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Greg Osby
Minimalism (Inner Circle Music, 2023)

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Febrero, 2024

Greg Osby, Minimalism (Inner Circle Music, 2023). Greg Osby, saxos, composiciones/ Tal Cohen, piano/ Joao Barradas, acordeón/ Nimrod Speaks, bajo/ Adam Arruda, batería/ Viktorija Pilatovic y Alessandra Diodati, voces

Texto: Enrique Turpin

EL DESAFÍO DE LA INCERTIDUMBRE

Me había propuesto parapetarme y rescatar toda la discografía de Greg Osby (Saint Louis, Missouri, 1960) a lo largo de los años para tratar de razonar las excelencias del último de sus trabajos, desde aquellos lejanos y seminales volúmenes editados por la no menos imaginativa y adelantada discográfica JMT (allá por los años ochenta, luego reeditados con esmero por Winter & Winter), pasando por el desembarco en la major Blue Note en 1990 (los años dorados), hasta llegar a las producciones de Inner Circle Music, a partir de 2008 y la entrega de Nine Levels. El paso de los días ha conseguido poner las cosas en su sitio y obliga a fijar el empeño de Osby y los suyos sin necesidad de tanto aparato y tanto parapeto justificativo. Que Greg Osby es grande ya lo sabíamos desde hace décadas; que además su apuesta artística es de un tamaño que ronda lo clásico como concepto (esas músicas que siempre tienen algo que decir con el paso de los años) tampoco viene de nuevo; que, al fin, haya conseguido una independencia con la que llevar a cabo cualquiera de sus propuestas es lo que hoy merece considerarse. Ya son legión quienes se han aventurado a emprender aventuras ajenas a los tentáculos de las grandes corporaciones del entretenimiento, en un intento por mantener la autonomía y el control de sus trabajos sin más interferencias que el diálogo con la tradición y el encuentro con los maestros que les sirven de guías, como si hubiesen entendido que aquí lo que importa es el dibujo del alma, no el marco que lo sostiene. Véase a este respecto las empresas levantadas por Jason Moran, Ben Allison o el avezado John Zorn, entre tantos, todos ellos observantes de las nuevas formas de afrontar el reto de sobrevivir en tiempos revueltos.

Lejos quedan los días de la vinculación de Greg Osby con el colectivo M-Base (‘Macro-Basic Array of Structured Extemporizations’, ahí es nada), centro de reuniones donde también sus amigos Steve Coleman y Gary Thomas —por hablar únicamente de saxofonistas— recalaban a la búsqueda de nuevas sonoridades al tiempo que intercambiaban ideas y energías. Pronto vislumbró el de Saint Louis que los nuevos lenguajes jazzísticos debían incorporar las músicas urbanas, como siempre hizo el jazz en su heterogeneidad y encrisolamiento, algo que le venía de cuna, por lo que no dudó en apropiarse de métodos hiphoperos con los que tratar de avanzar hacia un futuro que parecía no tener techo. Grabaciones como 3-D Lifestyles (Blue Note, 1993) o Black Book (Blue Note, 1995) supusieron un considerable ejercicio de modernización de estructuras y ritmos, sobre todo ritmos, la piedra filosofal en la que continúa pivotando el jazz contemporáneo. Avanzado a su tiempo, no dudó en darle carta de naturaleza a los nuevos géneros e integrarlos sin fisuras en el que le era más afín, pero no olvidó a sus ancestros ni a sus congéneres con idioma común. De ahí que se pusiera al frente de la renovación de la mirada clásica con la edición de New Directions (Blue Note, 2000), un diálogo con la tradición de la casa madre al que se unieron luminarias de la talla de Stefon Harris, Jason Moran, Tarus Mateen, Nasheet Waits (los Bandwagon al completo) y Mark Shim dándole las réplicas al líder con el saxo tenor. Tampoco olvidó a grandes precursores, de Jim Hall a Andrew Hill (a quien dedica la hermosa “Thank You For Your Time” del disco que nos ocupa), de Joe Lovano a Jeff “Tain” Watts, sin renunciar a probar incorporaciones poco ortodoxas como las de la cantante Joan Osborne (Public, Blue Note, 2004) o Sara Serpa (9 Levels, ya en la etapa de Inner Circle Music, bautizada así por el disco homónimo de 2002). Por aquel tiempo, Greg Osby y su banda retroalimentada y circular ya eran una de las formaciones ineludibles de la escena internacional. El destino, no obstante, le tenía reservadas nuevas tretas en el camino. Y hasta hoy.

 

 

Han debido pasar casi tres lustros para que Greg Osby decidiera que era hora de entregar una nueva aportación al universo musical de nuestro tiempo, ya en Era Post-Covid, aunque fuera grabado en 2019. Lo hace rodeado de nuevos nombres, en un afán por poner en valor a talentosos instrumentistas de gran calibre que todavía no han encontrado los espacios de expresión que les serían de justicia, empezando por el acordeonista João Barradas (en la estela inventiva de Gil Golstein), y continuando por el piano de Tal Cohen, el bajo de Nimrod Speaks y la batería de Adam Arruda. Un quinteto que se completa con las voces de Viktorija Pilatovic y Alessandra Diodati, tratadas como un instrumento más, a la caza de atmósferas y texturas armónicas que realcen en trabajo de Osby al frente de la formación. Grabado entre Philadelphia y New Jersey, el saxofonista ha producido para Otzone casi una hora de música en la que cabe la vivacidad de “Circular Facets Squared”, “Dedicato” (con la mirada puesta en un homenaje al llorado Wayne Shorter) y “Minimalism” (el tema que abre el disco y que sirve de título al trabajo) con cortes más meditativos como “I Forgive You” (firmada por Becca Stevens) o “Journey” (relectura de la composición de Kendrick Scott), sin que el uso del saxo alto o el soprano induzca a pensar en la delicadeza o aspereza de las composiciones, lección que aprendió del maestro Coltrane. Por momentos, como ocurre en los cinco minutos de la sublime “Once Known”, la aparición de las voces, que conjugan el vocalese con la canción, recuerda a Perrier Street (Sunnyside, 2012) uno de los discos del infravalorado guitarrista Davy Mooney, allí con la voz doblada de Johnaye Kendrick. Pero si en algo se parece Minimalism a alguien es al propio Osby, que para la ocasión ha reinventado algunos de sus métodos compositivos, aislado motivos recurrentes en su territorio sonoro, un modo de evitar los lugares comunes y no caer en lo formulístico y lo predecible, a la vez que fue acortando la extensión de las composiciones en aras de una fidelidad a la historia que deseaba contar. Porque de historia habla, de fábula, de cuento (story) con todos sus ingredientes. Con el eco del maestro del microrrelato Augusto Monterroso, para quien cada día que pasaba debía consistir en borrar una línea, reconvirtiendo a sus intereses el adagio clásico —nulla dies sine linea—, Greg Osby ha dejado casi en los huesos lo que en otro tiempo hubieran sido bloques sónicos de gran densidad. Se llega al mismo lugar sin tanto aparato, viene a decirnos con las elocuentes maneras de Minimalism, con una vuelta al ruedo de altista tras sus esfuerzos compartidos con Marc Coplan, Andrew Cyrille, Florian Arbenz, Tyshawn Sorey, Philip Catherine, Michele Franzini, Bobby Previte, John Abercrombie o Tineke Postma, sin olvidar su faceta docente ni su aportación teórica y metodológica para uso y disfrute de las nuevas generaciones.

He ahí la clave para interpretar el nuevo trabajo del saxofonista desde aquel mencionado y ya lejano 9 Levels, que sin la intervención de las tijeras y la reimaginación compositiva hubiera dado lugar a un disco doble que no respondería al estado actual de la imaginación osbyana. La frase Menos es más cobra así verdadero sentido y honra a Osby en un mundo donde a menudo la egolatría le gana la partida a la sensatez, en detrimento del arte verdadero. El saxofonista ha declarado que prefiere “el desafío que trae consigo la incertidumbre, principalmente porque el rendimiento obtenido de afrontar el riesgo es muy rico. La música es una fuerza progresiva y próspera, que a menudo se alimenta de una variedad de fuentes no explotadas o no relacionadas. Y no es algo que debería ser dependiente de formas, prejuicios o expectativas establecidas”. 

Lo que despista un poco es la portada escogida para ilustrar el trabajo, en la que Martel Chapman muestra el retrato de Osby con reminiscencias esculturales africanas a modo de máscara tribal. Y sí, se entiende la simplicidad de líneas, el efecto contenido y el canto a la línea pura, pero el jazz está repleto de esa imaginería que conduce a otros lugares donde la polirritmia percusiva campa por sus respetos. La reinterpretación del logo con los cinco círculos que acompaña a la discográfica del saxofonista desde hace décadas hubiera sido mejor opción para expresar el sobresaliente ejercicio de contención que habita el universo del genio de Saint Louis. Salvando la errónea identificación visual de Minimalism cabe señalar que nos encontramos ante un aporte mayor en la ya mayor carrera artística de Greg Osby. 

 

 

Interview by: Enrique Turpin

Febrero 26, 2024

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