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XVIII Festival de jazz de Portalegre

XVIII Festival de jazz de Portalegre

XVIII Festival de jazz de Portalegre

24

ABRIL, 2023

Texto: Ricky Lavado

Como cada año, con la llegada de la primavera y coincidiendo con el arranque de las agendas festivaleras en toda Europa, llega una cita que ya se puede considerar un auténtico clásico dentro del terreno del jazz y la música libre más iconoclasta y vanguardista: el Festival de jazz de Portalegre, que este año celebra ni más ni menos que su edición número dieciocho. Capitaneado por Clean Feed Records, auténtico epicentro creativo y organizativo del jazz en Portugal, el Festival de Portalegre lleva casi dos décadas funcionando como punta de lanza de la escena del jazz contemporáneo europeo, confirmando el estatus de meca artística que Portugal ha ido ganando con los años, convirtiéndose en uno de los países con mayor producción y desarrollo del jazz en Europa, a la altura de Inglaterra o los países escandinavos.

Concentrado en tres jornadas de conciertos (el programa del festival incluye también la tradicional cata de vinos y productos regionales, así como la Feria del Disco y del Libro) en el Centro de Artes Escénicas de Portalegre (CAEP), el Centro de Congresos da Camara Municipal y el Museo de la Tapicería de Portalegre; este año el Festival se desarrollará del 27 al 29 de abril, ofreciendo una programación ecléctica repleta de jóvenes promesas y nombres consagrados del panorama del jazz contemporáneo. Una de las novedades de este año será la colaboración con aKadémia Jazz, que incluirá la realización de dos jam sessions, abiertas a toda la población, en el espacio Improvisos del Business Center de Portalegre.

Para dar el pistoletazo de salida del 18º Portalegre Jazzfest, el 27 de abril, la ciudad se vestirá de gala con dos actuaciones imprescindibles: por un lado, el auditorio del Museo de Tapicería de Portalegre acogerá (en un concierto con entrada libre, además) a la pianista de origen franco-filipino y actualmente residente en Copenhague Margaux Oswald, uno de los principales exponentes del arte europeo de improvisación libre, que presentará en directo su inquietante y sorprendente Dysphotic Zone, publicado por Clean Feed el año pasado. Por otro lado, el saxofonista Ricardo Toscano (en formato de trío junto a Romeu Tristao al bajo y Joao Pereira a la batería) presentará su reciente trabajo Chasing Contradictions (Clean Feed, 2022) en el Centro de Congresos de la Cámara Municipal.

El viernes 28 de abril, el Festival ocupará su espacio más emblemático, el Gran Auditorio del CAEP, para ofrecer el concierto del reputado batería noruego Paal Nilssen-Love al frente de su proyecto Circus, que junta sobre el escenario a siete músicos de diferentes campos y backgrounds en una mezcolanza colorida de estilos y sonoridades que incluyen free jazz, pop, clásica o diversas influencias étnicas. Como complemento perfecto para cerrar la jornada, el saxofonista Yedo Gibson presentará su proyecto MOVE, junto a Felipe Zenicula (bajo) y Joao Valinho (batería); un proyecto inclasificable que huye de definiciones y encorsetamientos para explorar los límites de la comunicación musical jugueteando con el free jazz e incluso con el punk. La noche del sábado 29 de abril ofrece igualmente un cartel doble sumamente interesante, encabezado por el octeto Communion, liderado por el batería y compositor Joao Lencastre, y que reúne a algunos de los músicos más experimentados y creativos de la escena lisboeta para llevar al directo su premiado disco Unlimited Dreams (Clean Feed, 2021). Como broche de oro para dar cierre a esta edición del Portalegre Jazzfest, el trío franco-italiano Abacaxi (liderado por el guitarrista Julien Desprez y completado por el bajista Jean François Riffaud y el batería Francesco Pastacaldi) desplegará su libertad creativa a base de fusiones imposibles y desprejuiciadas entre rock, jazz, ruido y blues.

Una vez más, Portugal ejerciendo de buque insignia de la escena más creativa y explosiva del universo del jazz europeo contemporáneo.

Written by Ricky Lavado

Abril 24, 2023

Crónica del XIII Festival Porta-Jazz 2023

Crónica del XIII Festival Porta-Jazz 2023

XIII Festival Porta-Jazz 2023

23

FEBRERO, 2023

Texto: Ricky Lavado

Fotos: Portajazz

Colectivo OSSO & PORTA-JAZZ “Interferencias”

Susana Santos Silva, trompeta, voz y electrónica/ Joao Grilo, piano, electrónica y voz/ Joana Castro, movimiento y voz/ Nuno Morao, batería y voz/ Ricardo Jacinto, chelo y voz. Teatro Rivoli (Oporto)

Natural de Oporto y afincada en Estocolmo, la trompetista Susana Santos Silva se ha convertido en los últimos años, y por derecho propio, en una de las figuras más destacadas de la vanguardia actual. Miembro de la Orquesta Jazz de Matosinhos desde los 17 años, y colaboradora temprana de veteranos como el saxofonista Lee Konitz y el guitarrista Kurt Rosenwinkel, Susana atesora a estas alturas una experiencia que incluye formación clásica, big band y cualquier terreno relacionado con la improvisación libre; y su virtuosismo le ha llevado a publicar decenas de discos como solista, así como dúos con  el bajista Torbjörn Zetterberg, el baterista Jorge Queijo, la violinista Biliana Voutchkova o la pianista Kaja Draksler. Forma parte también del cuarteto Hearth, el trío Lama, el proyecto Fire! De Mats Gustafsson y la Orquesta Nacional de Jazz de Francia.

En su paso por Porta-Jazz 2023, Susana Santos Silva se une al Colectivo OSSO (un colectivo con sede en Caldas da Rainha que incluye artistas e investigadores de diferentes áreas: música y artes sonoras, artes visuales, fotografía, danza, performance, diseño, arquitectura y cine) para ofrecer una propuesta rupturista y conceptual, fruto de una residencia creativa durante la cual cinco músicos (Joao Grilo: piano, electrónica y voz; Joana Castro: movimiento y voz; Nuno Morao: batería y voz; Ricardo Jacinto: chelo y voz; y la propia Susana Santos Silva a la trompeta, voz y electrónica) desdibujan sus territorios poéticos para concebir un espacio de interacción mutua y libertad creativa experimental.

Liudas Mockunas, Arnas Mikalkenas, Håkon Berre TRÍO

Liudas Mockunas, saxos, clarinete/ Arnas Mikalkenas, piano/ Håkon Berre, batería. Teatro Rivoli (Oporto).

Las alianzas con asociaciones u otros festivales europeos que operan en el mismo plan de acción  siempre han sido un objetivo y una realidad presente en la ya dilatada historia de la Asociación Porta-Jazz. Un año más, y en un festival en el que estas colaboraciones cada vez ganan más peso, esta práctica se consolida y amplía con la inclusión de otro valioso socio europeo: la reconocida plataforma Improdimensija, de Vilnius, Lituania. La colaboración con Improdimensija se materializa con la actuación de un trío liderado por el reconocido y multipremiado saxofonista lituano Liudas Mockūnas, quien ya había estado presente en una edición anterior del festival como invitado del bajista Hugo Carvalhais, y que presenta en esta ocasión un trío con casi diez años de existencia y un número considerable de conciertos en festivales de Europa y Japón. La trayectoria de Liudas Mockunas en el campo de la música improvisada y el free jazz europeo le ha llevado a liderar bandas como Mockuno Nuclear, Saga Quartet, Red Planet o Kablys; así como a colaborar en formato dúo con Marc Ducret, Ryoji Hojito o Petras Geniusas. Como solista, ha tocado con la Orquesta Sinfónica Nacional de Lituania, la Orquesta Sinfónica de Kralovy Hradec, la Orquesta de Cámara de St. Christofer o la Orquesta de Cámara de Klaipeda.

La aventura en trío de Mockunas es una mezcolanza de sonoridades con aroma báltico, resultado de procesos de escritura libre por parte de cada integrante y que se puede intentar definir como jazz de cámara moderno inspirado en la música contemporánea y el free jazz. Para tan dispar e inconformista proyecto, Liudas Mockunas se acompaña de dos escuderos tan jóvenes como talentosos: el pianista y acordeonista lituano Arnas Mikalkenas, y el renombrado batería y percusionista noruego Håkon Berre.

Encomenda a Miguel Meirinhos feat. Joshua Schofield

Miguel Meirinhos, piano/ Joshua Schoeld, saxo alto/ Ricardo Formoso, trompeta/ João Fragoso, contrabajo/ João Cardita, batería.Teatro Rivoli (Oporto)

El pianista Miguel Meirinhos ya es una figura imprescindible de la nueva generación del jazz en Oporto. Con un recorrido y un talento más que solventes y aplaudidos, ya sea a través de su música editada o de sus colaboraciones en directo y en estudio con la Orquestra Jazz de Matosinhos o el cuarteto de Mário Barreiros, Meirinhos es una inevitable y celebrada elección para  esta edición del Festival Porta-Jazz. Siguiendo uno de los impulsos primordiales de la Asociación Porta-Jazz, ese que tiene como objetivo reunir y crear interacciones creativas entre nuevos músicos del circuito europeo, Miguel Meirinhos presenta un quinteto en formato clásico de trompeta, saxofón, piano, contrabajo y batería que funciona como mapa para rastrear el talento contemporáneo más novedoso en Europa ahora mismo. Para ello, Meirinhos ha invitado a unirse a su quinteto al interesante y emergente saxofonista inglés Joshua Schoeld y al ya conocido trompetista español Ricardo Formoso. Los locales João Fragoso (contrabajo) y João Cardita (batería) son los elegidos para terminar de dar forma a este desafío.

Si el formato del quinteto es clásico, el resultado musical seguro apunta a más planos y esferas, como la naturaleza de los diferentes contextos musicales en los que creció cada uno de los integrantes del quinteto. En palabras del propio Meirinhos: “Se espera, en este encuentro, la absorción de los lugares de convergencia pero, sobre todo, queremos saber cómo cada una de estas voces persuade y disuade al resto en la discusión. De esta convivencia con la extrañeza da como resultado un momento enérgico, espontáneo y libre”.

Written by Ricky Lavado

Febrero 20, 2023

Aziza

Aziza

Aziza

Lionel Loueke – Chris Potter – Dave Holland – Eric Harland

10

ENERO, 2022

Lionel Loueke, guitarra y voz/ Chris Potter, saxofones/ Dave Holland, contrabajo/ Eric Harland, batería. Villanos del Jazz. Teatro Pavón. Festival de Jazz de Madrid 2022.

 

Texto: Manuel Borraz

Fotografía: Fernando Tribiño

El pasado 8 de noviembre tuve el placer de asistir al concierto de cuatro leyendas vivas del jazz, Lionel Loueke (guitarra y voz), Chris Potter (saxofones), Dave Holland (contrabajo) y Eric Harland (batería) organizado por Villanos del Jazz en el Teatro Pavón bajo el marco del Festival de Jazz de Madrid 2022.

Contadas son las ocasiones en los que grandes instrumentistas e improvisadores se juntan para conformar un jazz en cuyo desarrollo no relate ni haga apología de las altas técnicas que disponen y revelar así un lucimiento personal, sino en el que su cometido sea el de prestar cada una de sus destrezas individuales al servicio y beneficio del proyecto común, creando un espacio colectivo en el que expresarse y aportar a la propuesta en su totalidad, generando la esperada unidad de banda. Aziza representa este caso. 

Aziza es el nombre de este conjunto y proviene de una canción escrita por Lionel Loueke llamada ¨Aziza Dance¨. En Benín, África, lugar del que procede Loueke, el término «aziza» hace referencia a una sobrenatural raza de habitantes del bosque que cuentan con la capacidad de dar consejo espiritual y práctico. Dicha sabiduría queda reflejada en la interacción de sus componentes y fue recogida y elaborada en un álbum producido por Dave Holland, grabado el 14 de octubre de 2016 y editado por el propio sello de Dave Holland, Dare2 Records Label. En el álbum, tal es el reparto equitativo de cada uno de los músicos que constituyen este supergrupo, que cada uno de estos compuso dos temas para el proyecto de los ocho resultantes, conformando un trabajo discográfico con una identidad colectiva. 

Dave Holland ha estado llevando a la música por senderos y direcciones tremendamente interesantes e impredecibles desde 1960. En esta ocasión, Aziza se desenvuelve en un terreno que permite contribuir con libertad el talento e identidad propia de cada miembro, creando un carácter único y expresivo en la mezcla total. Por supuesto y como era de esperar, la velada trajo consigo grandes solos por parte de los cuatro músicos, un sinfín de momentos únicos y un gran despliegue de posibilidades sonoras, demostrando la riqueza de lenguaje por parte de estas auténticas bestias del jazz. Cabe destacar la presencia de Loueke en el proyecto, con una creatividad incomparable, una alta conexión y sensibilidad musical con su tierra natal, una gran versatilidad idiomática y una amplitud sónica y relacional fuera de lo habitual. 

En conjunto, el directo de Aziza es rompedor, salvaje y vibrante, mantiene y juega con la atención del oyente, los cuatro músicos vuelan y se lanzan al vacío, son todo espectáculo y carácter. Ya son múltiples las ocasiones en las que esta banda ha encarado este proyecto en directo, pero todavía no podemos predecir qué le deparará el futuro. Esperamos que no se quede en un encuentro fortuito entre grandes figuras del jazz, sino que expanda su lenguaje a nuevos imaginarios, revelándonos así todas las posibilidades que sabemos que aguarda.

Written by Manuel Borraz

Enero 10, 2022

MoodSwing Reunion: Redman – Mehldau – Mc Bride – Blade

MoodSwing Reunion: Redman – Mehldau – Mc Bride – Blade

MoodSwing Reunion: Redman – Mehldau – Mc Bride – Blade

12

ENERO, 2022

Joshua Redman, saxo tenor/ Brad Mehldau, piano/ Christian McBride, contrabajo/ Brian Blade, batería. 54º Voll-Damm Barcelona Jazz Festival. Palau de la Música Catalana, 26 de octubre de 2022

Texto: Enrique Turpín

Fotos: ©JordiCalvera/ Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona

LAS MÁSCARAS DE LA FORTUNA

Hay una memoria nómada que se activa cuando reconoce lo extraordinario, lo que nos brinda su esencia sin apenas griterío, como esas presencias que no necesitan demostrar nada cuando aparecen en una habitación y todo son caras volviéndose hacia la persona recién llegada. Es lo que muchos llaman encanto pero que no es más que energía concentrada, una suerte de embrujo que avanza al compás de quien lo porta. Sucede con los encuentros que nos hablan de quiénes somos cuando ni nosotros mismos sabíamos de ello, y se impone del mismo modo con que lo hacen las cosas que no imaginábamos necesarias, pero que pronto se vuelven insustituibles y obligadas. Con ellas, nuestra razón de ser cobra sentido. No es exageración. La vida no consiste en otra cosa que en ir descubriendo, acumulando y degustando tales momentos. Si no, a qué Garcilaso, a qué Shakespeare, a qué Rothko, a qué unas Jordan, a qué los tulipanes rosas o a qué una garnacha centenaria.

 

 

A principios de los años sesenta del siglo XX, Julian “Cannonball” Adderley presentaba a The Young Lions (Vee-Jay, 1961), un grupo de irredentos músicos recién emancipados que respondían a la etiqueta que Irwin Shaw utilizó para su novela homónima de 1948. Parecen palabras que pudieran identificar el signo de los tiempos actuales, pero están escritas en las notas de crédito de aquella grabación seminal en la que participaron Wayne Shorter, Frank Strozier, Lee Morgan, Bobby Timmons, Bob Cranshaw, Albert Heath y Louis Hayes: “Estamos viviendo la era de la glorificación de la mediocridad. Estos son los tiempos en que los adolescentes pueden volverse ricos escribiendo e interpretando canciones mediocres. Cuando un palurdo escasamente alfabetizado con dudoso talento [se refería presumiblemente a Elvis Prestley] puede convertirse en una estrella con ingresos de un millón de dólares, o cuando un tipo epítome del “Chico americano por excelencia” [en su cabeza estaría el presentador Dick Clark] puede pinchar discos con los que los adolescentes bailan y convertirse en una importante personalidad de la televisión. Muchos de nosotros creemos que tales situaciones existen porque nos hemos permitido ajustarnos al pensamiento y la dirección de las masas.” Son palabras, desde luego, muy cercanas a los tiempos que corren. Para los sagaces, pocas cosas se resisten cuando se trata de capturar la esencia de la verdad en tiempos de ignominia, cuando menos en épocas poco amables como la que corre. Obviando el fallo de perspectiva en la elección de las personalidades a las que alude, Cannonball estaba cargado de razón: nada puede objetarse a que en los tiempos que corren la mediocridad tiene carta de naturaleza y campa por sus respetos con la naturalidad de lo inevitable. 

La memoria nómada de la que antes hablaba obró su influjo ya en los primeros compases del reencuentro de este cuarteto de lujo —Joshua Redman, Brad Mehldau, Christian McBride y Brian Blade—, hoy sin parangón en la escena mundial, tanto por influencia como por condición asumida de maestros indiscutibles de sus instrumentos, líderes proteicos y repletos de grandes composiciones en su haber. Todos ellos unidos en su afán por trasladar las enseñanzas del jazz pretérito hacia lugares insospechados, asequibles sin caer en la grandilocuencia del esnobismo o la falsa elocuencia, en un trasvase con tanta fluidez como solidez por los senderos que conducen el jazz del siglo XX al jazz del siglo XXI. Hace casi treinta años de la grabación del enorme Moodswing (Warner Bros, 1994) y el cuarteto, más de dueño que nunca de su arte, ha visto a bien reimaginar una dádiva para sus fieles seguidores en forma de nuevo encuentro y nuevas grabaciones. Al disco original han de sumarse hoy el segundo desembarco de la formación en RoundAgain (Nonesuch, 2020) y, justo a escasas semanas de emprender gira con el proyecto, un colofón para aquellas sesiones de grabaciones, llevadas a cabo en el Nueva York prepandémico durante septiembre de 2019, bajo el título de LongGone (Nosesuch, 2022). Se han reunido para girar en lo que parece una única oportunidad de verlos juntos de nuevo. Con acierto han llamado a la gira A MoodSwing Reunion, donde nos encontramos al cuarteto en plenas facultades y con el aire festivo que nunca les ha faltado unidos ni tampoco en solitario.

La expectación era máxima, con lleno hasta la bandera y un aire risueño en las caras de los asistentes que hacía deparar una velada para atesorar en la memoria. Padres e hijos, abuelos y nietos, amantes y amigos, todos solitarios al fin, de esos que saben permanecer en una habitación sin aburrirse, se dieron cita en el Palau de la Música para rendir homenaje a un jazz que llega a lugares de vanguardia desde motivos populares, haciendo fácil lo que es extremadamente difícil; esto es, convertir en arte inmarcesible unas piezas que pronto se instalan en la memoria musical, en la que la melodía se conjuga con estructuras insólitas por lo asequibles que resultan al oyente, aunque al desmenuzarlas pueda comprobarse que el trabajo compositivo deviene harto complejo. Algo así como motivos que siempre han estado ahí aunque sean de nuevo cuño. Tal vez lo que ocurre es, simplemente, que la presencia de cada uno de los miembros de este cuarteto ya es indiscutible y está presente en muchas de las manifestaciones del jazz contemporáneo. Es lo que sucede con los maestros y su influjo. Aparece donde menos se lo espera, aunque siempre está presente en el ambiente. Tampoco nosotros captamos el aroma del oxígeno pero vivimos gracias a él. Hay cosas que entrañan milagros en su aparente simplicidad. El MoodSwing Quartet es una de esas cosas. Efímero en sus inicios por la propia naturaleza de lo que arde con intensidad hasta la extenuación, se disolvió en un par de años de existencia, pero hoy de nuevo tienen cosas que decir. Y las dijeron, vaya que sí.

Es curioso cuando la excelencia se reviste de asequibilidad, y qué lujo cuando se hace viral y acaba siendo tendencia. Así empezó todo. Puntuales e indómitos, como si no hubiera pasado el tiempo. Entre guiños a Mancini (con citas a Pink Panther por medio), Joshua Redman se erigió portavoz del grupo desde los primeros compases del concierto. Sería por el tiempo que hacía que se no los veía juntos, pero todos mantenían un porte de digna naturalidad que auspiciaba la promesa de un acontecimiento sin fisuras, ajeno a todo lo que quedara fuera de la música. Así había de ser y así fue. A todo esto, caí en la cuenta de lo bajo que se sienta Mehldau al piano. Creo que cada vez lo hace más cerca del suelo. Él a lo suyo, a mantener las armonías, a enriquecer como sabe las canciones, a labrar su destino desde la solvencia de lo bien ejecutado y mejor pensado. Él es de esos músicos que sabe cuándo renunciar al primer plano, pese a que aquí hay un cuarteto democrático con el peso repartido. Todos ellos se saben deudores de una tradición, pero no renuncian a seguir la escuela que lleva al umbral de la posteridad, esa que conduce a la epifanía auditiva como regalo del oyente y satisfacción del ejecutante. Aquí, como era de esperar, hubo diversión a raudales. Redman jugó a los sobretonos, pero desde texturas sedosas, casi más difícil que cuando se sopla buscando tsunamis. Es cuando se descubre también que Brian Blade, él tan risueño siempre, toca al bies, como de soslayo, en una suerte de autoescucha para no perderse nada de la fiesta y ofrecer lo mejor de sí mismo, crítico como pocos con su ejecución. Llegó el turno de McBride, que ya tiene un lenguaje propio cuando traslada sus ideas a las cuatro cuerdas de su contrabajo. Es de esos músicos que entiende su trabajo como una misión, la de encumbrar de orgullo el arte de sus ancestros mientras enseña las delicias de los nuevos ritmos.

Joshua Redman barajó indistintamente el soprano y el tenor. En la segunda de las piezas apostó por el soprano, para hacer de “Floppy Diss” (escrita por McBride) una variante juguetona de las composiciones con las que nos sorprende a veces, tanto o más si comparte escenario con el fiel Mehldau (o es al revés, que el fiel es Redman). El caso es que desde bien pronto se acostumbró el auditorio a la estructura de intervenciones de saxo, piano, bajo y batería, por este orden. Blade se dejó ver para recordar por qué estaba ahí, con el resto de grandes, y fue arrollador. Luego se retiró para que el tema se cerrase de traca.  Fue cuando vino el momento de la presentación. El saxofonista tomó la palabra para recordar que hacía exactamente treinta años que había pisado Barcelona por vez primera, una “soulful city” según su parecer (es la ingenuidad del visitante lo que habla), y que ya al año siguiente vino acompañado del resto de jóvenes leones. Atacaron entonces un “Moe Honk” en el que Redman alterno los arpegios con la fiereza de su todavía ímpetu juvenil. Como si fuera una película clásica de espías en la que los buenos se salen con la suya, todos se conjugan para ir en pos de un único fin, tal y como había sido deseo de su compositor, Mehldau: hacer fácil lo difícil, no rendirse al lugar común y, ya puestos, disfrutar de las vistas cenitales de esa maravilla arquitectónica que es el Palau de la Música. Extasiado andaba Redman con la techumbre y los detalles sobre sus cabezas. “Undertow” volvió a mostrar las dotes del saxofonista en lo que concierne a la escritura de canciones memorables. Con ella alcanzaron la hora de concierto, que cerró de nuevo Blade a la batería. Siguieron a lo suyo, con “The Shade of The Cedar Tree”, una temprana composición de McBride de sus años en Verve que también ha tocado con su Big Band y con Inside Straight. Digno heredero de Ray Brown, Milt Hinton y Ron Carter, por señalar unas referencias evidentes en su toque, el contrabajista de Filadelfia sobresale por su pulsión prístina, por un caminar dejando huella y por alimentar la melodía en cualquier altura de su mástil. Sin solución de continuidad, le tocó el turno a “Your Part to Play”, compuesta por Blade, en la que Redman echó a volar y el baterista persiguió ese vuelo con las mazas y un juego de disonancias que, milagrosamente, no lo parecieron en ningún momento. Todo fluye con naturalidad. Asunto peligroso. Luego uno se va a ver otros espectáculos y todos palidecen a la vera de estos cuatro jinetes del Cantar de los Cantares. Y es que no hay aquí apocalipsis ni armagedones, y sí mucho amor por el trabajo bien medido y de noble herencia. Música sensual en cualquiera de los registros y expresiones del grupo, lo suyo es un diálogo con los dioses, o al menos, el intento de recordarles que no lo hicieron tan mal cuando nos dejaron al amparo de las cuevas. Y hasta hoy.

Como no podía ser de otro modo, le llegó el turno al recuerdo del temprano MoodSwing, con el ataque a “The Oneness of Two (In Three)”. Alrededor de veinte añitos rondaban todos cuando Redman compuso la pieza. El saxofonista regresó al soprano y le inyectó un tremendo swing al tema, que hizo que el respetable no se percatara de que ya llevábamos más de hora y media de actuación. Y llegaron entonces los bises, dos, por si todavía quedaban incrédulos en la sala modernista, convertidos en sendas fiestas por el regalo ofrecido y por el recibimiento devuelto. El cuarteto recordó que en eso de los géneros no cabe conclusión, y se descolgaron con una memoria hecha gema musical de lo que supone el bebop bien entendido. Son portentos, los cuatro, sin excepción. Las caras del público así lo atestiguaban. Todos entendimos que estábamos presenciando un concierto histórico. Pocas veces puede vérseles juntos haciendo de las suyas. Cada uno conduce sus propios proyectos y es difícil hacerles coincidir. De ahí que el regalo fuera doble: el obsequio de su presencia y la melancolía por ser sabedores de la fugacidad del acontecimiento. Si Hemingway levantara la cabeza ya no diría aquello de ‘París era una fiesta’; cambiaría sin duda el nombre de la capital gala por el de una Barcelona que se convirtió por unas horas en un vórtice de energía cósmica para que ya a nadie se le ocurra pensar que las revoluciones sólo pueden llevarse a cabo con las armas. Bueno, si las armas son un saxo, un piano, un contrabajo y una batería, a lo mejor hasta yo me apunto al combate. Al salir por las puertas giratorias del Palau, uno no puede por más que reconocer que Cannonball sólo tenía parte de razón. Sí, se viven momentos de ensalzamiento de la mediocridad, pero quedan compensados con espectáculos como los que ofrecieron estos cuatro monstruos —en su etimología primigenia de rarezas, de extraños, de insólitos— del arte jazzístico. Si no regresan, alguien al menos habrá tenido la fortuna de tenerlos muy cerca y la fortuna de que la onda expansiva que provocaron esas dos horas haya interferido en su epigenética para alegría y disfrute de sus contemporáneos. ¿Dijo alguien que no somos afortunados?

Written by Enrique Turpín

Enero 12, 2022

Orquestra Jazz de Matosinhos & Chris Cheek

Orquestra Jazz de Matosinhos & Chris Cheek

Orquestra Jazz de Matosinhos & Chris Cheek

08

ENERO, 2022

Oporto se viste de gala para celebrar los veinticinco años en activo de una de las propuestas culturales y educativas más completas e interesantes relacionadas con el ámbito musical de Portugal; la Orquestra Jazz de Matosinhos. Actualmente bajo la dirección artística de Pedro Guedes, la Orquestra Jazz de Matosinhos (OJM), aparte de cumplir el papel de Orquesta Nacional de Jazz de Portugal, es un proyecto multidisciplinar que funciona como institución sin ánimo de lucro con el objetivo de promover la creación, la investigación, la divulgación y la formación en el campo del jazz.

 

 

Muchos son los frentes que la OJM ha ido abriendo en estos veinticinco años de trabajo continuo, y dos los ejes principales de su filosofía: aunar la proyección internacional con un insobornable sentido de la responsabilidad local. Pionera en territorios a menudo inexplorados, la OJM enfoca esos dos grandes ejes (desde dentro y hacia fuera, podríamos decir) mediante el desarrollo de proyectos artísticos diversificados, proyectos de formación y la grabación de jazz portugués. Entre los muchos proyectos auspiciados por la OJM destacan el ciclo Nuevos Talentos del Jazz, en funcionamiento desde 2014, que supone la oportunidad para jóvenes músicos de tocar como solistas al frente de la Big Band; o el Centro de Alto Rendimiento Artístico (CARA), que no es sólo una editorial, sino también un espacio de 800 m2 donde se promueve el diálogo entre arte, ciencia y tecnología, concretamente a través de proyectos multidisciplinares destinados a la investigación y al desarrollo para la creación, disfrute y difusión de contenidos creativos. Este espacio acoge conciertos, ensayos, grabaciones e iniciativas del Programa Educativo OJM; así como la publicación de trabajos discográficos, como el aclamado Jazz in the Space Age (2020), una revisión del histórico álbum de George Russell, grabado en vivo en Casa da Música con João Paulo Esteves da Silva y José Diogo Martins como invitados, y editado digitalmente.

Como Orquesta Nacional de Jazz, la OJM presenta repertorios de todos los estilos y épocas del jazz, con los que se ha convertido en presencia habitual en los escenarios de las principales  ciudades de Europa y Estados Unidos, entre ellas Barcelona (residencia de cuatro años en el Festival Internacional de Jazz Voll Damm de Barcelona), Belgrado, Bruselas, Marsella, Viena, Milán, Boston o Nueva York. En Nueva York, precisamente, la OJM ha realizado residencias en los clubes Birdland, Jazz Standard, Jazz Gallery o Blue Note, y fue la primera formación de jazz portuguesa en participar en un festival norteamericano.

El prestigio alcanzado en estos veinticinco años ha llevado a la Orquestra Jazz de Matosinhos a publicar numerosos y laureados discos, como Orquestra Jazz de Matosinhos invita a Chris Cheek (Fresh Sound New Talent, 2006); Portology (Omnitone, 2007), con Lee Konitz; Our Secret World (WomMusic, 2010), con Kurt Rosenwinkel; o Moras y Frambuesas (Universal Music, 2011), con Maria João. 

Para celebrar un hito tan meritorio como dos décadas y media de excelencia creativa y formativa, nada como volver a los orígenes. La creación de un repertorio original fue uno de los primeros y más destacados objetivos de la OJM, a partir de las composiciones de sus directores musicales: Pedro Guedes y Carlos Azevedo (dos nombres ineludibles en la transformación del panorama jazzístico luso); y qué mejor manera de honrar ese espíritu que ofreciendo un concierto de excepción, para el que la OJM contó de nuevo con la presencia del mismísimo Chris Cheek. De esta feliz ocasión ha surgido también la grabación de un disco conmemorativo, grabado el 1 de diciembre en el estudio CARA.

Written by Ricky Lavado

Enero 08, 2022

Peter Bernstein Quartet

Peter Bernstein Quartet

Peter Bernstein
Quartet

25

NOVIEMBRE, 2022

Peter Bernstein Quartet. Peter Bernstein, guitarra/ Sullivan Fortner, piano/ Doug Weiss, contrabajo/ Roberto Gatto, batería. Milano Jazz Club, 16 de octubre de 2022. 54º Voll-Damm Barcelona Jazz Festival

Texto: Enrique Turpin

Fotos: Clara Conill

 

 

Habrá que aplaudir sin tapujos la buena idea que ha tenido el Voll-Damm Barcelona Jazz Festival de acoger bajo su manto propuestas como la del Milano Jazz Club, en el sentido de aglutinar bajo un mismo membrete lo que pudiera haber sido una programación paralela al Festival que hubiese despistado a muchos simpatizantes de las músicas improvisadas que viven o visitan la Ciudad Condal por estas fechas.

El Milano mantiene su autonomía pero sirve de nido para propuestas más íntimas. Festivales de Club, de esos en los que oyes respirar a los intérpretes y puedes sentir el modo de vertebrar sus ejecuciones, se dan pocos (el Festival de Jazz de Terrassa siempre tuvo esa inspiración), de ahí que se viviera con expectación renovada la presencia de Peter Bernstein al frente de su cuarteto europeo. Y decimos ‘europeo’ porque las labores de Peter Washington al contrabajo las suple Doug Weiss y las de Joe Farnsworth las lleva a cabo Roberto Gatto. Se mantiene, eso sí, el joven Sullivan Fortner al frente del piano (Cécile McLorin Salvant, Roy Hargrove…). La estrella, por derecho propio, era Peter Berstein, a pesar de que el guitarrista mantiene la humildad de quien sabe que su destino se cifra en hacer revivir cada noche los mandatos de algo más grande que él mismo, y eso no es otra cosa que la música de Jazz, sus designios y sus mensajeros. Con apóstoles como Bernstein, el legado se agranda y ennoblece, desde luego.

Venía el guitarrista a presentar el largo que facturó durante la pandemia. What Comes Next (Smoke Sessions Records, 2020) renuncia en su título a la pregunta que muchos de nosotros nos hicimos cuando tras la crisis llegó el bicho para quedarse (la crisis tan vez amaine, pero el virus ya será perpetuo). Optimista, el acompañante de lujo de Sonny Rollins, Brad Mehldau y Melvin Rhyne entre tantos otros ha buscado pasar el trago con un ‘lo que viene después’. Tras lamerse las heridas, toca dar un paso adelante. Ese paso lo ha dado retomando las giras y entregando nuevas piezas de orfebrería musical como la que acaba de publicar junto a sus cofrades Larry Goldings y Bill Stewart, el tan elocuente Perpetual Pendulum (Smoke Sessions, 2022). Pero aquí era el cuarteto montado para la ocasión el que pedía paso para reclamar su espacio entre los grandes, pese a la humildad reconocida del líder.

Con el Milano a rebosar, lo cierto es que el bolo tuvo un invitado inesperado, una suerte de quinto Beatle, convirtiendo al cuarteto en quinteto sin solución de continuidad. Desconozco el nombre de quien ejercía de jefe de sala, acomodador, cobrador del frac y barman, un mâitre de los que ya no quedan. Hubo movida entre las butacas, pero fue para bien, y mi Spritz supo a gloria. Pero al fondo estaba Bernstein y los suyos, dando cuenta de lo que debe ser un concierto de jazz straight, directo y sin estridencias, que no es lo mismo que aburrido, todo lo contrario. El guitarrista hace fácil lo difícil, y eso lo saben de Sonny Rollins a Brad Mehldau, en fin, todos aquellos a los que ha hecho mejores con su arte. Los referentes más claros del tocar de Bernstein son Jim Hall y Kenny Burrell, aunque se cuelan otros por derecho. Con “Simple As That” se vio claro. Los siete minutos de la composición original se fueron a más de diez (esa fue la tendencia, temas largos donde cabe todo un mundo de improvisación), y se iniciaron con cuatro minutos de solo y una réplica del mejor de sus acompañantes, el siempre despierto Sullivan Fortner. Después de que el guitarrista le diera la espalda al respetable, sin el endiosamiento de Miles Davis, desde luego, fue el momento de que el cuarteto se presentara, empezando por el contrabajista y acabando por el batería.

El segundo de los cortes de la noche abrevaba en las aguas del más puro bebop, haciendo espídica la tarde y demostrando que no hay idiomas caducos cuando el arte hace acto de presencia. Lo demás, pura falacia para advenedizos y apocalípticos que han caído en las redes insulsas de la modernez recalcitrante. ¡Va de retro, Satana! Para fijar los parámetros en los que iba a moverse la actuación, apareció el fantasma festivo de Thelonious Monk y la cosa ya quedó suficientemente clara. Un “Love for Sale” se alió con la noche para hacerla memorable, evocando momentos de grandeza compositiva de los sesenta, cuando el hardbop campaba por sus respetos. Quince minutos para que se volviera a lucir Fortner y Gatto hiciera de las suyas.

Los medios tiempos son dominio de Bernstein, y traen a las mientes a grandes como Wes Montgomery o Grant Green. El cuarteto secunda bien al líder, aunque esa no fue la noche de Doug Weiss, un tanto errático y comedido, cuando la fiesta pedía entrega y actitud. Suerte que los blues lo arreglan todo y los bendings y las quintas disminuidas se adueñaron de la sala. Como si Wynton Kelly hubiera regresado del Olimpo donde descansan los pianistas inmarcesibles, le llegó la réplica a Bernstein de la mano de Fortner, hoy ya dueño de su arte sin discusión. Embozado tras la mascarilla de rigor, logró subir los enteros del cuarteto. El guitarrista ha hecho bien en mantenerlo en esta gira europea. 

Concierto breve, pero bueno. Total, dos veces bueno. No se fue a más de cincuenta minutos, pero quién cuenta las horas cuando la vida te hace estos regalos. Hubo compromiso y la sala lo agradeció. Mientras, nuestro maître seguía en sus labores, como si lo ocurrido allí fuera la música de fondo para continuar con su tarea. Al fin, todos profesionales. Así da gusto.

Written by Enrique Turpin

Noviembre 25, 2022

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