duke Ellington, así como en las músicas latinoamericanas y en los ritmos y melodías de la música gnawa y tuaregs. El cuarteto comienza con el tema titulado Lio, dedicado a Lionel Messi, para seguir con el frenético tema de esencia bop Upstairs, siguiendo con la balada Friendship. Gimbri es el tema que representa la idea del disco como encuentro entre el lenguaje del jazz y la música gnawa dedicado al instrumento de cuerdas gimbri, para finalizar con el tema Su Vida y Old Devil Moon.

Written by Begoña Villalobos 

Septiembre 14, 2024

47º Festival Internacional de Jazz de Getxo

47º Festival Internacional de Jazz de Getxo

47º FESTIVAL INTERNACIONAL DE JAZZ DE GETXO

08

Agosto, 2024

Texto: Enrique Turpin

Fotos: Pedro Urresti

POR EL TIEMPO QUE NOS QUEDA

Como la ría del Nervión que va a dar al mar, que aquí es el vivir y no el morir, como le gustaba decir al poeta, uno nunca sabe dónde empieza y dónde acaba el trasiego de aguas dulces y saladas, pero hay acuerdo en reconocer que en el margen este del Puente de Vizcaya, en plena ría de Bilbao, se da cada año desde hace cuarenta y siete uno de los grandes festivales de jazz europeos. Como ese transbordador, cada edición busca conectar gentes y querencias para ofrecer un espectáculo estival que va más allá del mero escaparate musical hasta convertirse en un epicentro de vitalidad civil donde lo humanístico encuentra su razón de ser en algo menos de una semana de conciertos y actividades alrededor de la villa de Getxo. Fueron un total de diecisiete conciertos, distribuidos entre los gratuitos y al aire libre de la Plaza de la Estación de Algorta, hasta los que acogió el auditorio Muxikebarri, a los que hay que añadir las jams nocturnas de fin de semana en el Piper’s de Algorta, conducidas por el guitarrista Miguel Salvador y que no hay que perderse si uno desea tener una comprensión cabal de lo que se maneja en este festival tan especial, de los pocos que añade a su programación un concurso de grupos que ya es histórico, no sólo por la acumulación de ediciones, también por la excelencia de los proyectos y por la repercusión internacional del galardón. Quien esto firma sabe que por perderse esas jams debido a una crisis sistémica de sus anginas tiene un pie en la quinta planta del infierno, la que Woody Allen destinaba a carteristas de metro, mendigos agresivos y críticos literarios en Desmontando a Harry (1997). Otro año será.

Lo que pasó el miércoles 3 de julio tiene mucho que ver con quien se presentaba en el escenario del Muxikebarri: tras unos correctos Seada Quartet, desembarcó el James Carter Organ Trio y la fiesta ya no paró hasta el colofón del domingo. El multiinstrumentista de Detroit hizo gala de su fama lúdico-festiva y logró la unanimidad de pareceres. Más allá de sus dotes, reconocidísimas y suficientemente contrastadas a lo largo de los años y los distintos proyectos, lo que pudo escucharse esa tarde memorable fue una explosión de conocimientos y saberes dispuestos para el más puro espectáculo. Un líder solventísimo como Carter, consciente de sus habilidades y mando, no dejó al azar la dinámica del concierto, y mostró que la payasada no está reñida con la excelencia. Hace tiempo que los secretos del viento fueron domados por el joven león que ya peina canas (1969) -es un decir, desde siempre marcó su esfinge pulida, pero no ha perdido las ganas de significarse ni mucho menos las de ofrecer una actuación digna de los grandes. No hay demasiados proyectos que generen afición al tiempo que muestren las osadías a las que puede llegar esta música indómita y universal. James Carter crea escuela de oyentes y fanáticos mientras parece que lo que hace sale con la facilidad con la que se respira. Nada más lejos de la realidad. Lo de Organ Trio viene por la fiereza con la que Gerard Gibbs ataca las teclas del Hammond B3, haciendo que las aspas del amplificador se conviertan en un instrumento más para rendirse, acatar y obedecer los designios del líder. Hay un sometimiento de la voluntad, pero Gibbs también tiene carrera paralela a Carter y no se amilana cuando los saxos (soprano, tenor y alto) del de Detroit piden guerra. Puso al público en pie cuando hizo falta y despejó las dudas a propósito de la solvencia del trío, que esta vez había cambiado a Alex White, el baterista oficial, por un efectivo Elmar Frey nada inconsecuente. La fiesta permitió revisionar composiciones de Django Reinhardt, Lonnie Smith, un funkificado “A flower is a lovesome thing” de Billy Strayhorn, el “Tricotism” de Oscar Pettiford y una mirada oblicua al estándar “Body & Soul”, con guiños a Henry Mancini y Georges Bizet, por si no quedaba claro que James Carter tiene tanto de clásico como de vanguardista, que es lo mismo, porque ya se sabe que todo clásico guarda en su interior la mirada contemporánea con la que afrontar el mundo. No pudo haber mejor inicio de festival, desde luego.

Que Getxo cuida su programa y sus gentes no es simple lugar común. Se trata de un festival que trata de conjugar las voluntades artísticas con las potencias locales y los deseos de los amantes (verdaderos) del jazz con mayúsculas. La ocasión se pintaba propicia para que el jueves 4 apareciera una bomba nuclear que juega la baza de lo popular y lo extraordinario con una incontestable presencia. Nos referimos a la pizpireta Hiromi Uehara (Shizuoka, 1979), una artista que hace del piano un banco de pruebas para su personalidad y que obliga a cualquiera que la tiene delante a hacer un pacto por el que otorgar credibilidad al prodigio que va más allá del mero fuego de artificio. Quiere decirse que el entusiasta del jazz se cuida mucho de los músicos que hablan mucho para decir poco, de esos en los que impera la agrupación de notas sin fuste por el solo hecho de existir pegadas, pero que nada tienen que decir, más allá del discurso apabullante y superfluo. No, Hiromi —iba a decir la joven, pero la japonesa ya tiene en su haber cuarenta y cinco vueltas al sol naciente— conjuga el volcanismo con la sensibilidad, lo que no es óbice para que muestre quién es cuando se deja llevar y, sobre todo, cuando traslada al público su propuesta artística. En esta gira venía a presentar el cuarteto de Sonicwonder con su largo Sonicwonderland (Telarc, 2023), plagado de funk estratosférico, teclados galácticos, improvisación contenida y mucho humor marca de la casa. Mientras el bajo eléctrico de Hadrien Feraud hacía viajar a los tiempos del drum’n’bass en comunión con el todopoderoso baterista Gene Coye, la trompeta de Adam O’Farrill, el nieto pequeño de la saga de los O’Farrill (Chico y Arturo, abuelo y padre) trajo la sensibilidad de la mezcla heterogénea que caracteriza la genética musical de Nueva York. Habían pasado diez años desde que Hiromi recalase en Getxo y vino a demostrar qué había ocurrido en esa década que trajo consigo crisis, pandemias y crecimiento personal, por más menuda que nos siga pareciendo. La destreza técnica se le supone, pero hay hoy intensidad controlada y fuertes dosis de grácil inventiva que la hacen única. De nuevo se trató de un concierto para crear afición y para comprobar que el aburrimiento no cabe en la propuesta de la nipona. Fueron cayendo uno a uno los singles de su último trabajo, como si ese ‘país de las maravillas sónico’ fuera el patio de recreo de una Alicia-Hiromi que no le teme a nada, donde todos los objetos y sujetos son sus aliados cuando se trata de divertirse y divertirnos. “Wanted”, “Polaris”, “Utopia” y el resto de composiciones lograron la unanimidad risueña del público en la hora y media de concierto. Para colmo, el “Bonus Stage” con el que cierra su último trabajo discográfico y que en el Muxikebarri sirvió de bis mezcla el pasacalles second line con los multisaltos del videojuego Mario Bros, por si no quedaba claro de dónde se nutre Hiromi. Los teloneros Flen encendieron la mecha con su jazz escandinavo, pero cuando tras ellos aparece la colorista y heféstica Hiromi al frente de su cuarteto sólo quedan cenizas, aquí de amor correspondido hacia la líder de Sonicwonder. Las seis personas que quedaron para completar el aforo del auditorio todavía deben andar tirándose de los pelos por haberse perdido uno de los espectáculos veraniegos destinado a todas las edades (del jazz).

Al igual que fijar la Casa Consistorial sobre una cancha de frontón aportalada es toda una declaración de intenciones, Getxo tiene a gala ser el estandarte durante casi medio siglo de una suerte de escuela jazzística que tiene su mirada en Europa pero que reconoce a la Norteamérica anglófona como referente indiscutible cuando de cuna genérica se habla. Sí, por el Viejo continente hemos tenido a improvisadores importantes como Bach, Beethoven o Chopin, por poner ejemplos indiscutibles en trasladar una idea al instrumento sin solución de continuidad, pero el jazz nacido en el crisol caribeño bebe de otras fuentes. Éstas fueron las que se arracimaron para que el cuarteto de gala del guitarrista Kurt Rosenwinkel (Filadelfia, 1970) recalara de nuevo en el festival, esta vez acompañado de los cómplices Mark Turner a los saxos, Ben Street al contrabajo y Jeff Ballard en la batería. Venían con el reluciente The Next Step Band (Heartcore, 2024) bajo el brazo, y todos sabemos que el quinto elemento, de haberlo citado para la ocasión, hubiese sido el agigantado Brad Mehldau, pero el pianista ya montó hace nada un homenaje a sus días juveniles con el colectivo prepandémico RoundAgain, que dio nombre también al disco resultante (Nonesuch, 2020; y su secuela en 2021), donde figuraban otros amigos del guitarrista como Brian Blade, Christian McBride o Joshua Redman. Más discreta, pero no menos genial, es la propuesta de Rosenwinkel que vino a presentar ante un auditorio volcado con uno de los líderes generacionales del jazz finisecular, virtuoso y elegante a un tiempo, aunque disperso en intenciones en los últimos años. Que se atreviese con el piano en un par de piezas sin aportar demasiado va en esta línea de desconcierto. Pero cuando agarra la guitarra ya es otro cantar. Cayeron “Zhivago” y “Christmas Song”, luego “Mr. Hope” y “The Next Step”, más el bis de rigor. Puestos a destacar lo mejor de la actuación, no cabe duda de que las artes de Mark Turner siguen intactas, haga lo que haga. Y sí, ha pasado el tiempo para aquellos jovenzuelos, pero quien tuvo retuvo, y la comunión entre el cuarteto sigue intacta, igual que la amistad que los envuelve. En cuanto a Gerard Chumilla Quintet, tercera propuesta del concurso de grupos, el asunto quedó en anécdota, a pesar de las altas expectativas depositadas en el líder, sobre todo tras haber grabado junto a Larry Grenadier y Jorge Rossy. Queda claro que el carisma hay que trabajarlo, aunque dotes parece que no faltan. Al tiempo.

El barrio. Lo importante es el barrio, las gentes. La gente escoge gente para administrar ese quid pro quo que hace del bienestar vecinal una forma de vida amable y justa. Lo demás son zarandajas de ladronzuelos metidos a políticos. Y la política —la civilización desde luego— también es saber echar una pinta en condiciones y servir un buen vino en copa selecta y a precio módico, ajustado a la materia que se ingiere y al bolsillo que se sacude. Getxo, Algorta, Bilbao, paisajes para el disfrute sin atracos. Lo justo es lo bien medido. Lo demás es aprovisionamiento personal con el pasamontañas simbólico de quien pide sin dar apenas nada a cambio. Sé de lo que hablo. Vengo de ahí, de la esquilmación controlada y manifiesta de ciudades capitales pretendidamente modernas. Todos sabemos cuáles son. Lo habrán padecido. Suerte que queda el arte de Stacey Kent para compensar. Lo entendieron quienes agotaron las entradas del recinto para ver un jazz vocal elegante con las estridencias controladas (para eso ya están las letras de las canciones de la cantante de Nueva Jersey (South Orange, 1965), la más cercana a Blossom Dearie, fina en el fraseo y superdotada en eso tan difícil que es construir atmósferas. Al frente de su trío, donde sobresale el toque prístino del pianista Art Hirahara y de “mi mejor amigo, mi esposo”, el saxofonista y flautista británico Jim Tomlinson, que secundó con obediencia e inventiva las interpretaciones de la cantante. Hora y media entre “The Shadow of your Smile” a “Bésame mucho”, con espacio para un scat contenido y clásicos imperecederos en los idiomas en que se siente más cómoda (que no son pocos), “Tango in Macao”, “Les eaux de mars”, “Bonita”, “Coraçao vagabundo”, “Blackbird” o “Postcard Lovers”, con letra del nobel Kazuo Ishiguro y música de Tomlinson. Si la cita vocal obligada en un festival de jazz de estas características merece el recuerdo, la segunda participación en él de la Kent se saldó con nota y con sold out en las 782 butacas, en gran medida por el lirismo de frágil extenuación, como ejemplificaron sus lecturas tan personales del “Ne me quitte pas” de Jacques Brel y “Sur le ciel de Paris” de Edith Piaf. Con excelencia también saldó su actuación el grupo Nita, que reúne un conjunto internacional liderado por Anja Gottberg (contrabajo y composiciones) y la sobresaliente trompeta del murciano Antonio Moreno, un quinteto con sede en Ámsterdam que dio sentido a la competición. Ganaron el concurso con justicia y tuvieron la recompensa de talonear al grupo que cerraba el festival, el majestuoso Bill Frisell Trio.

Con Thomas Morgan al contrabajo y Rudy Royston a la batería (para otra ocasión quedaron sus habituales Tony Scherr y Kenny Wollensen, más en la estela zorniana), el concierto suponía la toma en directo del magnífico largo Valentine (Blue Note, 2020), tal vez la agrupación que mejor se ajusta a las necesidades emocionales del guitarrista norteamericano (Baltimore, 1951). Y sí, la cosa iba de americana, esa suerte de música folclórica en la que lo popular se da de bruces con la inventiva instrumental y el country campa por sus respetos, lo mismo que el jazz heterodoxo y cualquier manifestación en la que resuenen los paisajes estadounidenses, preferiblemente las llanuras (el grupo de Brian Blade Fellowship también recorre esos mismos caminos). Fueron cayendo “Baba Drame”, “electricity”, “Wagon Wheels”, “A flower is a lomesome Thing” (el estándar de Billy Strayhorn que ya le escuchamos la primera jornada al James Carter Organ Trio) y, cómo no, la propia “Valentine”. Desde que llegó a Blue Note, Frisell ha ido añadiendo a su inmensa discografía nuevas vestimentas: a solo (Music Is, 2018) a cuarteto (Four, 2022), lo último con gran orquesta de la Brussels Philarmonic (Oschestras-Live, 2024), pero lo que mejor muestra la inventiva y profundidad de la música de Frisell es este formato que se presentó como cierre del festival en el Muxikebarri para regocijo de los presentes. Digámoslo ya: estuvieron enormes. Sabido es que no siempre la política se ha llevado bien con lo artístico, sobre todo cuando se cae en la propaganda. Pero que el Bill Frisell Trio acabase su actuación con la inmarcesible lectura de “What The World Needs Now Is Love” de Burt Bacharach y Hal David habla de un grupo comprometido y visceral con la realidad circundante. El adoctrinamiento por la belleza es el único que merece ser consentido. Aquí se respiraba belleza por doquier. Eso se nota cuando se traspasa el umbral de la salida del auditorio con el corazón henchido y la mirada brillante, la pupila dilatada en la noche estival y la serenidad de saberse en el lugar correcto en el momento justo. A veces no hay que pedir más. Pero puesto a pedir, como somos el tiempo que nos queda, uno se atreve a demandar a los dioses que le sea concedida tanta dicha musical de primera como la que se arracimó aquella semana de julio en el Festival Internacional de Jazz de Getxo. Confío en ser escuchado. En caso contrario, como también somos pasado y experiencia, esto vivido ya me lo llevo.

Written by Enrique Turpin

Agosto 08, 2024

Vision Festival NYC (2024)

Vision Festival NYC (2024)

VISION FESTIVAL NYC 2024

31

Julio, 2024

Text: Álvaro Torres

Photos: Luciano Rosetti ©Rossetti PHOCUS

From June 18th to 23rd, 2024, New York witnessed the 27th edition of the Vision Festival, a worldwide reference for free jazz and free improvisation, known for its interdisciplinary character by combining music with visual arts, dance, and poetry. This edition, titled «Building Bridges,» paid tribute to double bassist and multi-instrumentalist William Parker, a fundamental pillar of the creative jazz and improvisation scene in New York. Since the 1980s, William Parker and Patricia Nicholson have organized concert series that have gradually consolidated and earned a reputation. Their contribution to improvised music in the Big Apple is widely recognized by both young and veteran musicians.

During the six days of the festival, true legends of the New York scene like Oliver Lake and Cooper-Moore performed, alongside prominent figures such as the German Ingrid Laubrock, Nasheet Waits, Jen Shyu, and James Brandon Lewis. However, the highlight was the tribute for his 100 years to saxophonist Marshall Allen, who led the iconic Sun Ra Arkestra on the festival’s closing night.

The Vision Festival has been held since 1996, and although it has changed venues, it seems to have settled in Roulette, a cozy theater in downtown Brooklyn. I attended the final day, which included five performances.

The night opened with Matana Roberts and her band COIN COIN midAtlantic, a septet that includes saxophonist Darius Jones and pianist Cory Smythe. Matana, who has won several awards including the Doris Duke Impact Award, has an extensive discography. She invited the audience to sing, holding a pedal note over which the group improvised. Her musical quality was evident in every note produced by her alto sax, conveying a special warmth. Additionally, there were emotional memories and dedications to the iconic improvising trumpeter Jaimie Branch, who passed away in 2022.

The night continued with the duo World in a Life, consisting of Thollem McDonas on piano and ACVilla with live video projections. The pianist demonstrated superb technique, great control of sound, and a very percussive approach to the keyboard. His improvisations were accompanied by a live video that, despite some technical problems, effectively complemented the music. Thollem alternated between the piano and electronics, adding different textures.

The third concert of the night was by Isaiah Collier & The Chosen Few, reminiscent of the classic Sonny Rollins Trio, with Nate Reves on bass and a substitute drummer replacing Michael Ode. They started with high intensity, performing several pedal pieces. The bassist’s maturity and solidity were notable, providing a significant composure to the rhythm section. Isaiah showcased his great talent and flow of ideas on both tenor and soprano sax. Over time, he will likely refine his art even more; who knows how far this young prodigy,can go?

 

The penultimate concert was one of the evening’s gems: Watershed Continuum, featuring Rob Brown on alto sax, Steve Swell on trombone, Alexis Marcelo on piano, and Whit Dickey on drums. The combo, led by Rob Brown and Steve Swell, offered a fully improvised set. Their 20 years of playing together resulted in incredible synergy and mutual understanding. They blended perfectly as a section, proposing ideas combatively and making it look like a game. They also assumed the role of accompanists, with highly imaginative textures and backgrounds. Rob’s individual quality was evident in the fluidity of his ideas and the warm sound of his alto sax. Steve, a veteran who never disappoints, regardless of the context, brought creativity and doses of humor to the group, often necessary in music. Alexis Marcelo did an excellent job as an accompanist. His sound and musical background, influenced by Latin jazz and modern harmony, contributed an original mix that worked very well with the group. Drummer Whit Dickey also knew how to let the flow go and follow the initiative of the two horn players. It was a fresh performance that renewed the energy in the room, leaving the audience expectantly awaiting the final concert and grand closing of the festival.

The Sun Ra Arkestra took over an hour to set up their instruments, do the sound check, and get everything ready for the concert. Meanwhile, there was palpable excitement and anticipation among the audience. Attendees browsed the band’s merchandise, as well as vinyl and CDs from Pi Recordings and other labels. Both inside the hall and at the theater entrance, people chatted excitedly about the prospect of a historic night. It was thrilling to witness true veterans of the scene—many of whom have been connected with each other and the Vision Festival—gathered to celebrate this special occasion. Everyone was aware that this might be the last opportunity to hear the 100-year-old Marshall Allen in New York with the iconic Sun Ra Arkestra.

Sun Ra created an important legacy. Initially he worked as a pianist and arranger for the renowned big band of Fletcher Henderson, but in the 1960s he began combining traditional big-band techniques in terms of composition with a more transgressive approach, experimenting with tonality and new textures, and adding fully improvised transitions, something never seen before in that genre.

Additionally, he incorporated Afro-futuristic attire and songs with lyrics about outer space, contributing to creating his own mythology around the group and its leader. It is worth mentioning that this band shares many spiritual beliefs and a lifestyle, to the point that many of its members have lived together since the 1970s in the same house in Philadelphia. Sun Ra had a strict vision of life in society and exerted a great influence on the members of the Arkestra, who live practically as a brotherhood. Their extensive discography includes iconic recordings with major soloists like Pharoah Sanders and John Gilmore, who led the band after Sun Ra’s death. After Gilmore, Marshall Allen took on the responsibility of leading the Arkestra, a role he continues to perform to this day.

Sixty years after its beginnings, this concert was a total display of energy from the first to the last piece. The whole group sounded like a cohesive unit. They played long forms with multiple sections without hesitation at any time. Everything sounded confident, sometimes reinforced by the direction of Knoel Scott, who gave cues from his stand and sounded truly inspired on the alto.

Tara Middleton shone with a spectacular and unconventional vocal recital, sometimes reciting or even playing the role of an accompanist. Another highlight of the night was the incredible pianist Farid Barron, very intuitive and with a deep knowledge of stride, offering several spectacular intros. Additionally, the influence of Sun Ra was clearly perceived, as Barron, without trying to emulate him, captured his sound on the synthesizers, with his characteristic clusters and 360-degree turns.

The ensemble could be described as a perfectly functioning psychedelic party machine. Percussionist Elson Nascimento and drummer Wayne Smith Jr. kept the engine running, as did Tayler Mitchell, very musical with his double-bass lines and constant energy. Perhaps the most impressive aspect of the Arkestra is its vitality and overflowing energy.

As for Marshall Allen, he was excellent. In addition to the alto sax, he performed several solos on a Steiner EVI (Electronic Valve Instrument), which fit incredibly well with the harmonies of more classic pieces. Before the concert, there was a presentation where the entire hall clearly showed respect and paid homage to Marshall. There was a lot of excitement to witness the Arkestra led by one of their major symbols over the last 66 years. The concert ended past midnight, much later than expected. All attendees seemed happy with the closing of a fantastic festival that has greatly contributed to the jazz scene in New York, and with the historic performance of one of the most important avant-garde saxophonists since the 1960s, Marshall Allen.”

Written by Álvaro Torres

Julio 31, 2024

Injazz & North Sea Round Town Festival: Jazz in Netherlands (2024)

Injazz & North Sea Round Town Festival: Jazz in Netherlands (2024)

Injazz 2024
North Sea Round Town Festival
Jazz in Netherlands

27

Julio, 2024

En Netherlands tienen una rica y vanguardista escena de jazz, influenciada tanto por las corrientes internacionales como por el énfasis en dos instituciones claves de renombre mundial: el Conservatorio de Ámsterdam y el Conservatorio de Róterdam. Estas instituciones no solo ofrecen una formación de alto nivel, sino que también atraen a estudiantes de toda Europa, conformando así una vibrante y diversa comunidad jazzística. Por todo ello, los Países Bajos han logrado ser un referente mundial.

Con un enfoque en la calidad y en la creatividad, por iniciativa del colectivo BumaStemra, el 26 y 27 de junio tuvo lugar la exhibición de jazz holandés Injazz. Un showcase que promueve el desarrollo del jazz contemporáneo, con una programación de músicos establecidos y emergentes de la escena local e internacional. Acudimos a conciertos, conferencias y espacios de networking en varias ubicaciones de Ámsterdam y Róterdam. Asistimos en Roterdam a la XIX edición del North Sea Round Town Festival, festival alternativo del North Sea Jazz Festival compuesto por 350 conciertos repartidos por 125 ubicaciones diferentes, salas de conciertos y espacios alternativos como galerías de arte, casas y museos entre otros.

El prestigioso club Bimhuis en Ámsterdam fue el escenario en el que se representaron los cuatro primeros conciertos.

Comenzamos con el trío Ponga compuesto por Remco Menting, batería y percusión, Timon Koomen a la guitarra, y la increíble Yanna Pelser a la viola. Ponga se trata de un grupo de jazz holandés, formado en 1990, con un sonido distintivo de fusión ecléctica que abarca muchos estilos musicales. Combinando pasajes estructurados con otros improvisados, el trío incorpora elementos de rock, jazz, electrónica, folk y música clásica en una actuación llena de energía reforzados por una inmersión compartida en el teatro a través de los continuos cambios de vestuario en el escenario que reflejan la diversidad del sonido.

A continuación, tuvo lugar el encuentro de tres maestros, cada uno de ellos de diferentes personalidades. Giuseppe Doronzo al saxo barítono, y a la gaita iraní, Andy Moor a la guitarra eléctrica y Frank Rosaly en la batería y percusión. Un proyecto ambicioso, creativo y sobresaliente de música contemporánea de vanguardia. Giuseppe Doronzo, con un enfoque experimental, profundidad y peso al saxo barítono comienza con motivos simples y melódicos de tensión creciente que evolucionan hacia estructuras complejas de explosiones de energía improvisada. El inglés Andy Moor (guitarra eléctrica), con influencias en el punk holandés y en bandas experimentales de post- rock, recorre pasajes sonoros que van desde el minimalismo melódico hasta el caos, utilizando una amplia gama de técnicas extendidas. Con versatilidad, precisión e influenciado por la escena free de Chicago, Frank Rosaly introduce patrones complejos improvisados de creatividad percutiva a la batería y percusión. El proyecto es documentado en el álbum Futuro Ancestral por el sello Clean Feed. Con una narrativa elaborada e innovadora, y una libertad expresiva de direcciones abstractas conjuntas, y texturas de post-rock, el trío compuesto por Giuseppe Doronzo, Andy Moor y Frank Rosaly se establece como un ejemplo brillante de cómo la vanguardia del jazz europeo sigue explorando nuevas direcciones creativas.

Freshta es el proyecto liderado y compuesto por el flautista alemán Mark Lotz, resultado del encargo de la organización de autores holandeses BUMA y la Federación de Festivales de Jazz Holandeses VNJJ. Es un proyecto de líneas narrativas elegantes y bellas compuesto para el ensemble modernista de música de cámara con instrumentación clásica. Mark Alban Lotz, flautas. Claudio Puntin, clarinete y clarinete bajo, Jörg Brinkmann, violonchelo, Jeroen van Vliet, piano y Dirk-Peter kölsch, bateria. Un proyecto dedicado a la memoria de Freshta Kohistani que combina sonidos de influencia étnica, música clásica contemporánea y la energía del swing. Música al borde de lo contemporáneo y el jazz.

Televizyon es un trabajo innovador liderado y compuesto por la vocalista, improvisadora y multi instrumentista Sanem Kalfa, afincada en Ámsterdam. Sanem Kalfa es una de las vocalistas más destacadas de los Países Bajos, ganadora de importantes premios. Escuchamos un collage sonoro que combina la habilidad vocal como instrumento con un apabullante despliegue de creatividad y experimentación en el uso de efectos vocales. Con sonidos improvisados y música electrónica pasando por el pop, Televizyon recrea en su música el sonido de los anuncios de televisión de los años 80. Energía y brillantez de diferentes rangos con Sanem Kalfa, voz, electrónica, Marta Warelis, órgano electrónico y sintetizadores, Ingebrigt Haker Flaten, contrabajo y Sun-Mi Hong, batería.

Viajamos hasta Róterdam para asistir al anuncio del premio anual Boy Edgar Price 2024, este año otorgado el pianista y compositor Tony Roe. Boy Edgar Price es el premio más importante de jazz y de música improvisada de Holanda que se otorga a un musico, compositor o director de banda de jazz holandés por realizar contribuciones significativas en la escena de jazz.

En el club Mood en Róterdam, asistimos a la presentación de Cosmic Trio. Ándrés Coll a la marimba eléctrica y a las castañuelas es un jovencísimo vibrafonista y compositor español de enfoque innovador. Se interesa por la música primitiva, el jazz moderno, la improvisación libre y la música folclórica. Junto con el violinista Mateusz Smoczynski y el baterista Ramón López forma el Trío Cosmic. Con una destreza técnica impresionante y una gran sensibilidad artística, Andrés Coll combina la música folclórica de su propias cultura con el espíritu vanguardista y la improvisación libre.  Mateusz Smoczynski exploró melodías complejas y armonías ricas. Su estilo abarca desde lo lírico y melódico hasta lo experimental y abstracto, reflejando una profunda conexión con sus raíces folclóricas y una apertura hacia la improvisación libre. Ramón López, un maestro de la batería, completó el trío con su enfoque rítmico innovador y su versatilidad estilística. Fuimos testigos de la energía y química entre los músicos.

Hubo otras bandas de interés situados en la vanguardia europea a los que no pudimos asistir para acudir al estreno de la suite de Alessandro Fongaro. Como la actuación de Federico Calcagno Octet, Evita Polidoro Nerovivo, 100% Cottone, la banda del saxofonista Matthias Van Den Brande que recientemente ha grabado con el sello español Fresh Sound Records, etc.

En Róterdam asistimos a la presentación del North Sea Round Town y su Artist in Focus 2024. Alessandro Fongaro, bajista y compositor italiano que reside en Róterdam.  Hunters in the Snow es el trabajo compositivo de un año de desarrollo artístico de Alessandro Fongaro (contrabajo y composiciones) junto a un gran ensemble de cuerdas, núcleo central de esta obra, formado por George Dumitriu (viola), Yanna Pelser (viola alto), Pablo Rodriguez (viola), Thomas van Geelen (cello), Nicolò Ricci (saxofón), Marta Warelis (piano, teclado), Jim Black (batería). El estreno tiene lugar en la increíble sala de cine Cinerama, inagurada en el año 1960 en el corazón de Rotterdam. Alessandro Fongaro ha tejido una suite de piezas contemporáneas estructurada en varios movimientos que van desde la suavidad más etérea hasta la intensidad más dramática. Comienza con la frase repetida tension is a necessary condition to create movement. Hunters in the Snow es una obra monumental de más de dos horas de duración inspirada tanto en la obra de Bach y otros compositores clásicos como en elementos visuales y narrativos del cine de Andrei Tarkovsky y la fotografía. La integración de la electrónica, manejada por Waleris, añade una dimensión extra de texturas y efectos que amplían el espectro sonoro de la obra.

En Batavierhuis (Róterdam) acudimos al concierto a dúo de Alessandro Fongaro (contrabajo) y George Dumitriu (violín).

En el medio de la exuberante naturaleza entre Róterdam y Delft, se encuentra Driebergen Farm, una de las ubicaciones más sorprendentes del North Sea Round Town (NSRT). Una granja transformada en un espacio único de conciertos al aire libre, un refugio para músicos y artistas donde pueden desconectarse del mundo exterior y sumergirse en su arte. Músicos como Alessandro Fongaro han pasado semanas en la granja, componiendo y creando en un entorno que fomenta la introspección y la creatividad. La noche del 28 de junio, programado por Paula Hoorn, asistimos al concierto del rapero Dox & Friends, acompañado por una sección de cuerdas y una sección de metales de jazz con la participación de diversos vocalistas, raperos y bailarines.

Seguimos en el Gallery Tour con un concierto de Ibelisse Guardia Ferragutti. El evento tuvo lugar en la galería de arte ROOF-A en el corazón de Róterdam, un lugar de encuentro que sirve como punto de partida para artistas, coleccionistas y público. Ibelisse Guardia Ferragutti es una artista multimedia nacida en Bolivia y criada en Brasil radicada en Ámsterdam que ha trabajado como vocalista, compositora, intérprete y creadora. Su práctica implica un enfoque multidisciplinario que surge de su profunda conexión con el ritual y el trance como una forma de entrelazar las visiones del mundo de sus antepasados. Una actuación hipnótica de sonidos electrónicos usando sintetizadores, instrumentos y voz.

El espacio Bij Rabo@Depot Boijmans Van Beuningen, primer depósito de arte de acceso público del mundo, acogió la actuación a dúo de Emine Bostanci y Maya Fridman, quienes presentaron su proyecto Dareyn – Lingua Franca: Bridging Echoes. Emine Bostanci es una talentosa intérprete de kemenche, un instrumento tradicional turco que añade una riqueza y profundidad única a la música que interpreta. Maya Fridman, una destacada violonchelista y vocalista radicada en los Países Bajos, aporta una dimensión adicional con su impresionante habilidad técnica y su expresividad emocional. Es un proyecto que explora los límites de la música tradicional turca con influencias contemporánea de enfoque experimental.

Written by Bega Villalobos

Julio 27, 2024

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