Select Page
Festival Jazz Madrid 2025 – Villanos del Jazz

Festival Jazz Madrid 2025 – Villanos del Jazz

FESTIVAL JAZZ MADRID 2025

Villanos del Jazz

Una Odisea Sonora entre virtuosismo, riesgo y tradición que ilumina Madrid

Como cada año, el Festival Villanos del Jazz volvió a unir fuerzas con el Ayuntamiento de Madrid para enriquecer la programación del Festival Internacional JazzMadrid 2025, configurando una edición especialmente robusta y diversa. A ello se sumaron iniciativas como el Festival de Jazz de Ciudad Lineal, 21 Distritos, Jazz con Sabor a Club y Jazz Círculo, que han convertido al otoño madrileño en una estación donde el jazz se respira en cada barrio tanto como las tonalidades doradas que envuelven la ciudad.

La Sala Villanos, el Teatro Pavón, el Café El Despertar y, sobre todo, el Teatro Fernán Gómez–Centro Cultural de la Villa se consolidaron como los epicentros del pulso jazzístico madrileño. Desde In&OutJazz Magazine asistimos a una amplia selección de los más de 150 conciertos programados. Lo que sigue es un recorrido detallado, y vivamente inspirado, por algunos de los hitos de esta edición.

El arranque fue contundente con The Wooten Brothers, que ofrecieron un espectáculo donde el groove marcó el eje de rotación de toda la noche. Victor Wooten volvió a confirmar que no es solo un virtuoso, sino un arquitecto del ritmo: polirritmias imposibles en el bajo, slap microscópicamente preciso y una elasticidad temporal que desafiaba la intuición. Regi “The teacher”, Joseph y Roy “Futureman” Wooten completaron un engranaje rítmico arrollador, capaz de levantar pasajes de funk sincopado, momentos de pura electricidad y una teatralidad casi performativa. El cuarteto hiló además un recorrido casi a modo de popurrí por sus hits y por temas que han marcado su propia evolución musical, un guiño directo tanto a los seguidores veteranos como a quienes se acercaban por primera vez a su universo sonoro.

Esa potencia llegó, sin embargo, acompañada de un componente visual casi acrobático que, aunque eficaz para encender al público, desplazó por momentos la atención del corazón musical de la propuesta. El grupo brilló especialmente cuando redujo ese despliegue escénico y dejó que la fusión hablara por sí sola, revelando una creatividad tan sólida como contagiosa. Una apertura vibrante y enérgica, marcada por un virtuosismo exuberante que, en sus mejores momentos, encontró su verdadero centro.

Sin perder inercia, volvimos al día siguiente al Fernán Gómez para uno de los conciertos más refinados del festival: Gonzalo Rubalcaba & Hamilton de Holanda. Frente al exceso anterior, este dúo propuso un espacio de escucha mutua y delicadeza arquitectónica. Rubalcaba ofreció un piano de madurez expresiva, donde cada pedal, cluster y resolución armónica parecía una decisión editorial. Hamilton de Holanda respondió con un bandolín de articulación diamantina y una narrativa melódica en permanente combustión. La conversación improvisada entre ambos, silencios con peso, pausas que hablaban, contrapuntos tan naturales como inevitables, construyó un recital de enorme profundidad y precisión emocional. Hubo imprevisibilidad, conversación, música que se desplegaba como un organismo vivo. Fue uno de esos conciertos en los que uno deja de pensar en “piano” o “bandolín” y empieza simplemente a escuchar y disfrutar.

El tránsito hacia la intimidad continuó de manera orgánica con Julian Lage en formato de guitarra sola. Lage convirtió la sala en un laboratorio acústico donde todo giró alrededor de la pulsación, los voicings abiertos y un control casi escultórico del timbre. Alternó composiciones propias con standards rediseñados desde una claridad quirúrgica, levantando atmósferas tridimensionales sin recurrir a artificios. La propuesta, de una pureza casi meditativa, derivó también en un tono sostenido y homogéneo que, pese a su innegable refinamiento, dejó por momentos la sensación de un discurso demasiado contenido. Un concierto silencioso en lo gestual, monumental en lo musical, aunque no siempre capaz de mantener la tensión narrativa y la atención del respetable.

El festival siguió desplazándose hacia territorios de la voz con Jazzmeia Horn, que transformó la tarde en una celebración. Su presencia escénica, su swing muscular y su dominio del storytelling vocal hicieron que cada una de sus composiciones se convirtiera en un microrrelato emocional. Su scat, natural, rítmicamente fértil, impredecible, fluyó sostenido por la solidez de Vásquez Viñas, Saleem y Morello, una sección rítmica que respiraba con ella. Horn ofreció una clase magistral de control diafragmático y de articulación, recordándonos que la tradición no es un museo, sino un territorio vivo y reinventable.

El 9 de noviembre, llegó uno de los regresos más esperados: Avishai Cohen regresó tras un tiempo sin actuar en la ciudad. Lo hizo en la Sala Fernán Gómez al frente de su quinteto, formado por jóvenes músicos israelíes vinculados en su mayoría a la escena neoyorquina. Destacó especialmente el pianista Itay Simhovich, de apenas veintiún años y recién incorporado al proyecto, junto a Yuval Drabkin en los saxos tenor y soprano, el trombonista Yonatan Voltzok y el baterista Eviatar Slivnik. El quinteto presentó un repertorio centrado en Brightlight (2024), complementado con nuevas composiciones y piezas ya conocidas por los seguidores del contrabajista.

Los solos de Drabkin sobresalieron por su técnica, sonido y musicalidad, mientras que la compenetración entre Slivnik, Simhovich y Cohen configuró una base rítmica sólida y cohesionada, fruto de su trabajo conjunto como trío. Fiel a su costumbre, Cohen volvió a apostar por jóvenes talentos sin renunciar a su lenguaje característico, marcado por un rigor estructural y un virtuosismo siempre supeditado a la música. Tras hora y media de concierto, el público ofreció una cálida ovación que Cohen respondió interpretando “Remembering”, pieza cargada de lirismo y melancolía.

El festival avanzó hacia un territorio más eruptivo con Hiromi & Sonicwonder, una de las noches más desbordantes de energía de toda la programación. Hiromi desplegó su habitual artillería: estructuras cambiantes, ritmos hiperquinéticos, un piano que funciona como orquesta y un magnetismo escénico que roza lo atlético. Adam O’Farrill ofreció un contrapeso perfecto con una trompeta musculosa, mientras Hadrien Feraud y Gene Coye sostuvieron una sección rítmica de elasticidad prodigiosa. La suite Out There fue un viaje expansivo; “Pendulum”, interpretada por Hiromi en solitario, dejó la sala suspendida en un silencio casi reverencial.

Tras semejante despliegue energético, el ciclo encontró un punto de reposo reflexivo con Leo & Leo, un proyecto distinto en estética y pulsación. Leonor Watling cantó con ese cuidado equilibrio entre transparencia, contención y cercanía emocional que define su estilo, mientras Leo Sidran acompañó con sensibilidad narrativa, más desde la intención que desde la exhibición. El resultado fue un recital pulcro y cálido, sin grandes sobresaltos, pensado más para el abrazo que para el vértigo. En una edición tan convulsa y exploratoria, su propuesta de belleza suave funcionó como un necesario gesto de pausa y honestidad.

La atención volvió a girar hacia la escena ibérica con el Cuarteto Edición Especial de Baldo Martínez, que reafirmó la condición del contrabajista gallego como una de las voces más personales y valientes de la música improvisada europea. Con Román Filiú, Chema Saiz y Pier Bruera generó un laboratorio sonoro en plena combustión: improvisación colectiva, timbres en fricción y raíces folclóricas reelaboradas desde una modernidad orgánica y nada complaciente.

En una línea igualmente experimental, Marco Mezquida presentó su diálogo entre piano e inteligencia artificial. El concierto osciló entre la fascinación tímbrica y las limitaciones expresivas de la IA, que respondía con intención, pero sin ninguna flexibilidad ni aportación propia. Mezquida, sin embargo, ofreció uno de los discursos más libres y texturales del festival, reivindicando la improvisación como terreno donde la máquina, por ahora, sigue siendo invitada y no protagonista. Un experimento valiente, más valioso por las preguntas que por las respuestas.

El Fernán Gómez se transformó nuevamente para acoger el sonido legendario del Sky Quartet de Charles Lloyd, que demostró que la veteranía no está reñida con una frescura casi juvenil. Lloyd navegó entre el free más etéreo y el blues más terrenal, sin dejar ninguna nota por el tintero. Sostenido por un trío de lujo: Jason Moran, Larry Grenadier y el joven Kweku Sumbry, que sustituyó con solvencia a Brian Blade, el cuarteto construyó el mejor de los ambientes para que Charles, el público y los propios músicos pudieran disfrutar, una noche más, de la belleza de la música en directo.

El festival continuó con un bloque especialmente fértil de proyectos españoles. El primero fue Daniel Juárez, que presentó Reflexividad junto a Naíma Acuña, Darío Guibert e Íñigo Ruiz de Gordejuela. Su concierto en la sala Villanos sirvió como presentación de su excelente trabajo, Reflexividad, el cual interpretaron al completo, esta vez con la riqueza y la frescura propias del directo. Mención especial para Álvaro del Valle, quien grabó íntegramente el concierto y realizó una mezcla minuciosa (aquí una muestra) que permite ahora disfrutar de este cuarteto en vivo con una calidad excepcional. Una semana más tarde, Astrid Canales. Su puesta en escena, su desparpajo, el ambiente familiar y la profesionalidad de los músicos de su banda nos condujeron al gozo colectivo. En esta ocasión, la compositora multidisciplinar presentaba también su último disco, publicado bajo el nombre de Ego.

En el apartado más encendido del ciclo de clubs, el saxofonista Javier Rojo, junto a Joan Colom, Ander García y Marc Pinyol, ofreció dos pases intensos, cargados de evocación y libertad. Ese mismo día, en el Pavón, Stacey Kent conquistó al público con su dulzura habitual, combinando standards, composiciones propias y un repertorio brasileño interpretado con afecto y elegancia.

El cierre de nuestra ruta llegó con Tigran Hamasyan, que ofreció un concierto casi ritual. Su piano, trenzado con melodías folclóricas armenias y polirritmias vertiginosas, generó un estado de trance cuidadosamente estructurado. Junto a Yessai Karapetian, Marc Karapetian y Arman Mnatsakanyan formó un triángulo rítmico formidable. The Bird of a Thousand Voices, inspirado en un cuento armenio ancestral, sonó como un viaje interior rotundo, confirmando a Tigran como una de las voces más visionarias del jazz actual.

Más allá del brillo individual de los conciertos, esta edición de JazzMadrid y Villanos del Jazz volvió a poner sobre la mesa algunos de los debates fundamentales del jazz contemporáneo: la convivencia entre tradición y ruptura, la integración (o resistencia) frente a lo tecnológico, y el papel del jazz en el ecosistema cultural de una gran ciudad. La programación, amplia, variada, a veces incluso desbordante, evidenció un rasgo que cada vez define más al festival: su voluntad de abarcar el jazz como un territorio expandido, sin compartimentos estancos, donde el swing coexiste con el free, la electrónica con el folclore y la canción con la improvisación abierta.

El diálogo intergeneracional también resultó especialmente revelador. Desde la sabiduría fresca de Charles Lloyd hasta la exuberancia de Hiromi, pasando por la precisión minimalista de Lage o la poesía camerística de Rubalcaba y Hamilton de Holanda, quedó claro que el jazz actual se articula no tanto en función de edades o corrientes, sino de discursos estéticos personales. Y en ese sentido, la escena española vivió un año particularmente fértil: Juárez, Canales, Rojo o Baldo Martínez ofrecieron proyectos donde la identidad local no se presenta como ancla, sino como punto de partida para una creación abierta y contemporánea.

La presencia de propuestas híbridas, como el experimento de Mezquida con inteligencia artificial o la melancolía elegante de Leo & Leo, reforzó otra idea clave: que el festival no se limita a exhibir virtuosismo, sino que funciona como un laboratorio donde se ensaya qué puede ser el jazz hoy. No todas las propuestas alcanzan la misma profundidad; algunas resultan más estéticas que transformadoras. Pero ese riesgo forma parte del pulso real de un festival vivo, que apuesta por la diversidad como motor y no como escaparate.

Por último, la respuesta del público, salas llenas en su mayor parte, atención sostenida, mezcla generacional, reveló algo que no siempre se subraya con suficiente claridad: Madrid está consolidando un ecosistema jazzístico propio, con identidad y continuidad, donde festivales, clubes, instituciones y músicos locales generan un tejido cada vez más sólido. Esa es quizá la mejor noticia de todas.

En suma, esta edición no solo ofreció grandes conciertos; ofreció preguntas, fricciones, descubrimientos y confirmaciones. Recordó que el jazz, cuando se programa con ambición y perspectiva, no es un género: es un diálogo permanente entre tradición, riesgo, escucha y tiempo. Y Madrid, por fortuna, parece decidida a mantenerlo vivo.

05 de diciembre de 2025

41º Belgrado Jazz Festival 2025

41º Belgrado Jazz Festival 2025

41º BELGRADO JAZZ FESTIVAL 2025 

30

November, 2025

Text by: Milica Ševarlić

Organizer’s Announcement about the Belgrade Jazz Festival 2025

Photos: Slavko Kostić

Dedicated to On the Road of Jazz: Full Halls at the 41st Belgrade Jazz Festival Confirm the Significance and Prestige of the Event

The festival is organized by the Belgrade Youth Center.

Patrons of the 41st BJZF: City of Belgrade – City Administration – Secretariat for Culture; Ministry of Culture of the Republic of Serbia.

Friends of the 41st BJZF: SOKOJ and DPC Networks.

Supporters of BJZF 2025: Italian Institute in Belgrade; Puglia Sounds; Instituto Cervantes; French Institute in Serbia; Embassy of Israel; Embassy of Portugal and Camões Institute; RTS Music Production.

By invitation, the Belgrade Jazz Festival is a member of the European Jazz Network.

Source: domomladine.org

The Belgrade Jazz Festival, held from October 22 to 25, 2025, under the slogan On the Road of Jazz, once again confirmed with its 41st edition that it is the most important jazz event in the region and one of Europe’s most respected meeting points for jazz musicians and audiences. Over four intense days, organized by the Belgrade Youth Center, the festival offered a cross-section of contemporary jazz in its most exciting forms, from tradition to the boldest contemporary experiments.

 

This year, Serbia’s oldest jazz festival was ceremoniously opened in the Ilija M. Kolarac Endowment Hall with an outstanding artistic program by the RTS Big Band, under the artistic direction of Stjepko Gut. In honor of the 100th anniversary of Bora Roković’s birth, we remembered the work of one of our most significant composers, arrangers, and pianists. The program also paid tribute to the renowned Yugoslav All Stars Band, making the evening a rich and authentic celebration of domestic jazz heritage, much to the delight of the audience.

In the international program, American artists stood out, as their presence at the festival always represents a genuine cultural event: the legendary Wadada Leo Smith, a doyen of the global avant-garde scene, and the brilliant pianist Sylvie Courvoisier delivered a deeply spiritual concert, whose power and meditative quality reminded us why jazz remains an art of freedom and expression. James Brandon Lewis, one of the most acclaimed saxophonists of the new generation, presented contemporary jazz in its most exciting form, powerful, sincere, inspired by classical roots, yet entirely original and modern.

European artists, from the celebrated French bassist Henri Texier with his trio and the emotive ensemble Eternal Love led by the renowned Italian saxophonist Roberto Ottaviano, to the masterful duo of French maestros Louis Sclavis and Benjamin Moussay, demonstrated the richness of old continent jazz tradition and the breadth of expression that defines Europe’s most important jazz stages. They were joined by new names, the Marta Sánchez Trio from Spain, the Ricardo Toscano Trio from Portugal, the Israeli band Shalosh, and British pianist Alexander Hawkins, whose energy, improvisational courage, and authenticity show how vibrant and diverse European jazz is today.

The Serbian scene, as every year, showcased vitality and creative strength through performances by Bosque Sound Community, led by Miloš Bosnić, and the Rastko Obradović Quartet (with special guest Jasper Høiby from Denmark).

The festival concluded in the best possible way, spontaneously and energetically, with an exciting jam session led by pianist Vlada Maričić, featuring both domestic and international musicians, including James Brandon Lewis and Ricardo Toscano with their bands, further delighting the audience.

The Belgrade Jazz Festival once again recorded exceptional attendance, full concert halls, and an atmosphere of community. Particularly encouraging was the diversity of the audience, seasoned jazz lovers sharing the space with young people discovering this music for the first time, confirming that the festival successfully builds bridges between generations and that jazz has a future in Belgrade.

Over more than four decades, the Belgrade Jazz Festival has grown into a cultural symbol of Belgrade, an event that upholds artistic integrity, promotes domestic creators, and connects the city with global music centers. Thanks to its high artistic standards and appreciation of authentic achievements, the festival has become an event that not only brings together top-tier artists but also inspires audiences, develops the local scene, and preserves jazz as a living, contemporary language. This year’s 41st edition once again demonstrated that Belgrade not only follows global trends but creates them, on its own authentic road of jazz.

34º Guimarães Jazz Festival 2025

34º Guimarães Jazz Festival 2025

34º GUIMARÃES JAZZ FESTIVAL 2025 

29

Noviembre, 2025

Asistimos a la 34ª edición del Festival de Jazz de Guimarães, cuna de Portugal. La ciudad combina palacios, arquitectura histórica y calles empedradas que conservan su trazado medieval, en diálogo constante con edificios contemporáneos y espacios culturales en activo. El festival (del 6 al 15 de noviembre de 2025) dirigido artísticamente por Ivo Martins, tuvo lugar en el Centro Cultural Vila Flor (CCVF), que este año celebra su 20º aniversario, un complejo que reúne teatro, música y artes visuales, y que funciona como uno de los motores culturales de la ciudad. El museo de arte contemporáneo y la intensa programación artística refuerzan a Guimarães como un territorio vivo, con una identidad que se renueva sin perder sus raíces. Ivo Martins ha dado forma a una programación que privilegia discursos sólidos, proyectos con identidad propia y propuestas que expanden el lenguaje del jazz contemporáneo, apuesta por obras que no buscan el impacto inmediato, sino una lectura profunda del presente musical.

 

Arrancamos el festival el 13 de noviembre con Mark Turner Quintet que presentó, en el Centro Cultura Vila Flor (CCVF), Reflections on: The Autobiography of an Ex-Colored Man, un proyecto de composiciones propias donde la narración y la música avanzan en planos paralelos. Turner leyó fragmentos de la novela de James Weldon Johnson mientras el quinteto, compuesto por luminarias como Jason Palmer, David Virelles, Matt Brewer y Nasheet Waits, articuló una suite de diez movimientos que funcionó como una exploración sonora de los temas del libro. La palabra narrada no fue solo un complemento, sino la estructura sobre la que la música se despliega con intención narrativa. El concierto avanzó como una historia compartida, donde identidad, memoria y música formaron un mismo cuerpo sonoro. En lo técnico, la propuesta se sostiene en una escritura rigurosa con una interacción controlada. Mark Turner trabaja líneas extensas, de una claridad casi arquitectónica, que se apoyan en la armonía abierta del piano de raíces afrocubanas de David Virelles. Sus repeticiones rítmicas funcionan como pequeños mantras que reorganizan el espacio del quinteto. Jason Palmer desarrolla sus intervenciones desde una lógica melódica limpia, sin exhibicionismo. Matt Brewer al contrabajo sostiene el peso del diseño armónico con una estabilidad permanente, y Nasheet Waits a la batería maneja la tensión con un pulso que crece por capas, a veces desde la insinuación y otras desde el ataque directo. El resultado es un lenguaje contemporáneo, técnicamente complejo, expuesto con claridad. Es quizá el trabajo donde Turner integra con más coherencia su pensamiento musical y su lectura del legado afroamericano.

Set list: Mevement 1. Anonymous/ Movement 2. Juxtaposition/ Movement 3. Pulmonary Edema/ Movement 4. New YorK/ Movement 5. Europe/ Movement 6. The Texanic. The Soldier/ Movement 7. Mother, Sisteru Lover/ Movement 8. Pragmatism/ Movement 9. Identity Politics/ Movement 10. Closure

El trío Taborn/Reid/Smith protagonizó la propuesta más alejada de la ortodoxia jazzística dentro del festival. Craig Taborn, al piano y electrónica, junto a la violonchelista Tomeka Reid y el baterista y percusionista Ches Smith, conforman tres figuras de la vanguardia creativa estadounidense que se mueven dentro del circuito de la música improvisada y el jazz contemporáneo.

Craig Taborn es un pianista e improvisador que trabaja desde la composición espontánea y desde la exploración experimental del piano, construyendo improvisaciones complejas desde una visión única. Tomeka Reid, compositora e improvisadora nacida en California, formada en la música clásica e integrada en la tradición de la diáspora africana, vinculada al minimalismo contemporáneo destaca por su amplitud sonora y el uso de técnicas poco convencionales de manipulación del violonchelo. Ches Smith es un baterista, percusionista y compositor radicado en Nueva York, es un músico destacado en la intersección del jazz con las tendencias experimentales, la música noise y el metal, contribuyendo con una versatilidad experimental.

El trío presentó un proyecto electroacústico que prioriza el enfoque del conjunto sobre el solista construyendo el sonido desde la improvisación estructural, con un abordaje de la música desde la exploración del sonido y no desde la forma, entrelazando y alternando roles melódicos y rítmicos. El sonido se articuló desde las texturas: capas espaciales, tensiones suspendidas, electrónica que expandió el espectro tímbrico y polirritmias que se abrieron en múltiples direcciones. Música sorprendente y excitante, elaborada, compleja y en constante desarrollo, desde el minimalismo de cámara contemporáneo hasta irrupciones de energía pura.

Set list:  Dream Archive/ Junk Magic/ Enchant/: Craig Taborn.  Mumbo Jumbo: Paul Motian/ When Kabuya Dances: Geri Allen/ Loue in Kone Outer Saace:  Sun Ra.

Asistimos a un set libre presentado por Sonoscopia, un colectivo con sede en Oporto dedicado desde 2011 al arte sonoro, la investigación y la música experimental. El concierto, centrado en música improvisada y la creación contemporánea, estuvo a cargo del trío Kvelvane – Østvang – Vermeulen, formación de saxofón, batería y contrabajo. Sin partitura alguna, los tres se lanzaron a la improvisación pura, una avalancha de ideas, cascadas de notas que avanzan hasta unirse en una música desenfrenada de energía feroz compartida. Tres músicos que se desplazan con total libertad por diversas corrientes estéticas de la creación musical actual. Se trata de un proyecto todavía en fase temprana de consolidación dentro del panorama de la improvisación y del jazz.

La saxofonista noruega Heidi Kvelvane, presentada por Jan Granlie para Salt Peanuts en #IWD2025 (#womentotheforce 2025) dentro de EJM, aportó un enfoque fresco surgido de la escena de improvisación contemporánea de su país. Destacó por un tono incisivo, vibrante y exploratorio, fruto de su trabajo dentro de la escena nacional noruega y de sus colaboraciones con la Bergen Big Band. Tollef Østvang, baterista, improvisador y compositor noruego formado en el conservatorio de Paris y de Ámsterdam, figura clave en Trondheim, desplegó un toque enérgico, contundente y creativo, moldeado por el jazz y la creación instantánea. Nils Vermeulen, contrabajista, investigador acústico y constructor de instrumentos, aportó un enfoque expansivo alimentado por su experiencia en el free jazz, la improvisación y la música contemporánea. Es música en el aquí y ahora.

Set list: Ondulado/ Lastillo/ Caramulotemporánea

Después de su debut discográfico con el sello español Fresh Sound Records, que recoge la primera grabación de estudio del saxofonista y compositor británico afincado en Nueva York, Alex Hitchcock con All Good Things en 2018, se sitúa en el festival de Guimarães al frente de Alex Hitchcock Quintet. Formado por Alex Hitchcock, al saxofón tenor, Dave Adewumi en la trompeta, Will Barry al piano, Ben Tiberio, al contrabajo, y la franco-brasileña Ananda Brandão en la batería. Un grupo integrado por músicos de UK y EE. UU. residentes en Nueva York, un quinteto solvente de new talents con camino de éxitos recorridos y por recorrer. Además, fueron los responsables de liderar durante tres noches la jam nocturna del festival en el Café Concerto del CCVF.

Alex Hitchcock compositor y director de orquesta nacido en Londres, es considerado una figura emergente en la escena del jazz británico estudiante de la Royal Academy of Music de Londres, presentan un set de melodías potentes e improvisaciones exquisitas, con texturas y fraseo sobrio, elegante, sutil y armonioso, desarrolla acordes y armonías que evolucionan hacia una asimilación natural de influencias clásicas y contemporáneas, siempre con un claro sentido de sofisticación armónica. Los solos resultan especialmente notables, con las líneas de tenor de Hitchcock como eje central.

Will Barry proporciona lirismo, sutileza y refinamiento. En la batería, Ananda Brandão desplegó un enfoque proactivo y contemporáneo, de diálogo con las líneas de Hitchcock y Adewumi. La combinación equilibrada de personalidades musicales confirma que esta unidad es de un potencial notable.

Set list: Eo / Triumph / Wishlove / Bright White Light / Pull of the Line / Rio

La 34.ª edición del Guimarães Jazz concluye con el regreso del compositor y pianista Danilo Pérez, que vuelve a este escenario donde actuó en 2006 como integrante del Cuarteto Footprints de Wayne Shorter, en uno de los conciertos más recordados de la historia del festival. En esta ocasión, Pérez se presentó junto a la Bohuslän Big Band, la orquesta sueca fundada en 1950 y formada por dieciséis músicos estables.

El set fue una retrospectiva de su obra, caracterizada por la integración del jazz con músicas folclóricas latinoamericanas y africanas. Una visión de global-jazz pasando por múltiples territorios, desde Panamá, al bolero, hasta pasajes abiertos de free jazz. La música operó como vehículo de conexión, como un ejercicio de diplomacia cultural que apuesta por la colectividad y la circulación de ideas.

La propuesta fue también un viaje hacia las raíces personales y culturales del pianista. Danilo Pérez se sitúa como embajador cultural de Panamá. La música, en palabras de Danilo Pérez es concebida como una forma de terapia capaz de generar un espacio de esperanza de vida. Entre los momentos destacados, estuvo una pieza de Danilo Pérez Beloved/ One for Toni Morrison dedicada a Toni Morrison. Pegasus de Ale Moller, Across The Crystal Sea de Claus Ogerman y otras piezas compuestas por Danilo como, Suite for Americas, Galactic Panamá, Sunburn & Mosquito. El concierto culminó con un cierre a piano solo, una versión de Round Midnight que selló la noche.

Seat list: Pegasus de Ale Moller/ Suite for the Americas, Across the Crystal Sea de Claus Ogerman/ Sunburn&Mosquito, Beloved / One for Toni Morrison, Galactic Panamá, Expeditions, 2 Movement, Irremediablemente Solo, Lumen de Danilo Pérez /Round Midnight

Bohuslän Big Band: Oakim Rolandsson  saxofón alto, instrumentos de viento madera/ Orfeus Wärdig Tsoukalas  saxofón alto, instrumentos de viento madera, saxofón tenor/ Linus Lindblom, instrumentos de viento madera/ Mikael Karlsson,  saxofón tenor, instrumentos de viento madera/ Alberto Pinton,  saxofón barítono, instrumentos de viento madera/ Lennart Grahn  trompeta, fliscorno/ Samuel Olsson  trompeta, fliscorno/ Staffan Svensson, trompeta, fliscorno/ Jan Eliasson , trompeta, fliscorno/ Niclas Rydh,  trombón / Christer Olofsson,  trombón / Hanne Småvik,  trombón / Gustav Wiklund,  trombón bajo/ Olli Rantala,  contrabajo/ Lisbeth Diers, percusión/ Göran Kroon, batería/ Danilo Pérez  (feat.) piano.

29 de noviembre de 2025

Enjoy Jazz Heidelberg 2025

Enjoy Jazz Heidelberg 2025

ENJOY JAZZ

Heidelberg 2025 

24

November, 2025

Enjoy Jazz Reaches Its 27th Edition: Three days are enough to understand its greatness

Attending Enjoy Jazz this year meant stepping into a space where music doesn’t just sound — it thinks. This is no coincidence: behind that artistic architecture is the hand of Rainer Kern, a figure who understands jazz as a tool for cultural transformation. A scientist by training, cultural diplomat, and founder of the festival in 1999, Kern has turned Enjoy Jazz into more than an event: it is a platform where memory, politics, and experimentation intersect, capable of sparking social dialogue that extends far beyond the stage. The festival, held from October 2 to November 8 and featuring over 50 performances, is an ambitious undertaking sustained only by a strong network of coordination and trust.

This institutional and private framework supporting the festival should not be taken for granted. It is a tangible demonstration of what can be achieved when institutions, businesses, and civil society understand culture as an investment in sensitivity, education, and cohesion. Enjoy Jazz confirms that when a community commits to the arts, it does so not merely for entertainment but for expansion: to learn, to know itself, to expose itself to new stimuli that broaden perception.

 

Within this context, the first major impact came from Dee Dee Bridgewater and her program “We Exist,” an artistic gesture that is also a political statement. Bridgewater shaped the repertoire with a presence that transcends the category of “great vocalist”: she acted as an active witness to a legacy that reaches back to Max Roach and Abbey Lincoln, yet is being urgently rewritten today. Her voice remains a vessel of memory and resistance, capable of sustaining a discourse that embraces both historical pain and communal strength. At her side, Carmen Staff anchored the piano with an admirable balance of leadership and sensitivity; Rosa Brunello brought a double bass full of intention, firm and attentive to space; and Julie Saury, on drums, contributed an elegant, sober, almost narrative pulse that rounded out a profoundly meaningful ensemble. The exclusively female lineup was not merely an aesthetic choice—it was a declaration of independence in a circuit still burdened by patriarchal inertia. At the BASF auditorium, filled to every seat I could see, the concert resonated like a conversation between generations: the critical tradition of jazz updated without nostalgia, delivered with an ethical clarity that one can only appreciate.

With The Young Mothers the following day, the terrain changed completely. There, structure revealed itself within apparent devastation. What may seem chaotic is crafted with meticulous design: tensions that accumulate, explosions that morph into new forms, energy that transforms rather than dissipates. Ingebrigt Håker Flaten—whom I had the chance to interview—leads the sextet with an almost physical intuition, sustaining a project integrating free jazz, hip-hop, noise, hardcore, and groove as if all belonged to the same ancestral code. Jawwaad Taylor opened poetic fissures within the turbulence; Horne pushed the guitar into abrasive zones; Rosaly and González generated a rhythmic topography that was unpredictable yet rigorous. In the Betriebswerk, that former railway workshop with its raw industrial aesthetic, the music took on an almost ritualistic power. It was a concert for listeners willing to lower their defenses: those who did found a fierce coherence within the excess.

On Sunday, November 2, in a morning slot, I attended the first of two performances by Shai Maestro — a concert that offered respite, yes, but never intellectual rest. Maestro plays with a disarming sincerity: every phrase seems to search for an inner truth rather than a technical solution. His trajectory — from classical piano to the revelation of Jarrett, from competitions to his refusal to enter Berklee, from studying with Avishai Cohen to his consolidation with ECM — is evident in the way he breathes music, how he lets ideas articulate themselves with an almost organic naturalness.

Jorge Roeder provided a warm, rounded double bass sound, full of intention; Ofri Nehemya offered drumming of extraordinary sensitivity, attentive to even the slightest detail; and Agdy Lehavi added layers of synthesizer that expanded the quartet’s emotional universe without displacing its acoustic core. In a world where music is cleaned, edited, and quantized until it loses its soul, hearing Shai Maestro is a reminder that the human — the imperfect, the uncertain, the revealing — remains the true substance of jazz.

That same day, in the late afternoon and evening, I attended a concert that was entirely new to me. Kruder & Dorfmeister activated memories of an era when electronic music became an emotional and urban language. Their return with K&D Sessions Live is not merely nostalgia but a reaffirmation of an aesthetic that shaped the sensibility of the 1990s. Their blend of downbeat, dub, trip-hop, and nu-jazz remains elegant, atmospheric, crafted with timbral precision. It is not the kind of risk I personally seek in a festival concert, but the influence and magnetism they exert on their audience — their audience — is undeniable; the crowd lived the night as a generational rite, giving themselves over to an aesthetic that appeals not to euphoria but to immersion. There were moments of diffuse, almost cinematic beauty.

Three days at Enjoy Jazz were enough to confirm that the festival is not just a brilliant program: it is a cultural ecosystem where music is lived as thought and as action. I am deeply grateful for the invitation and the care received, especially thanks to the impeccable work of Michael Braun. At a time when culture needs arguments, support, and vision, Enjoy Jazz shows that coordination, commitment, and collective effort can turn a territory into a true laboratory of sensitivity. Where music is listened to in order to understand the world, society becomes a little more lucid.

November 24, 2025

NUEJAZZ Nuremberg 2025

NUEJAZZ Nuremberg 2025

NUEJAZZ Nuremberg 2025 

20

November, 2025

Text: Pedro Andrade

Photos:  ©Helene Schuetz

From Barracks to Sound Temple: Z-Bau and the Renaissance of European Jazz

There are cities that sound. Nuremberg doesn’t just vibrate—it breathes music, with a memory that refuses to dissolve in time. Walking through its stone streets feels like tracing a score written between Gothic arches and modern rhythms; between the medieval echo of the Kaiserburg and the urban pulse that emerges from its bars, museums, and festivals. This city, so deeply marked by its history—the glory of the Holy Roman Empire and the shadow of the trials that redefined global justice—has learned to translate memory into living culture. Its Office of Tourism and Culture (CTZ Nürnberg) doesn’t merely promote landmarks; it orchestrates the city, programming music, art, and festivals throughout the year. Among its offerings are jazz, classical, rock, and electronic events, as well as art exhibitions—many of them free—with a goal that goes beyond visibility: to build community and artistic sensitivity.

In this urban score, the Z-Bau acts as a double bass: deep, persistent, warm. This building, originally a 19th-century military barracks, has lived many lives—hospital, SS facility, U.S. Army base after World War II—until falling into near ruin in the 1990s. Today it stands as a self-managed cultural center, housing concert halls, workshops, galleries, and clubs—a symbol of Nuremberg’s creative rebirth. Its industrial façade, its austere yet welcoming interiors, and its underground spirit make it the perfect stage for the NUEJAZZ Festival, which in 2025, under the artistic direction of guitarist Frank Wuppinger, once again proved that contemporary jazz defies labels: it’s attitude, auditory thought, and shared risk.

The experience unfolds across three distinct spaces: Saal, spacious and resonant; Galerie, intimate and close; and Roter Salon, warm and ideal for more exploratory performances. Each concert benefits from flawless technical work and a discreet, well-coordinated staff—fully aware that the music must remain the star.

 

The festival I can see opened with Anima, the Dresden-based quintet that crafted a sonic landscape seemingly born from the earth itself. Joel Ferrando (trumpet), Arthur Clees (vibraphone), Lorenz Glöckner (guitar), Kevin Knödler (bass), and Samuel Dietze (drums) built a delicate, almost ritualistic balance where silence mattered as much as sound. Their music, reminiscent of ECM’s lyricism, carried the rawness of youth and the sincerity of discovery, transforming introspection into a collective act. The way the quintet wove tension and release, landscape and inner space, made it clear that silence, too, can be music.

The energy shifted later with Àbáse, led by Szabolcs Bognár (keyboards & production). With Fanni Zahár (flute), Ori Jacobson (saxophone), Giacomo Tagliavia (bass), Ziggy Zeitgeist (drums), and additional percussion, their set fused jazz, Afrobeat, Brazilian rhythms, and electronic textures. Each passage pulsed with hypnotic movement—a lesson in how music can be ritual and dance at once. Their message felt almost philosophical: spirituality can groove.

Then came Jazzanova ft. Wayne Snow, veterans of Berlin’s nu-jazz scene, unfolding a universe where soul, electronics, and house interlaced. Christoph Adams (piano, vocals), Wayne Snow (vocals), Christoph Bernewitz (guitar), Stefan Ulrich (trombone, electronics), Sebastian Borkowski (sax, flute), Florian Menzel (trumpet), Paul Kleber (bass), and SJan Burkamp (drums) offered elegance without solemnity. Wayne Snow led the session to near-mystical territory with his airy, sensual voice, while the collective deconstructed jazz with the reverence of a cubist painter dismantling reality without destroying it.

And then came Embryo, the moment that left an indelible mark. Led by Marja Burchard (vibraphone, organ, synth, vocals, santur), daughter of the band’s founder, alongside Johannes Schleiermacher (sax, flute, synth), Maasl Maier (bass), and Jakob Thun (drums), the group embarked on a hypnotic journey through psychedelia, free jazz, and world music. Embryo doesn’t sound nostalgic—it sounds alive, a dialogue between generations where every musical phrase feels both ancient and futuristic. Each improvisation, each interlude, pulses with risk and precision. The band blends cultures and eras effortlessly, reminding us that jazz can be cosmopolitan, experimental, and deeply human all at once. It’s not just something you hear—it’s something you feel, as if the music expanded the Z-Bau’s very walls.

Between concerts, DJs Allynx & Sean Steinfeger spun atmospheric sets, keeping the audience suspended between contemplation and movement—not filler, but emotional choreography.

The second day opened with the Andromeda Mega Express Orchestra (AMEO), a collective beast led by Daniel Glatzel (composition, sax). With Laure Mourot and Sonja Horlacher on flute, Taiko Saito on vibraphone and percussion, Arne Braun and Kalle Zeier on electric guitars, Anna Viechtl on harp, Matthias Pichler on bass, and Marius Wankel on drums, the orchestra showed how symphonic and experimental forces can coexist naturally. Each musician listened and responded, transforming the ensemble into a living organism: phrases intersected, riffs intertwined with percussion, and silences created tension before release. AMEO embodies collective risk turned into sound—where composition and improvisation melt seamlessly.

Singer Enji (Enkhjargal Erkhembayar) offered the festival’s most intimate moment. I arrived near the end of her concert, but her voice—laden with melancholy and serenity—filled the Roter Salon with an almost sacred atmosphere, proving that emotion and restraint can coexist in perfect harmony. She will soon perform in Madrid, where I’ll make sure to attend with more space for deep listening.

Jelena Kuljić & Fundamental Interactions ft. Olga Reznichenko went for political intensity and sonic provocation: Yugoslav poetry, fractured electronics, and improvisation without a safety net. With Kalle Kalima (guitar, electronics), Tim Dahl (bass), and Christian Lillinger (drums), they reminded us that jazz isn’t always meant to please—it can also unsettle, offering beauty and conceptual breadth through irony.

The Peter Gall Quintet delivered an exquisite balance of virtuosity and restraint. With Wanja Slavin (alto sax, synth), Carl Morgan (guitar), Rainer Böhm (piano, synth), Matthias Pichler (bass), and Peter Gall (drums), they proved that music can be profound, elegant, and moving without being ostentatious—a reminder that sophistication can also be subtle.

The Nebbia / Downes / Lisle trio performed as a single organism. Camila Nebbia, on saxophone, didn’t just play notes—she turned them into whispers, laments, or contained explosions, shaping timbre until every phrase felt like it emerged from the audience’s own breath. Kit Downes, on piano, acted not as accompanist but as an architect of sonic space—constructing harmonies that could be ethereal, dense, or abrupt, often using silence as material as vital as the keys themselves. Andrew Lisle, on drums, didn’t simply keep time—he added texture, tension, and surprise, transforming percussion into an emotional landscape.

What fascinates about this trio is their coherence amid freedom. Improvisation here isn’t chaos—it’s continuous conversation, where each musician listens, breathes, and responds in real time, creating moments of absolute suspension, when the listener feels both on the edge of an abyss and somehow safely held. Their performance became a metaphor for mutual trust in improvised music: shared risk transformed into pure beauty.

The festival closed the day with Sera Kalo, joined by Igor Osypov (guitar, synth), Sofia Eftychidou (electronic bass), and Dylan Greene (drums). Blending soul, jazz, and electronics, her vocal energy and stage presence showed that jazz can remain both political and poetic when it moves you.

The success of NUEJAZZ 2025 also owes much to the flawless coordination of the agents behind it: the Nuremberg Office of Tourism and Culture, with Nora Hefny and Franzisca Steyer welcoming guests, and Judith Kobus of cubus-music, whose strategic work in PR, artistic communication, and overall management strengthened the festival’s visibility and that of its artists.

Leaving the Z-Bau at the end of the night felt like waking from an urban dream: the cold air on the way to the tram smelled of history, gingerbread, and suspended chords. The city shimmered under the golden light of its walls, reminding us that here, the past doesn’t weigh—it resonates. And one can’t help but think, with irony, that perhaps jazz itself is precisely that: a way of rebuilding the world, note by note, after every catastrophe.

November 20, 2025

Canarias Jazz Showroom 2025

Canarias Jazz Showroom 2025

CANARIAS JAZZ SHOWROOM 2025

Ana Ayala Sextet Interview

Enrique Thomspon & Revirado Project

Lilu/Tristao/Lobo – Filippo Dall’Asta

 

27

Octubre, 2025

El Canarias Jazz Showroom, fundado en 2009 con el propósito de impulsar la cultura musical insular, se ha consolidado como una de las citas anuales imprescindibles del jazz en las islas. A lo largo de sus ediciones, el festival se ha convertido en un escaparate para los nuevos talentos del archipiélago. Este año celebró su XVII edición, con una programación que se extendió por distintas islas. La muestra, comisariada por el saxofonista, compositor y productor Kike Perdomo, referente en la difusión del jazz canario, reafirma la vitalidad del panorama local. El emblemático Auditorio de Tenerife Adán Martín acogió las actuaciones los días 10 y 11 de octubre, en su imponente edificio de hormigón de estilo neo-futurista, al borde del Océano Atlántico.

 

El festival abrió con el sexteto de Ana Ayala, artista galardonada con el Premio Archipiélago a Mejor Artista Revelación. El sexteto se formó en el Conservatorio Superior Liceu, y reúne a Daniel Pimenta en la batería, Guillaume Coulbois, al piano, Ot Granados al contrabajo, Claudia Bosch al clarinete, Itziar Mendívil al saxofón y Ana Ayala en flauta y voz. La joven Ana Ayala debuta como líder y compositora con esta formación, dando forma a una propuesta personal, colorista y emocional. El grupo desarrolla un lenguaje con elementos de la música clásica, el jazz, la improvisación y el bebop. El proyecto se articula en torno a composiciones originales en una búsqueda de nuevas sonoridades, explorando las posibilidades tímbricas de los vientos madera, las dinámicas y las texturas, utilizando recursos más habituales de la música clásica, pero combinados con la espontaneidad del jazz, con influencias que van desde Stravinski, Ravel, al barroco y al impresionismo de Debussy. Es una música compleja con muchas secciones casi como pequeños viajes musicales, que explora el diálogo entre la música clásica y el jazz. Temas como Nuestra Señora de la Paloma muestra un elegante swing, mientras que Maldita Burocracia estalla como tema protesta enérgico e intenso. También sobresalen piezas como Diáfano o Al Otro Lado, de carácter más lírico, que alternan momentos de tensión y de calma, evitando caer en la monotonía. Asistimos a un debut brillante, fresco y honesto.

Tras la actuación del sexteto, la noche continuó en el Café Teatro Rayuela con el trío de Sara Lilu, cantante canaria ganadora en la tercera edición de los premios canarios Jazz Showroom como Mejor Artista Solista, acompañada por los portugueses Romeu Tristão al contrabajo y Hugo Lobo al piano, forman un trio de notable sensibilidad y complicidad sonora. El grupo ofreció un concierto delicado y emocional, moviéndose con naturalidad entre estándares de jazz clásico como It’s Easy to Remember o My One and Only Love y composiciones propias de los tres integrantes, donde el diálogo instrumental se convierte en un territorio de pura complicidad. Temas como, Con los Años que Me Quedan, Where Are You?, y piezas marcadas por un tono íntimo y nostálgico. El trío alcanzó momentos de intensa expresividad, una elegancia melódica natural, lirismo y una complicidad que atraviesa todo el discurso musical. Sara Lilu, Romeu Tristão y Hugo Lobo se conocieron en Olimpo, un pequeño local en Lisboa, y esa conexión emocional se percibe en cada gesto, en la respiración compartida y en la forma de sostener el silencio. Su interpretación de It’s Easy to Remember fue una suerte de despedida luminosa.

El día siguiente abre en el Auditorio con el quinteto de Enrique Thompson & Revirado Project, una formación que respira tango, jazz y raíces sudamericanas con una libertad que desarma etiquetas. Enrique Thompson, saxofonista, compositor argentino consagrado afincado en Fuerteventura, lidera el grupo desde los saxos y el EWI, entre la tradición y la exploración contemporánea, entre el jazz acústico y las texturas del sonido electrónico. Le acompañan Daniel Schwazwald al piano, Kevin Barreto trompetista cubano-canadiense, David Muñoz al contrabajo y Áncor Miranda a la batería. Revirado Project nació en 2012 con el deseo de reinventar el diálogo entre el tango y el jazz, incorporando armonías modernas, improvisaciones de vértigo e intensidad rítmica. Su música ha recorrido escenarios internacionales. El universo sonoro de Thompson hunde sus raíces en el folklore y el tango argentino, pero se abre también a los aires brasileños y a la experimentación electrónica. En su repertorio conviven composiciones propias, relecturas de Aníbal Troilo, piezas como Zamba de la Incertidumbre, del compositor Carlos Aguirre, arreglada para quinteto con saxofón electrónico y grabada en 2021 o Ciberadictos, un tema enérgico y moderno que subraya su vertiente más experimental, un estallido de ritmo y contemporaneidad. El concierto culmina con Canción para Alguien, de Astor Piazzola. La propuesta de Thompson mantiene un profundo arraigo en las músicas de Sudamérica, especialmente en el folklore y el tango, pero con una mirada abierta al jazz contemporáneo y al color brasileño.

Continuamos en el hall del Auditorio con el guitarrista, compositor y arreglista italiano Filippo Dall’ Asta, lidera una formación compuesta por Carlos Pérez en la batería, Agustín Buenafuente al contrabajo, Kike Perdomo en los saxos y Yeray Herreraa la guitarra rítmica. El grupo presenta su más reciente trabajo, The Hot Club of Tenerife, un álbum que rinde homenaje al padre del jazz gitano, Django Reinhardt. El proyecto se inscribe en la tradición del jazz manouche, también conocido como gypsy jazz, un estilo nacido en la Francia de los años treinta que entrelaza el swing estadounidense con la música gitana centroeuropea, dando lugar a una de las joyas del jazz europeo. Filippo Dall’Asta despliega un equilibrio entre una técnica impecable y una musicalidad natural, con un toque elegante, fino y melodioso. El repertorio combina composiciones propias con versiones exquisitamente arregladas de estándares como Mona Lee, The Man I Love o Night and Day. El resultado es una música viva, luminosa y festiva, donde la libertad, la improvisación y el pulso rítmico se unen en un lenguaje de energía contagiosa y musicalidad extrema.

 

Entrevista a la flautista, vocalista y compositora Ana Ayala (Santa Cruz de Tenerife 09/12/1997) ganadora de Premio Mejor Artista Revelación, de Canarias Jazz Showroom 2025.

ENTREVISTA A ANA AYALA

 

In&Out Jazz Magazine: Enhorabuena por el premio Mejor Artista Revelación.

Ana Ayala: Estoy muy agradecida porque he crecido aquí, aquí es donde he aprendido música, Kike (Perdomo) nos ha enseñado mucho y me hace mucha ilusión que en casa me den reconocimiento.

Sí, sí, además en el Auditorio de Tenerife.

Sí, la sala es increíble. Es un sitio emblemático, musicalmente es lo más importante. Poder tocar aquí es un honor. Estoy súper agradecida.

Cuéntanos cómo arranca el proyecto y quienes componen la banda.

Pues Mira, mi proyecto lo inicié este año. Es un sexteto formado por contrabajo, piano, batería, clarinete bajo, clarinete en si bemol, saxo tenor, flauta y voz, lo forman Daniel Pimenta, Guillaume Coulbois, Aude Granados, Claudia Bosch y Mendivil. Lo formé en el Liceu, que acabé el año pasado la carrera para justamente eso, el recital. Y dije bueno, es una oportunidad para componer mis temas e indagar en las sonoridades como este sexteto.

En primera persona, ¿cómo definirías tu proyecto?

Hay un par de artistas que me gustan mucho, como Kika Sprangers, que es una saxofonista que me encanta. Y inspirada por muchas cosas me apetecía indagar en el mundo de la composición. Y justo Ernesto Aurignac abrió unas plazas de composición y solicite la plaza. Él me ayudó a entender y a iniciarme en la composición, porque es un mundo muy profundo. Me estuvo ayudando con las composiciones, a entender por dónde quería ir y sobre todo a plasmar los sonidos también de la música clásica, porque hice el Superior de clásico y me han influido Stravinsky, Ravel, el impresionismo de Debussy, el romanticismo también, el barroco. Entonces todo eso está plasmado en los temas de alguna manera. Es un proyecto que mezcla bastantes estilos, pero sobre todo la música clásica y el jazz, destaca el uso de las maderas y de la música bastante arreglada, con una estructura amplia. Son temas complejos, por así decir, que tiene muchas secciones.

Una suite.

Sí, son secciones. Creo que estoy en un momento de mi vida de querer componer de esta manera, utilizando los vientos madera, los timbres, las dinámicas, las texturas, de una manera diferente, que lo he visto más en la música clásica, y también mezclada con la improvisación y la espontaneidad que tiene el jazz y el lenguaje bebop.

Es un proyecto muy fresco y colorista.

Creo que sí, porque al final desde dentro una no lo sabe. Yo solo sé que me gusta, lo hago con amor y toco con mis amigos que son músicos a los que admiro. Al final yo creo que si eso está ahí y el trabajo, en la música se refleja.

¿Lo vas a grabar?

Me gustaría grabarlo, es que acabo de empezar. El año pasado acabé en el Liceu y gané el Premio Extraordinario de Conservatorio Superior de Música Liceu, y el premio es tocar en el Festival de Jazz de Barcelona y toco ahora en noviembre. Quiero mezclar el proyecto con una coral que se llama La Corrala, que es una compañía de canto solo formado por mujeres, también voy a componer cosas nuevas para hacer un concierto diferente, con mucha voz. Y eso es que acabo de empezar. Este ha sido de nuestros primeros conciertos fuera del marco académico.

Enhorabuena, tienes un camino brillante. Muchas gracias. 

Gracias por hacerme esta entrevista, espero que salgan muchas cosas de esto y que pueda seguir desarrollándome como artista y como músico, eso espero, para sobre compartir con la gente y aprender cada vez más sobre la música, que es mi pasión, lo que más quiero.

27 de octubre de 2025

Pin It on Pinterest