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Clean Feed Records

Clean Feed Records

Clean Feed Records

25

SEPTIEMBRE, 2022

Llevar más de veinte años al frente de un sello discográfico y lograr no solamente mantenerse a flote, sino ser considerado de forma habitual uno de los cinco sellos más importantes del mundo por publicaciones como All About Jazz (además de acumular nominaciones año tras año a mejor sello por la Asociación de Periodistas de Jazz de Estados Unidos) supone un logro titánico en los tiempos que corren, y una demostración esperanzadora y palpable de que en la era del consumo rápido, la vacuidad artística y las fórmulas preconcebidas sigue quedando hueco para la pasión, la búsqueda de nuevos caminos creativos, el afán investigador y la profundidad de contenido en el mundo de la música. El artífice de este logro titánico del que les hablo es un joven portugués llamado Pedro Costa, que desde 2001 dirige Clean Feed Records; una maravillosa anomalía dentro de la industria musical que a lo largo de dos décadas ha funcionado como hogar y plataforma de expresión de cientos de artistas dedicados a transitar los márgenes más libres e innovadores del universo del jazz y la música improvisada.

Clean Feed Records Playlist

Melómano romántico, y movido por una pasión y una determinación irreductibles tras más de una década trabajando en tiendas de discos, Costa decidió arrancar su aventura discográfica con una misión que, veinte años después, sigue resumiendo la filosofía principal de Clean Feed Records: Los grandes sellos no están grabando nuevos artistas, así que depende de nosotros hacer esa tarea de capturar y documentar una era… El jazz se trata de descubrir nuevos sonidos y autenticidad”. Bucear en el catálogo de Clean Feed Records (cientos de referencias publicadas por el momento) supone sumergirse en un universo tan fascinante como inabarcable, donde el free jazz contemporáneo camina de la mano de la música concreta, la experimentación electrónica, el folklore o las más diversas interpretaciones de lo avant-garde. Música inquieta y escurridiza que huye de formulaciones al uso y se expande en mil direcciones diferentes, siempre mirando al futuro. En palabras del propio Pedro Costa: “Nos gusta grabar nuevos artistas y nuevos sonidos. No me gusta grabar a los viejos haciendo lo mismo de siempre. Grabar viejos estándares de nuevo simplemente no tiene sentido”. 

Alternando desde el principio la publicación de artistas establecidos con una tarea constante de búsqueda de jóvenes talentos de vanguardia, Clean Feed Records supone un puente comunicativo entre Estados Unidos y Europa que establece conexiones entre artistas difíciles de calificar a ambos lados del Atlántico. Desde Estados Unidos, han encontrado su hogar en Clean Feed Records el post-bop de The NU Band (con Roy Campbell y Lou Grassi entre sus filas), los inclasificables universos sonoros de la pianista Angelica Sanchez o la contrabajista Lisa Mezzacappa, el inconformismo multidisciplinar de Rob Mazurek, o nombres imprescindibles de la música libre estadounidense como Tony Malaby, Fred Frith, Charles Gayle, Dennis Gonzalez o Anthony Braxton, entre muchos, muchos otros. Conviviendo e interactuando con esta vertiente norteamericana del sello, nos encontramos con la vanguardia británica del saxofonista Paul Dunmall o el batería Eddie Prévost, los experimentos free jazz del brasileño Ivo Perelman, la conexión Suiza-Nueva York de WHO Trio, la improvisación progresiva del alemán Christian Lillinger, la fusión improbable de americana y música de cámara de los noruegos Ballrogg o el ruidismo abstracto de Godforgottens, desde Suecia, por poner unos pocos ejemplos.

Y Portugal, claro; Clean Feed Records (y su sello filial Shhpuma) son, indiscutiblemente, las más poderosas plataformas de las que dispone la fértil y creativa escena experimental lusa para darse a conocer al mundo. La distancia respecto a centros neurálgicos del jazz como Nueva York, Chicago o Londres permite al sello mantener una vista amplia y desprejuiciada de los terrenos que quieren cubrir con su trabajo: “Estar en Nueva York sería como estar en una cueva. Desde Lisboa podemos ver el mundo”. Este afán de documentación y promoción de la vanguardia de la música portuguesa por parte de Pedro Costa nos ha permitido descubrir y disfrutar de la pianista y bailarina Joana Gama, las aventuras free de Rodrigo Amado, Susana Santos Silva o Sei Miguel, la abstracción paisajística de Maria da Rocha o la elegancia al piano del fallecido Bernardo Sasseti, y no únicamente a través de la publicación de sus discos; Costa compagina su labor como director de Clean Feed Records con la de comisario de numerosos festivales de jazz, desde los portugueses Jazz ao Centro (Coimbra) o Jazz as Quintas (Belem) al Festival de Jazz de Ljubljana.

Tozudo, incansable y todavía imbuido del mismo espíritu innovador e incombustible que le llevó a fundar Clean Feed Records hace ya más de dos décadas, Pedro Costa continúa siendo el motor principal detrás de uno de los sellos más interesantes y sorprendentes al que nos podemos asomar hoy en día, y lo hace además sin dar muestras de agotamiento y sin bajar el nivel del material publicado, algo que debería ser una noticia maravillosa para cualquier persona con oídos inquietos que quiera huir de la música fácil e inocua. Obrigado, Pedro.

Written by Ricky Lavado

Septiembre 25, 2022

Perico Sambeat Atlantis (Karonte, 2022)

Perico Sambeat Atlantis (Karonte, 2022)

Perico Sambeat

Atlantis (Karonte, 2022)

12

SEPTIEMBRE, 2022

Perico Sambeat, saxo alto y flauta/ Fabián Almazán, piano/ Pablo Menares, contrabajo/ Rodrigo Recabarren, batería. Atlantis (Karonte, 2022)

Texto: Enrique Turpin

Foto de cabecera: José Luis Luna Rocafort para Tomajazz

Fotos: Vilma Dobilaité

Quien diga que las leyes del mundo no están regidas por el azar habrá de reordenar su mundo para no imaginar encuentros como los que han hecho posible este Atlantis de Perico Sambeat, que con tan buen tino ha producido él mismo para el sello Karonte, siempre dispuesto a dar cabida a los empeños más heterodoxos e insobornables de la escena española, con ramificaciones allende los mares, que osados son muchos, y no merece desaprovechar oportunidades para darles voz.

 

 

Había una vez un seminario de jazz en Almendralejo que reunió en 2019 un cuarteto formado por el saxo alto y la flauta de Perico Sambeat con un trío compuesto por Fabián Almazán al piano, Pablo Menares al contrabajo y Rodrigo Recabarren en labores de batería. Tres nacionalidades hermanadas por unas sola patria, el jazz. El piano cubanísmo del joven Almazán se unía a la pareja chilena de Recabarren y Menares, éste último presencia insustituible en las formaciones de Melissa Aldana desde los tiempos del Crash Trio (Concord Jazz, 2014). Apunta Jorge García en las ejemplares notas que acompañan como libreto la grabación de Sambeat que Atlantis “puede ser también una referencia al vínculo marítimo que une al saxofonista con el trío rítmico”, y no debe faltarle razón, aunque cabe sospechar para suponer que lo atlántico es más un estado de ánimo que un espacio físico: también hay atlantismos en el Mediterráneo, no en balde tenemos media península bañada por sus aguas, y algo de él se cuela por el estrecho de Gibraltar, por suerte, si no esto sería insufrible.

El mismo año de la presentación en sociedad, el grupo recaló en septiembre en los Estudios Milenia de Valencia, cuna del líder (Godella, Valencia, 1962), y fijaron para la eternidad ocho composiciones de largo aliento (rozan los siete minutos de media) en las que dejan entrever que su arte debiera tener oportunidad de nuevos encuentros. Con excepción de “Lem”, compuesta por Menares, suponemos que como homenaje al escritor polaco de futuros inciertos, y “Forlane”, una relectura de la balada prodecente de Le Tombeau de Couperin de Ravel, con ecos de la versión que Hubert Laws hiciera para su disco Romeo & Juliet (CBS, 1976), el resto de piezas vienen firmadas por Perico Sambeat, más dueño de su arte que nunca.

Cuentan que la atmósfera del disco le vino a Sambeat convocada por un sueño, como ha pasado con otros artistas, desde el “Purple Haze” de Hendrix al “Let It Be” de los Beatles, desde el “Everybreath You Take” de The Police al “I Can’t Get No (Satisfaction)” de los Stones. Esa melodía lleva por título “Somnis” (‘sueños’ en catalán) y deja constancia de su onírico origen, al tiempo que marca el tono de la grabación, con ese aire de ensueño y la seña aflamencada que acompaña a Perico como carga genética de su música (Ahí anda Ademuz o la Flamenco Big Band para corroborar lo evidente). El tema sirve a su vez para presentar al grupo que acompaña al valenciano, una suerte de rítmica de ensueño que potencia lo que de por sí ya ofrece la música del líder: acomodo a las raíces, arrojo por lo indómito, reactualización de vías clásicas y alardes de genio creativo. Aquí lo andalusí, que no lo exclusivo andaluz, se nutre de aires de otras latitudes, pero todo encaja a la perfección gracias al buen ajuste del cuarteto, la formación más querida por Sambeat para desarrollar su arte, aunque el quinteto que montó en Friendship (ACT, 2003) tira de espaldas, por no hablar del trío impagable que forma junto a Javier Colina y Marc Miralta.

El disco avanza con un homenaje al tenor Henderson, en forma de composición homónima. “Joe” contiene trazas hardbopianas y ritmo latino, con un Almazán desbocado con el deje de barroquismo cubano que sigue el rastro de la familia Valdés, sin llegar a lo volcánico. La composición viene de lejos, pero es la primera vez que Sambeat la fija en una grabación. Lo energético se hermana con lo sutil, y sirve para presentar las dotes de Rodrigo Recabarren, que también ha participado en proyectos junto a Javier Vercher, otro valenciano ilustre que en este disco firma además algunas de las fotografías de la carátula (la foto de portada corre a cargo de Maya Sambeat, todo queda en casa).

Aunque el disco rezuma atlanticidad por los cuatro costados, eso no impide que se transgreda la geografía que habita en él y se viaje al Pacífico Sur -homenaje para recordar la tierra mítica de la proceden los habitantes de la Isla de Pascua, como cuentan las crónicas legendarias que hablan de “Hiva”-. En compás ternario, la pieza introduce otro de los instrumentos que Sambeat maneja a la perfección: la flauta. Pocos, excepto Jorge Pardo, pueden seguirle los pasos a su disposición lírica. La composición sigue una estructura circular, dejando espacio para el progreso armónico y se incluyen en ella una percusión de palmas que ahonda en el aire flamenco que jamás abandona el disco. El pianismo de Almazán se torna obsesivo, y por momentos se acerca a un estado de trance por el que deambular a gustos para dejar aflorar esencias que vienen de muy adentro. Tal vez para preparar el camino a “Leviatán”, otro título mítico, en esta ocasión haciendo honores al monstruo marino bíblico del que sólo conocemos la versión masculina par evitar la procreación y así quedar libres del mal infinito que supondría su estirpe. Los ecos de Ornette Coleman son evidentes, así como la mirada Post-Bop, con Almazán guiñando un ojo a los Beatles (cita animosa de “With A Little Help From My Friends”) mientras se congracia con la disonancia free.

“Forlane” sirve de remanso baladístico para atacar la parte final del disco. En claro homenaje a Ravel y Le Tombeau de Couperin, la pieza muestra toda su elegancia y lirismo con unos ejecutantes dueños de su arte, congraciados con una conexión más allá de lo cómplice. Marco Mezquida ha hecho su propia lectura del universo del músico vasco-francés, pero se olvidó de esta hermosa composición. Ser clásico es eso, ser eterno, contar en cada momento algo nuevo desde un lugar que ya nos pertenece a todos. Ahí Ravel gana por goleada. Y Debussy no le va a la zaga, por poner otro ejemplo de creador afín a los tiempos actuales.

Con la idea de finura y tersura surge “Alisios”, un tema que rinde memoria a esos vientos de carácter delicado y amable, de fuerza mesurada, que soplan con regularidad de noreste a suroeste, y conservan una languidez regular que los hace necesarios para cualquier ruta –emocional o física- que se emprenda. Se trata de un medio tiempo en ritmo 12/8 que sirve de preámbulo a la gamberrada hardbopiana de “Rabbitt Dust”, energética y divertida, muy à la Lee Morgan. Arranca de súbito con un ataque a saxo solo que desemboca en un alarde rítmico muy jocoso y animado. La vena lúdica da paso a un último remanso melódico, donde Menares, tras las intervenciones de Sambeat y Almazán, ofrece su solo más melódico de todo el conjunto. 

Pero Atlantis no es únicamente una concatenación de piezas que pudieran servir de excusa para montar un disco en honor a su líder. Con llevar eso por bandera, lo que en verdad muestra este magnífico álbum es que todavía queda espacio para la esperanza cuando cuatro espíritus libres se conjugan para crear al unísono y ofrecer al mundo lo que son en este momento de sus vidas. Han pasado tres años desde que entraron en el estudio. Perico Sambeat acaba de cumplir sesenta años, y uno imagina que las cosas pueden cambiar mucho en tres años. En el caso de este cuarteto al que se le augura larga vida, esas cosas sólo pueden ir a mejor. ¡Salve!

Written by Enrique Turpin

Septiembre 12, 2022

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