LUÍS VICENTE, JOHN DIKEMAN, WILLIAM PARKER, HAMID DRAKE
No Kings!
Review
15
Octubre, 2025
Texto: Enrique Turpin
Fotos: Nuno Martins
REVIEW. In&OutJazz Magazine
No Kings! (JACC Records, 2025). Luís Vicente – trumpet, bamboo flute, bells/ John Dikeman – tenor saxophone/ William Parker – double bass, gimbri, gralla, wooden flutes/ Hamid Drake – drums, percussion, voice
CUATRO HOMBRES SIN PIEDAD
Hay un momento en El hombre elefante (David Lynch, 1980) en que el protagonista desafía su condición y, lo más importante, se rebela contra su destino al clamar: “¡No soy un elefante! ¡No soy un animal! ¡Soy un ser humano! ¡Soy un hombre!” Es el mismo grito que décadas antes proclamaron los trabajadores sanitarios de Memphis, cuando en 1968 entraron en huelga y se convirtieron en punta de lanza del Movimiento por los Derechos Civiles al exigir igualdad y respeto para los trabajadores afroamericanos que eran tratados con indignidad y mal pagados. “I Am A Man” también se ha utilizado histórica y contemporáneamente de diversas maneras para reivindicar los derechos y la humanidad de las personas, un clamor que ya venía desde los abolicionistas del siglo XVIII, pasando por la decisión Dred Scott de la Corte Suprema de los Estados Unidos en 1857 —la que anulaba la ciudadanía a los descendientes de esclavos—, hasta llegar al lema por el que el Dr. Martin Luther King Jr. fue asesinado mientras se encontraba en Memphis para ayudar la huelga de sanitarios que se convirtió en un punto focal del movimiento. Aquella poderosa declaración de dignidad la recogió el tempranamente desaparecido trompetista Ron Miles en I Am A Man (Yellowbird Records, 2017), donde colaboraban Jason Moran, Bill Frisell, Brian Blade y Thomas Morgan.
Con la misma fiereza e intensidad que proclamaba aquel grito el monstruosamente deformado y elefantiásico John Merrick en el film de Lynch, el cuarteto compuesto por Luís Vicente, John Dikeman, William Parker y Hamid Drake busca alzar la voz en No Kings!, el disco que les grabó en directo Ron Ruiten el 14 de julio de 2022 en The Bimhuis (Amsterdam) para el sello JACC Records. Se trata de una única composición al aire en la que participan los cuatro músicos en un democrático intercambio simbiótico a fin de mostrar el modo en que la música se abre paso en tiempos aciagos. Todo es política o nada lo es. El cuarteto queda lejísimos de caer en el idiotismo que supone renunciar a la intervención civil. El idiotés clásico que decidía libremente renunciar al voto y a los demás derechos políticos, apartándose de la vida pública, se desentendía de su ciudad y se dedicaba exclusivamente a sus negocios privados, lo que esto era considerado como una verdadera rareza, si no una excentricidad en la antigua Grecia. Y de ahí a hoy.
El diseño de Joana Monteiro no deja lugar a dudas, con una tipografía que responde al grito y un tamaño exuberante, acorde con la proclama del grupo. Queda claro que, a pesar de haberse grabado hace algo más de tres años, el discurso no ha perdido vigencia (siempre pasa con las cosas buenas), todo lo contrario. El intercambio a modo de guerrilla que propicia el grupo ha acabado dando forma al título del volumen. Un ¡Sin Reyes! en la traducción española que quiere recordar la serie de manifestaciones en diferentes estados de los Estados Unidos, iniciadas el 14 de junio de 2025 y convocadas por opositores a la segunda administración del presidente Donald Trump. La deriva autoritaria de la última legislatura del autócrata Trump, ya sin tapujos ni ocultaciones, ha debido ser la causa de la elección del título de la composición. El signo de los tiempos genera nuevos sintagmas y alteraciones en las formas de pensarlos. Y si no que se lo digan al sociólogo, asesor político hasta que perdió la fe, y hoy ensayista Giuliano da Empoli, que en La hora de los depredadores (Seix Barral, 2025) analiza con prístina lente el hecho inquietante de que el caos ya no es el arma de los insurgentes, sino el sello del nuevo poder, ese mismo que guiña un ojo al Antiguo Régimen. El asunto provoca escalofríos al más pintado.
Pero ahí está el cuarteto liderado por Luís Vicente (el proyecto es eminentemente portugués, con el soporte de la Fundación GDA) para dejar constancia en una única toma sin cortes, pues el pensamiento nunca descansa, de lo que puede contarse desde el arte a propósito de los cauces por los que se nos obliga a conducirnos en este tiempo donde el hundimiento de la democracia nos obliga a cuestionarnos si vamos hacia delante o hacia atrás. Sesenta y ocho minutos y dos segundos en los que el concepto de comunión cobra verdadero sentido. Con Parker y Drake, viejos amigos curtidos en mil batallas, señores del free con mayúsculas, vertebran un proyecto firmado a cuatro manos en los que los vientos de Vicente y el a menudo acompañante de la sección rítmica, el originario de Wyoming pero afincado en Holanda John Dikeman, cuyo currículo va desde la Metropole Orkest a la Cairo Symphony Orchestra, pasando por la plana mayor del jazz del Mar del Norte. Con apuntes que se mueven con soltura entre las invenciones del Evan Parker más juguetón al John Zorn más fiero, el saxofonista se maneja con inapelable soltura tanto en los registros melódicos como en los rítmicos, dando réplicas o propiciando un diálogo fluido con Luís Vicente. Así, el arco de Parker abre el camino para que ya antes de los tres minutos, el oyente sepa a lo que atenerse: no vienen a ofrecer respuestas, sino a hacer las preguntas necesarias. Amparados por una suerte de atracción por el abismo, el territorio sonoro que propone el cuarteto logra ser inventivo y testimonial a un tiempo, como si quisieran vertebrar las biografías de cada cual con las respuestas que tratan de dar al mundo que les ha tocado vivir. Saben que los nuevos mandamases vienen de la insurgencia digital infantiloide, esa que no desea límites ni regulaciones, como el neoliberalismo del que nació, pero elevado a las alturas fantasmales de la era del bitcoin. Que la música llegue a convertirse en una declaración de los derechos civiles contra la opresión no es más que el camino natural de estos cuatro instrumentistas siempre insatisfechos. De ahí que la animalización y el jolgorio selvático a mitad de tema, con la mirada puesta en el jazz acunado en África —las variopintas percusiones de Drake, las flautas de madera y el gimbri de Parker, las flautas de bambú y las campanas de Luís Vicente, los aires casi saharianos de los vientos de Dikeman—, esa jungla llena de vida, despegue en la media hora restante hacia el territorio de la insolencia, insolencia desde la perspectiva del poder, orgullo desde la perspectiva del oprimido. Cuando las causas son nobles, la lucha es obligada. Como decía Lorca: “No vamos a llegar, pero vamos a ir.” En ese movimiento hacia delante todo acabará encajando, todo tendrá sentido. La música, con nosotros dentro de ella. Será un modo de acabar con los monarcas infames, hacia los que no cabe piedad alguna. Mientras, nos seguiremos afirmando hombres. Escuchando con detenimiento No Kings! se puede aprender a gritar, y a luchar. No les quepa duda.
