Seleccionar página
Rodrigo Domínguez – Mariano Otero – Sergio Verdinelli / Borocotopo

Rodrigo Domínguez – Mariano Otero – Sergio Verdinelli / Borocotopo

Rodrigo Domínguez 
Mariano Otero- Sergio Verdinelli
Borocotopo

08

JUNIO, 2023

Borocotopo (Ears&Eyes Records, 2021). Rodrigo Domínguez, saxo- Mariano Otero, bajo- Sergio Verdinelli, batería.

Texto: Ricky Lavado

Saxofonista, clarinetista, compositor… resulta difícil resumir en pocas líneas el peso de Rodrigo Domínguez como uno de los músicos más activos e influyentes de la efervescente escena jazzística de Buenos Aires. Alumno de figuras como Hal Crook, Wayne Shorter, Chris Cheek, Chris Potter, Perico Sambeat, Wynton Marsalis, Herbie Hancock, Marc Copland o Dave Liebman; ha tocado con los más prestigiosos artistas del medio porteño, y realizado conciertos con Tony Malaby, Barry Altschul, Angelica Sanchez, David Xirgu, John Hollembeck, Mark Helias, Masa Kamaguchi, Marilyn Crispell, Leo Genovese o Michael Formanek, entre muchos otros.

Becado por la prestigiosa Berklee College of Music (Boston, EEUU), y elegido como saxofonista/disco del año en distintas ocasiones por la prensa especializada, Rodrigo Domínguez desarrolla también una intensa tarea como docente de improvisación grupal, en grupos de distintos niveles con formación popular y clásica, y ha desarrollado un sistema de enseñanza de la improvisación libre, formando a dos generaciones de músicos en dicha disciplina. Miembro fundador del Quinteto Urbano, actualmente lidera varios proyectos: RD cuarteto (con Ernesto Jodos, Jerónimo Carmona y Carto Brandán), Viviero (trío de improvisación libre, con Juan Pablo Arredondo y Carto Brandán), Drop Dogs (junto a Hernán Hecht, Leo Genovese y Mark Helias), o el trío en el que nos vamos a centrar hoy: Borocotopo trío (con Mariano Otero al bajo y Sergio Verdinelli a la batería).

Borocotopo trío se formó a principios de 2018, a partir de la idea de hacer música que tuviera como componentes principales el groove, la improvisación libre y la melodía cantable, además del uso exclusivo (por primera vez en su carrera) del alto saxofón como instrumento solista. Domínguez, Otero y Verdinelli llevan muchos años tocando juntos, y han desarrollado un lenguaje y una compenetración muy especiales, pero con esta formación, en algún momento, empezó a surgir una música que no habían trabajado igual en otro contexto u otra instrumentación. En 2019 el trío realizó una gira por varias ciudades de Argentina, y en esa gira se consolidó el repertorio y la personalidad del grupo. En algunos conciertos se unieron Ernesto Jodos y Sergio Wagner, y le dieron colores tan vibrantes al trío que se decidió invitarlos a la grabación de este álbum, grabado en enero de 2020, justo antes de la pandemia.

A modo de alter ego del propio Domínguez (Borocotopo es una deformación infantil de un personaje de dibujos animados de los años setenta), este proyecto permite a Rodrigo Domínguez y sus cómplices encauzar una música particular, lúdica y desprejuiciada, que resulta tan arrebatadora como fascinante precisamente por la sensación de vitalidad y de inocencia que nos hace viajar a la infancia; de ahí el uso de «música de dibujos animados» al describir aspectos de este proyecto. Sumergiéndose en sus profundidades musicales, la banda utiliza todo lo que tiene a su alcance: groove, melodías sencillas, atonalismo, ruido, etc… siempre con un altísimo grado de interacción y brillantez. La inicial y juguetona (mucho mejor que esta) Pocilga hace pensar en los ejercicios de groove con pulsión de baile de Medeski, Martin & Wood; mientras que la elegante y sutil Miyazaki nos sumerge en un ambiente de calma y sosiego con filtro clásico y aroma noir. 

El frenetismo asonante de Jodido suena a cartoon music pasada de revoluciones, con un punto desquiciante que resulta delicioso; y en la adictiva Bill la cadencia casi rock recuerda por momentos a los mismísimos Morphine. La placidez ambiental y paisajística envuelve a Enamorada del muro en una neblina cinematográfica llena de misterio, presente también en Bolero, creando valles de calma que resultan recodos acogedores dentro de un disco completísimo, inspirado, brillante y, sobre todo, muy divertido. Un diez para Borocotopo por recordarnos la importancia del concepto de juego en terrenos artísticos a menudo demasiado proclives a la sobreintelectualización y el encorsetamiento.

Written by Ricky Lavado

Junio 08, 2023

Juan Saiz – Marco Mezquida – Manel Fortiá – Genís Bagés Pindio 2 (Leo Records, 2022)

Juan Saiz – Marco Mezquida – Manel Fortiá – Genís Bagés Pindio 2 (Leo Records, 2022)

Juan Saiz – Marco Mezquida – Manel Fortiá – Genís Bagés

Pindio 2 (Leo Records, 2022)

22

MAYO, 2023

Juan Saiz, flauta y saxos/ Marco Mezquida, piano/ Manel Fortiá, contrabajo/ Genís Bagés, batería. 

Pindio 2 (Leo Records, 2022). 

Seleccionado AIEnRUTAJazz 2023

 

 

Texto: Ricky Lavado

Nueva aportación del flautista/saxofonista cántabro Juan Saiz al prestigioso catálogo del sello británico Leo Records (Frágil Gigante, de 2020, fue la entrega más reciente de Saiz para Leo Records, en aquella ocasión acompañado de Baldo Martínez y Lucía Martínez), y segunda vuelta de tuerca, a modo de salto mortal sin red, del proyecto Pindio (tras su explosivo debut hace siete años con el interesantísimo H.C.).

 

 

Alternando flauta y saxo, presentando diez temas originales y mostrando un estado de gracia creativo envidiable, Juan Saiz retoma el proyecto Pindio, flanqueado esta vez por Marco Mezquida al piano, Manel Fortiá al contrabajo y Genís Bagés a la batería, para expandir en mil direcciones diferentes el camino iniciado en su debut. El resultado es un trabajo sobrio, denso, plagado de misterio y de aristas sorpresivas que obliga a una escucha detallista y atenta. 

Pindio no son amigos del conformismo; ya desde los primeros compases del disco, con la frenética y brillante “Index librorum prohibitorum”, Saiz y compañía dejan claro que la propuesta de este Pindio 2 no contempla los lugares seguros ni la comodidad. Juan Saiz muestra en todo momento un despliegue de recursos y una variedad de enfoques y sonoridades, tanto a la flauta como al saxo, que le llevan a volar muy, muy alto en piezas como “El grito”, con sus solos rápidos, nerviosos y atonales por momentos; o en el juego de tensiones en el que se convierte “Pindio”. Mezquida brilla también con una versatilidad al piano y una amplitud de miras que le permiten transitar por una gama expresiva y emocional amplísima, convirtiéndose en contrapunto perfecto, o cómplice cuando es necesario, del trabajo de Saiz. La delicadeza lírica y armónica de “Aurora”, una de las piezas más emocionantes y dramáticas del disco, tiene mucho que ver con la destreza de Marco Mezquida, que ofrece un colchón paisajístico de piano para que la flauta de Saiz vuele libre. De igual forma, la grandiosidad épica en la que se convierte “Bellaskos” (otro de los grandes momentos de este disco) se construye en gran parte sobre los cimientos del piano de Mezquida. También hay espacio en Pindio 2 para las atmósferas oníricas, abstractas y desconcertantes, con las misteriosas “Dogma I” y “Dogma II”; y para el desenfreno rítmico de esencia bop, como en “Eber”, con su línea de contrabajo obsesiva e infecciosa cortesía de Manel Fortiá, y su rítmica fracturada por parte de Genís Bagés.

Pindio 2 supone un viaje de tres cuartos de hora de free jazz, clásica, música improvisada, experimentación contemporánea, hard bop y abstracción paisajística que deja sin aliento. Música sorprendente e imprevisible, arriesgada, arisca por momentos, libre en la forma y ejecutada con un virtuosismo y un nivel de compenetración entre los cuatro músicos tan fascinante como abrumador. No es un disco de escucha fácil, Saiz y sus compañeros huyen en todo momento de la complacencia o los caminos ya transitados, para meterse en jardines que por momentos les llevan a la abstracción más onírica, la experimentación más ruda o las descargas de energía con poso hard bop y frenetismo asonante. A los demás sólo nos queda agradecerles el inconformismo, la inquebrantable voluntad de dinamitar límites creativos, y la valentía de transitar dichos jardines; la experiencia resultante bien vale la pena.

Written by  Ricky Lavado

Mayo 22, 2023

Juanma Trujillo – Kenneth Jimenez – Gerald Cleaver Contour (Clean Feed, 2023)

Juanma Trujillo – Kenneth Jimenez – Gerald Cleaver Contour (Clean Feed, 2023)

Juanma Trujillo
Kenneth Jimenez- Gerald Cleaver

Contour (Clean Feed, 2023)

08

MAYO, 2023

Contour (Clean Feed, 2023). Juanma Trujillo (guitarra), Kenneth Jimenez (contrabajo), Gerald Cleaver (batería)

Texto: Enrique Turpin

LOS LÍMITES DEL ABISMO

Por más que el mundo avance en mejoras considerables, el horror es más visible hoy que ayer. O visto de otro modo, a pesar de que el horror es hoy más visible que ayer, el mundo avanza en mejoras considerables. El venezolano Juanma Trujillo se hace eco de este signo de los tiempos con un tour de force en toda regla, amparado por el resto de su trío, que cuenta para la ocasión con la solvencia de Kenneth Jimenez y con la maestría indiscutible de Gerald Cleaver. Desembarca en la discográfica Clean Feed con el proyecto Contour, el cuarto largo de su carrera como líder.

Grabado en la primavera de 2021 y aparecido en los albores de 2023, el trabajo rinde tributo a la heterodoxia musical, entendida como una aportación personalísima a las formas dispares que hacen encajar el universo de cada artista en un ente superior, y al mismo tiempo, escapar de los caminos trillados para emboscarse en vivencias que busquen, precisamente, armarse de vida, potenciarse desde la individualidad en un discurso común desde cualquier formato grupal. El resultado en un asalto a los cielos, un forcejeo con las puertas de San Pedro custodio y un colarse a un paraíso sónico que se salva de la osadía y evita la condena al Averno por la excelencia de su contenido. Viene a ser algo parecido a dejar la televisión en marcha con un bucle de noticias de la CNN, para que los despistados televidentes eternos sepan que viven en una burbuja efímera y que los que habitan el Infierno siguen ahí abajo haciendo de las suyas. Y no hablamos del Infierno geocéntrico, sino de ese otro enterrado bajo la piel, alojado muy cerca de los corazones.

En la nueva aventura lo secundan, como decíamos, Jimenez y Cleaver. Con el baterista, Trujillo ya había protagonizado un encuentro produciendo el corte 27 Licks, de Devin Gray junto con Gerald Cleaver (Rataplan, 2020), así que sin ser novedad sí es cierto que nos topamos con una asociación que interactúan por vez primera en igualdad de condiciones. El guitarrista nacido y criado en Caracas dio un salto decisivo en su carrera cuando aterrizó en Los Angeles en 2005. Tras casi una década interactuando en la escena californiana, acompañando y creciendo alrededor de músicos como Gary Fukushima, Gary Pratt, Michael Mull, Brandon Sherman y Emilio Terranova, en 2014 se mudó a Nueva York, donde amplió miras en el universo de la improvisación y la vanguardia desde Brooklyn al relacionarse con músicos como Francisco Mela, Arturo O’Farrill, Ras Moshé, Mimi Jones, Guillermo Gregorio, Nick Grinder, Rebecca Sullivan, Ethan Helm, Leonor Falcón, Billy Martin, William Parker, Juan Pablo Carletti, Christof Knoche y Andrew Schiller, entre otros. Esa mirada desacomplejada al fenómeno musical experimental, donde la técnica va de la mano de la creación simultánea (algunos creen que lo de la improvisación libre es hacer lo que se tercie, sin responder a unas reglas internas que siempre ha de tenerse en cuenta, bien para mantenerlas, bien para dinamitarlas, pero nunca desconsiderarlas) has logrado que el venezolano sea tenido por una pieza clave para ensamblar propuestas arriesgadas, de alto contenido atmosférico y discurso alternativo, cercano más a Marc Ribot que a Bill Frisell, más a Mary Halvorson que ha Julian Lage, más a Nels Cline que a John Scofield, más a Ben Monder que a Peter Bernstein, por señalar modelos de altos vuelos conocidos por los entusiastas de las seis cuerdas.

Con Contour, Juanma Trujillo encuentra acomodo en la vanguardia de la música creativa de improvisación y experimentación alternativas. Son casi cuarenta minutos en los que el vuelo libre mira permanentemente de soslayo para crecer al unísono en formato trío. Desde el ruidismo de “Core” a las estribaciones ambientales de “Oil Tank”, pasando por las disonancias de “Bolt Cut” a la rítmica acústica de “Hope”, en la que Cleaver se enseñorea sin tapujos, mientras Jimenez no cesa en guiar al grupo por derroteros firmes pero profundos, para dar paso a un guitarrismo de angustiosa estridencia capaz de lograr que Lázaro regrese a la tumba, aunque sólo sea para asimilar lo que acaba de ocurrir en esos once minutos de composición de apariencia espontánea y que sin embargo es la primera de las piezas escritas del largo. Le sigue otro tema escrito, en este caso “Castaway”, muy en la línea pedalística de nuestro escasamente reconocido David Soler, y “Sludge”, la composición más popular de Juanma Trujillo en Spotify, una endiablada máquina de generar inquietud y empoderamiento a partes iguales (inquietud hacia qué, empoderamiento sobre quién), esta vez totalmente improvisada, en un desafío a la convención que convierten Contour en obligada escucha para los aguerridos, y en una terapia de choque para los pusilánimes. Cierra el disco “Rumination”, otro corte escrito con aires acústicos, en el que el trabajo del contrabajista Kenneth Jimenez se hace indispensable.

Si en sus anteriores exploraciones artísticas, Juanma Trujillo se había acercado al homenaje a sus ancestros, a las músicas de su Venezuela oculta, a los modos de las vanguardias plásticas o al arte cinematográfico el que sirve de estímulo y fuente para desarrollar su visión musical, en Contour regresa a las fuentes más próximas al misterio, se llamen David Lynch o John Zorn, para reimaginar su vida junto a este trío de ases en pos de una vida reinventada y mejorada desde los ritmos dispares y las estéticas alternativas. A Trujillo la tensión se le supone, pero ocurre lo que acontece con cierta hiperactividad, que la salvación proviene de la saturación, la calma llega con las sobredosis. Sólo así cobra sentido la propuesta del caraqueño. Pocas veces ha sido más verdad.  El linaje intrépido de Trujillo, amparado por la rítmica de Jimenez y Cleaver, se lo permite con creces. A este respecto, el guitarrista ha declarado que la sesión grabada el 6 de junio de 2021 en Douglass Recording en Brooklyn “resultó como una sesión informal, traje un par de sketches musicales muy sencillos y abiertos para tocar junto con algunas piezas improvisadas (…) Escuché mucho a Kenneth y Gerald y fue muy emocionante tocar y escuchar esa cualidad notable que asocio con ellos, donde cada dirección concebible es un juego justo”. Al fin, los contornos de los que habla Juanma Trujillo son los del abismo, un paseo meritorio y salvaje por el filo de lo que nos salva y lo que nos pierde. A su vera, sólo será posible lo primero. Suerte, y no se pierdan. Aquí las migas de pan valdrán lo mismo que en el cuento. Aprovisiónense de buenos guijarros y no teman. Al final todo se reduce a aquello que decía John Zorn cuando hablaba de que “los secreto más poderosos nos son revelados a través de las experiencias más extremas e intensas.” Tal vez ahora que reside en Barcelona todo cambie, o no.

Written by  Enrique Turpin

Mayo 08, 2023

Mario Costa – Chromosome (Clean Feed, 2023)

Mario Costa – Chromosome (Clean Feed, 2023)

Mario Costa

Chromosome (Clean Feed, 2023)

03

ABRIL, 2023

Chromosome (Clean Feed, 2023). Mario Costa, batería/ Cuong Vu, tompeta / Benoît Delbecq, piano/ Bruno Chevillon bajo.

Texto: Ricky Lavado

El batería y percusionista portugués Mario Costa lleva más de diez años haciéndose un más que merecido hueco en el universo del jazz europeo contemporáneo a base de inventiva, virtuosismo y un espíritu innovador que le hacen poseedor de una voz propia que bebe de las más heterogéneas corrientes de la música libre jazzística actual. El equilibrio entre esas corrientes heterogéneas en la búsqueda constante de nuevas formas expresivas es sello diferencial de la carrera de Costa; como acompañante de figuras como Hugo Carvalhais, Andy Sheppard, Tim Berne, Emile Parisien o Dominique Pifarél, entre otros; o como nombre imprescindible en la escena del fado actual, junto a Ana Moura, Miguel Araujo o Antonio Zambujo. Cuatro años después de su debut como solista con el brillante Oxy Patina (Clean Feed, 2018), Mario Costa regresa con Chromosome (Clean Feed, 2023); un trabajo refrescante, innovador, exuberante y vanguardista a partes iguales, plagado de momentos de pura brillantez y que plasma el dulce momento creativo de uno de los artistas más interesantes del jazz moderno.

Para dar forma a Chromosome, el portugués lidera un cuarteto compuesto, además del propio Costa, por el trompetista vietnamita/estadounidense Cuong Vu, y los franceses Benoît Delbecq (piano) y Bruno Chevillon (bajo). La interacción volátil y en todo momento sorprendente entre los cuatro, así como el poco afán de protagonismo de Costa (un solista poco común, amigo de dejar espacio a sus compañeros para que desarrollen libremente sus fraseos hasta el punto de casi desaparecer en algunos momentos del disco) da como resultado un viaje de casi una hora de duración por paisajes hechos de música de sonido moderno y brillante; con juegos continuos de tensión e intensidades. Chromosome está plagado de ritmos complejos y elegantes, construcciones rítmicas poco ortodoxas, detalles electrónicos fríos y funcionales, y un derroche de texturas en el que cada músico encuentra sus propios espacios para volar muy, muy alto.

El trabajo de Cuong Vu es excepcional a lo largo de todo el disco; en “Adamastor” la trompeta se va apoderando poco a poco de una composición que arranca con unas notas sutiles de piano, hasta encenderse en un crescendo que suena añejo y moderno a la vez, tendiendo puentes entre el clasicismo y lo contemporáneo. En otras composiciones, como la titular “Chromosome” o la oscura “Antipodes”, el cuarteto se deja llevar por la inspiración ambiental, dando forma a atmósferas nocturnas trufadas de misterio y detalles electrónicos sutiles que enrarecen el ambiente y resultan fascinantes y obsesivos. «Moonwalk», con su rítmica segmentada y una sensación de juego experimental con deje de electrónica, se aleja de los territorios del jazz para acercarse a fraseos y sonidos casi psicodélicos; mientras que en otros tramos el disco se adentra en terrenos mucho más oscuros y meditativos, como en los paisajes brumosos de “Chamber Music” o en los excesivos diez minutos de ambientes fantasmales de “La Grotte”.

Calma, belleza, una emocionante vena melódica y una sensación general de suspensión en el tiempo marcan el tono general de un trabajo que huye de la inmediatez y reclama el tiempo y la paciencia necesarios para apreciar de forma justa las obras de verdadera profundidad.

Written by Ricky Lavado

Abril 03, 2023

Abe Rábade  Botánica (Karonte, 2022)

Abe Rábade Botánica (Karonte, 2022)

Abe Rábade 

Botánica (Karonte, 2022)

27

MARZO, 2023

Botánica (Karonte, 2022). Abe Rábade, piano/ Davide Salvado, vocalista/ Daniel Juárez, saxo tenor/ Virxilio da Silva, guitarra/ Ton Risco, vibráfono/ Jimena Andión, cello/ Pablo Martín Caminero, contrabajo.

Texto: Ricky Lavado

Fotografía: Alexandre Fernández (portada y contraportada), Xacobe Meléndez y Abe Rábade

Con catorce discos a sus espaldas y una trayectoria tan laureada como inquieta que abarca ya más de dos décadas de búsqueda y desarrollo constante de un lenguaje propio, el pianista compostelano Abe Rábade se planta en 2022 con un álbum personal, sorprendente y complejo cuyo título nos da una pista literal acerca de las motivaciones y conceptos que mueven en la actualidad a un creador que transita una senda única, al margen de fórmulas preconcebidas. 

Botánica se sitúa en un terreno resbaladizo y difícilmente clasificable en el que el jazz, la experimentación textural, la orquestación heterogénea y el folclore viajan de la mano a través de unos paisajes sonoros inspirados por la geografía rural gallega; su vegetación, concretamente. Este mapa sonoro de especies vegetales autóctonas se estructura en forma de catorce composiciones en las que Abe Rábade se acompaña, en una suerte de misteriosa simbiosis creativa, de Davide Salvado, uno de los principales valores del panorama actual de la música tradicional. Los caminos de Abe Rábade y Davide Salvado ya se habían cruzado anteriormente con motivo del espectáculo Lorca namorado, en el que Rábade se encargó de musicar y llevar a escena el poemario Seis poemas galegos, de Federico García Lorca, y la publicación de Botánica supone la cristalización de un tándem creativo tan complementario como improbable, en un trabajo que suena y huele a bosque de ribera; a hierba alta y petricor; a fresnos, castaños y abedules.

A lo largo de Botánica, el piano lírico y libre de Rábade encuentra en las percusiones tradicionales gallegas y la voz de Salvado un equilibrio perfecto entre tradición ancestral y experimentación jazzística, que suena especialmente inspirado en piezas como Bidueiras: Menciñeira núa (en un arranque de disco misterioso de belleza frágil y emotiva) o As idades da devesa; una suite en cuatro movimientos que supera los veinte minutos y supone un viaje entre diferentes estéticas musicales tan cautivador como profundo. 

Alrededor de Rábade y Salvado, una conjunción brillante y efectiva de talentos se encarga de dotar al disco de unos niveles de sofisticación y diversidad sonora que lo convierten en un paseo plagado de continuas sorpresas. Daniel Juárez al saxo tenor, Virxilio da Silva a la guitarra, Ton Risco al vibráfono, Jimena Andión al cello, Pablo Martín Caminero al contrabajo y Naíma Acuña a la batería forman una unidad creativa dotada de una sensibilidad perfecta para dar forma al universo orgánico y onírico que presenta este disco.

Botánica es música de raíz filtrada por sonoridades libres que beben del jazz tanto como del musgo, la humedad y la tierra fértil de los profundos bosques atávicos de Galicia. Música para disfrutar sin prisas ni distracciones. Música que emociona y hace viajar la mente, con la calma contemplativa que la naturaleza merece. Una vez más, Karonte dando en el clavo con otra pequeña joya a añadir a su ya de por sí fascinante catálogo.

Written by Ricky Lavado

Marzo 19, 2023

Gerald Clayton -White Cities

Gerald Clayton -White Cities

Gerald Clayton -White Cities

22

MARZO, 2023

Nova Jazz Cava, Terrassa, 11 de marzo de 2023. Gerald Clayton “White Cities”

Gerald Clayton (piano, Fender Rhodes, Hammond B3) / Marquis Hill (trompeta) / Logan Richardson (saxo alto) / Jeff Parker (guitarra) / Joel Ross (vibráfono y batería).

Texto: Enrique Turpin

Fotos: Jazz Terrassa Festival

QUE NO CESE LA LUZ

Ya no importa que lo bello sea el principio de lo terrible, como proponía el poeta, porque para eso es precisamente lo bello, para quedarse a su vera, para regodearse en él y no rendirse a la evidencia de lo siniestro que acecha a la vuelta de la esquina. Por eso son importantes conciertos como el del Gerald Clayton Quintet, porque dejan constancia del acontecimiento y nos reconcilian con lo que está en el mundo para salvarnos, cuando no para hacernos mejores.

El grupo que acompaña en esta nueva singladura al pianista formado en Estados Unidos es toda una declaración de intenciones de lo que reivindica el último trabajo de Clayton (Utrecht, 1984) tras Bells On Sand (Blue Note, 2022). “White Cities” es un tributo musical al ilustrador Charles Wilbert White (1918-1979), inspirado en la exposición del artista en el LACMA de Los Ángeles, una completa retrospectiva que rastreó a principios de 2019 la carrera y el impacto de White en las ciudades a las que llamó hogar: Chicago, su lugar de nacimiento; Nueva York, donde se unió a causas sociales y ganó reconocimiento; y Los Ángeles, donde desarrolló su arte maduro y se convirtió en activista de los derechos civiles. La exposición incluía aproximadamente 100 dibujos y grabados junto con pinturas al óleo menos conocidas. Como dibujante, White se centró en imágenes de afroamericanos históricos y contemporáneos, representados en retratos ideales y escenas cotidianas. Elogió su dignidad, humanidad y heroísmo frente a la larga historia de injusticia racial del país y alentó a sus espectadores y compañeros artistas negros a proyectar su propia valía. White creó imágenes no violentas a pesar de las crecientes tensiones raciales; sólo a mediados de la década de 1960 se sintió frustrado por el lento progreso y comenzó a infundir en su trabajo alusiones a la continua violencia, pobreza y disparidad en la educación, la vivienda, el empleo y las oportunidades electorales. También para White la aspiración hacia la belleza fue un refugio para todo lo que de inhóspito tiene el mundo, sobre todo en lo que concierne a los desfavorecidos.

Para llevar a cabo el proyecto, a Gerald Clayton (piano, Fender Rhodes, Hammond B3) se le han unido Jeff Parker (guitarra), Logan Richardson (saxo alto), Marquis Hill (trompeta) y Joel Ross (vibráfono y batería), con los que ha formado un quinteto de ensueño y raigambre afroamericana, por si no quedaba claro que la cosa va de reivindicar. No sé yo si el color de la piel lleva implícita la lucha por los derechos humanos —eso de las razas ya se sabe que no tiene fundamento científico—, pero es posible que como descendientes de minorías sojuzgadas, sometidas y reprimidas algo sepan ellos de injusticias sociales. Se hizo énfasis desde el inicio del concierto ya en las palabras del siempre volcánico Valentí Grau, pero luego quedó constancia de la vindicación en la propuesta musical del seis veces nominado al Grammy, y, desde luego, en el texto de presentación que acompañaba la velada. En sus palabras, Clayton conjuga el doble sentido que atesora el apellido del ilustrador: las ciudades donde vivió White con las ciudades en la que prevalece una mirada sociocultural impregnada de blancura, un modo de recordar la opresión generalizada que lastraba todos los lugares donde vivió White, al tiempo que testimonia sus modos de expresión hermanados con el blues en lo que tiene de respuesta de la experiencia negra en un mundo blanco, de un modo semejante al que apuntara el escritor Colson Whithead en El ferrocarril subterráneo (2016), por señalar un hermano de armas del pianista.

No es menos cierto que el título del proyecto también hace referencia a la personalidad artística del propio Charles White. Los fundamentos de “White Cities” tratan de apresar el corazón y la mente del artista, más allá de los temas o mensajes evidentes en sus obras. Se trata de una exploración musical de la persona que creó esos mundos a modo de dedicatoria al hombre, al trabajo y a la fuente de inspiración que impregna la mirada de White y de lo que se oculta tras sus obras. Pero hay en todo ello un aire de retroalimentación, puesto que en la misión de transportar el alma del pintor se genera energía suficiente para apresar el brío del quinteto formado por Clayton para la ocasión. Un quid pro quo que supone la consagración de ambos procesos de retroalimentación.

La suite puesta en pie para propagar al mundo el muralismo del no siempre conocido Charles White es el reflejo musical de las cinco secciones en las que se divide la pieza Five Great American Negroes (1939), un mural de cuatro metros por uno y medio que resigue las ciudades por las que anduvo el talento de White a lo largo de los Estados Unidos, desde su Chicago natal, pasando por el New York más bullente, hasta recalar en la costa del Pacífico con el esplendor de Los Ángeles. No creo que el público que llenó la Nova Jazz Cava imaginara lo que iba a ofrecer el quinteto, pero sí podía captarse un cierto aire de inquietud por ser testigos de la empresa que ha emprendido el quinteto de Clayton, rebosante de inventiva y pletórico en la ejecución desde una personalidad múltiple ávida de mostrarse y poderosamente unificada. Las partituras corrían de arriba abajo, en la idea de que lo escrito es auspicio de lo improvisado. En este sentido, los vientos de Richardson y Hill fueron los más literales con las hojas firmadas por el líder, mientras que Parker y Ross mostraron mayor desapego dentro de la brújula que siempre marcaba el pianista.

Cada composición planteaba una melodía para cada una de las secciones del mural al óleo sobre tela de Charles White conservado en la Howard University Gallery of Art de Washington. Los temas avanzaban al tiempo que lo hacía el mural en toda su integridad, a fin de representar la doble experiencia de la lectura a primera vista de la pieza y la lectura detallada del mural en su totalidad. El hilo conductor tenía un doble motor: las características propias de las tres ciudades en las que vivió White y la visión del mundo que trasladó el artista plástico a partir de ellas. Un magnetófono accionado por Clayton desde el piano ayudaba a trasladar a la audiencia la sonoridad de cada una de las urbes, introduciendo las secciones antes de que el quinteto las defendiera de un modo ejemplar. En la Ciudad del Viento la inspiración llegó de la mano de Sojourner Truth y Booker T. Washington; en la Gran Manzana fue turno para Frederick Douglas; finalmente, en la Urbe del Sol Poniente se trasladó el interés a George Washington Carver, mientras hubo tiempo para un tratamiento de las afinidades que recorren a White y a su quinteto a partir de la sonoridades de “Hear Da Lamb’s A-Cryin” de la contralto y activista antirracista Marian Anderson, todo ello sembrado de sorpresas y sinestesias de izquierda a derecha entre lo pintado en el mural de Charles White y lo discurrido con lo imaginado por Gerald Clayton para estas “Ciudades Blancas” en las que White dejó su huella.

Pero quien sembró para tiempos venideros fue la hermandad que ha dado forma a este quinteto de lujo. La suite propuesta brindaba la posibilidad de ver en acción de forma simultánea un quién es quién en la penúltima hornada de grandes improvisadores del jazz contemporáneo. De las cadencias bluesísticas que venían del norte se desembarcó en la costa oeste y todo se lleno de disonancias dramáticas y superposiciones, activadas hacia la viveza que transmitía la gran urbe atlántica. La batería de Ross, minimalista pero efectivísima y los intercambios entre trompeta y saxo (se buscaba esa sonoridad, en ningún momento Richardson se apeó de su saxo alto) y las modulaciones repletas de oleajes producidas por la magia de la guitarra de Parker se conjugaron desde la libertad personal para ofrecer al líder un tapiz en el que dejar constancia de lo que supone todavía hoy ser herederos victimarios de aquellos tiempos de ignominia en los que, con evidencia flagrante, un ser humano subyugaba a otro por el simple hecho de tener una piel distinta, más víctima cuanto más distinta frente a la tiranía de la piel clara. El aterrizaje en Los Ángeles fue luminoso, a modo de cierre del periplo bioartístico del ilustrador.

Gerald Clayton se ha asociado con músicos comprometidos y despiertos a la observancia del mundo forjado con aquella urdimbre ignominiosa del racismo envuelto de codicia, violencia y envidia, cuando no de pura maldad; y lo ha hecho tal vez desde la preocupación por lo que queda por resolver todavía a estas alturas del mundo. Reivindicar la figura de Charles White es una forma de recordar que la evolución emocional del ser humano va más lenta de lo que podría suponerse. Es cierto que el amo jamás destruirá su casa con las herramientas que le son propias, como hubiese dicho Audre Lorde, pero se da el caso de que en asuntos jazzísticos, las armas con las que tratar de abolir el persistente estado de las cosas se han forjado en la mezcolanza. Son herramientas mestizas, dispares, heterogéneas, acrisoladas en una coiné cultural y musical que las hacen propicias para el derrumbe verdadero, ese que deja huella en los corazones y en las almas, no en las ruinas ni en los vertederos de intelectualidad caduca. Sólo por eso el concierto y la apuesta del Festival ya hubiesen valido la pena, pero es que hubo música, mucha música, y acaso de las mejores que pueden escucharse en la actualidad. Incluso pareció que el espíritu de Lester Young sobrevolaba el escenario. Y si no fíjense la próxima vez cómo Marquis Hill ladea su cabeza hacia la derecha cuando toca. Eso es más que un homenaje. Eso es una posesión en toda regla. 

A veces los ancestros escogen el mejor vehículo para expresarse cuando han escapado de los dominios de la física. Charles White corría por la sala, abarrotada como no podía ser menos, pero me gusta imaginar que por allí recalaron otros tantos espíritus indomables que utilizaron a la formación liderada por Clayton como médiums expresivos de sus mensajes imperecederos. Hubo un tiempo en que todo era oscuridad. Ahora la luz va ganando terreno. El bis en forma de espiritual, muy cercano a “There Is Music Where You’re Going My Friends” con el que se cierra Bells On Sand (Blue Note, 2022), propició la comunión final con un público ya ganado desde los primeros compases. En nuestra mano está que no cese la luz proyectada. No perderse conciertos de esta índole socorre en el empeño. Sin quererlo apenas, nos hacemos activistas vicarios de nobles causas. Y qué bien sienta, todo sea dicho.

Written by Enrique Turpin

Marzo 22, 2023

Pin It on Pinterest