Uno de los platos fuertes de esta nueva edición de Jazzaldia fue sin duda los seis proyectos presentados por el carismático Jhon Zorn, que, valiéndose de una residencia ofrecida por el festival pudo traer al escenario a músicos consolidados y reconocidos en nuestras tierras y que son, además, imprescindibles en la composición grupal de Zorn, músico excéntrico donde los haya, pero genial a partes iguales. Su periplo dio inicio el miércoles 26, en el auditorio Kursaal con dos propuestas: Teresa de Ávila y Suite For Piano.
Teresa de Ávila es una obra conceptual de John Zorn inspirada en la vida y las visiones de la santa española. La actuación fue un encuentro trascendental entre la espiritualidad y la música contemporánea, uniendo a dos de los más virtuosos guitarristas del mundo: Julian Lage y Gyan Riley.
El escenario del auditorio, iluminado suavemente por tonos dorados y azules, reflejaba el aura de misticismo que impregna las composiciones de Zorn. Sin embargo, fue la música en sí la que transportó a la audiencia a un plano espiritual superior. Lage y Riley, con una conexión casi telepática, crearon un tejido sonoro tan delicado como intrincado. Las melodías, inicialmente suaves y casi susurradas, fueron creciendo en complejidad y dinamismo, como si los guitarristas estuvieran dando voz a las visiones extáticas de la Santa.
El repertorio, que en esta ocasión incluyó composiciones inspiradas en la inquietante novela A High Wind in Jamaica de Richard Hughes, se caracterizó por su atmósfera enigmática y siniestra. Las guitarras, a veces resonando con acordes plenos y otras con punteos inquietantes, tejieron historias de inocencia perdida y peligro latente.
Suite for Piano fue un viaje introspectivo y complejo, que entrelazó la tradición de la música clásica con las innovaciones del jazz contemporáneo. La pieza, interpretada por un trío excepcional compuesto por Brian Marsella al piano, Jorge Roeder en el bajo y Ches Smith en la batería, dejó constancia nuevamente de la versatilidad compositiva del prolífico saxofonista.
Desde los primeros compases, quedó claro que esta suite no era una simple reinterpretación de estilos pasados, sino una evolución natural de la tradición clásica. Zorn, inspirado en las Variaciones Goldberg de Bach y en la música para piano de Schoenberg, construyó una pieza que respetando el rigor formal de la música clásica la impulsa hacia nuevos territorios de expresión. Brian Marsella, es un pianista conocido por su dinamismo y profundidad, fue el protagonista indiscutible de la noche. Su interpretación fue precisa y apasionada, con una técnica impecable que permitió explorar las capas de complejidad en la composición de Zorn. Marsella, quien posee una formación única que abarca tanto el jazz como la música clásica, logró transmitir la esencia de la obra, equilibrando la claridad melódica con momentos de profunda disonancia y tensión. Jorge Roeder al contrabajo y Ches Smith a la batería complementaron a Marsella con una sinergia impresionante. Roeder, con su toque suave pero seguro, añadió una dimensión armónica y rítmica sosteniendo las intrincadas líneas del piano, mientras que Smith, con su estilo percusivo dinámico, aportó una energía que variaba entre lo sutil y lo explosivo, subrayando los contrastes dramáticos en la música. La obra fue una meditación sobre la estructura y el caos, lo previsible y lo inesperado. Las transiciones entre los movimientos fueron fluidas pero sorprendentes, manteniendo un estado de tensión constante. La habilidad del trío fue testimonio de la visión innovadora de Zorn.
Al día siguiente Zorn siguió su serie de conciertos en el mismo escenario. Esta vez las obras fueron Incerto y Simulacrum. Incerto, es uno de los proyectos más recientes de John Zorn que reunió a Julian Lage a la guitarra, Brian Marsella al piano, Jorge Roeder al bajo y Ches Smith a la batería. Dejaron claro que Incerto no es un proyecto para los débiles de corazón. La música, caracterizada por cambios de compás vertiginosos, melodías atonales y armonías poco convencionales, fue una verdadera prueba de la destreza técnica y la capacidad de improvisación de los músicos. Julian Lage, con su guitarra, creó paisajes sonoros que fluctuaban entre la delicadeza y la abrasividad, mientras que Brian Marsella aportó su singular visión del piano, mezclando líneas melódicas complejas con momentos de improvisación. Jorge Roeder y Ches Smith proporcionaron una base rítmica que oscilaba entre lo frenético y lo introspectivo, permitiendo que Lage y Marsella exploraran las composiciones de Zorn con total libertad. La química entre los cuatro era palpable, cada uno alimentando la energía del otro en una danza musical que fue tanto intuitiva como meticulosamente ejecutada. Incerto encapsuló la esencia del jazz moderno: una mezcla de tradición y experimentación, donde las reglas están hechas para ser dobladas y desafiadas. Zorn, a través de las composiciones y la dirección musical, permitió a estos virtuosos músicos mostrar lo mejor de su arte.
Simulacrum, el tercer proyecto del neoyorquino se hizo a trío, agrupación compuesta por John Medeski al órgano, Matt Hollenberg a la guitarra y Kenny Grohowski a la batería. Una propuesta en la que el jazz, el metal, el punk y la improvisación se mezclaron en una explosión de energía y virtuosismo. Simulacrum es una de las facetas más radicales de Zorn, un proyecto que rompe las barreras entre géneros y desafía a los músicos a explorar los límites de sus habilidades. Medeski, con su órgano, desplegó un torrente de sonidos que fueron desde lo ceremonial hasta lo infernal, creando una base sonora tan densa como hipnótica. Matt Hollenberg, añadió una capa de agresividad y complejidad. Los riffs, cortados por el metal más duro, se entrelazaban con líneas melódicas caóticas y con los solos abrasadores que electrizaban el ambiente. Kenny Grohowski, a la batería, fue la fuerza propulsora que mantuvo todo unido, combinando la precisión del jazz con la brutalidad del metal y su capacidad para alternar ritmos complejos con patrones explosivos. Las composiciones, fieles al estilo de Zorn, presentaban abruptos cambios de tempo y dinámica, llevando al público de pasajes melódicos oscuros y ominosos a explosiones sonoras que desafiaban la lógica.
La tercera jornada de Zorn en Donostia se llevó a cabo en la mítica plaza Trinidad. El segundo de los conciertos se anunciaba con gran expectación al ser el único en el que el mismo Zorn actuó como músico. Para cerrar esta serie de conciertos se eligieron los proyectos Chaos Magick y New Masada Quartet.
Chaos Magick, es una de las últimas exploraciones de John Zorn, contó con la presencia de John Medeski al órgano, Brian Marsella al piano eléctrico, Matt Hollenberg a la guitarra y Kenny Grohowski a la batería. El cuarteto se sumergió en una interpretación poderosa y provocadora, inspirada en las corrientes esotéricas del caos mágico.
Zorn dirigió la experiencia desde el trasfondo conceptual, construyó un setlist sin respiro, llevando a los músicos a explorar territorios sonoros donde las fronteras entre géneros se disolvían por completo. Medeski, guio la atmósfera del concierto con pasajes que oscilaban entre lo místico y lo explosivo, mientras que Marsella añadía texturas que desafiaban lo convencional, fusionando armonías disonantes con ritmos fragmentados.
Matt Hollenberg, fue un catalizador de la intensidad del concierto. Sus riffs abrasivos y los solos incendiarios crearon una tensión constante, llevando la música a un punto de ruptura para devolverla, retorcida y transformada, al núcleo melódico propuesto por Medeski y Marsella. Kenny Grohowski, por su parte, fue un motor imparable a la batería, creando un caos rítmico que, sin embargo, estaba intrincadamente alineado con la visión de Zorn, aportando una energía que variaba entre el jazz más libre y el metal más agresivo.
El concepto de Chaos Magick se manifestó no solo en la música, sino en la misma estructura del concierto. Las composiciones, con sus abruptos cambios de dirección y su mezcla de influencias, reflejaron la idea central del caos mágico: un sistema donde la verdad es maleable y donde todo es posible. La interacción entre los músicos fue tan libre como calculada, sugiriendo que, aunque el caos reinaba, había una lógica interna que dirigía cada nota y cada pausa.
New Masada Quartet, una de las formaciones más esperadas del Festival Jazzaldia 2024, cerró el evento con una actuación que fue tan vibrante como emocionalmente cargada. El cuarteto, liderado por el mismo John Zorn al saxo, e integrado por Julian Lage a la guitarra, Jorge Roeder al bajo y Kenny Wollesen a la batería, ofreció una interpretación que fusionó el espíritu del jazz con la intensidad y la improvisación características del universo musical de Zorn.
Desde el primer momento en que Zorn, con su característica energía y precisión, llevó el saxofón a sus labios, quedó claro que este concierto sería una mezcla de virtuosismo técnico y pulsión sonora desbordante. El New Masada Quartet, es una reencarnación moderna de uno de los proyectos más emblemáticos de Zorn. El compositor trajo a la vida las composiciones de la serie Masada con una frescura y una fuerza renovadas.
Julian Lage, mostró una destreza inigualable, manejando la guitarra con una fluidez que parecía casi sobrenatural. Sus solos, a menudo inesperados y siempre ingeniosos, fueron una conversación constante con el saxo de Zorn. Jorge Roeder y Kenny Wollesen, al bajo y a la batería respectivamente, formaron una sección rítmica que no solo sostenía el peso de las composiciones, sino que también añadió capas de complejidad y emoción. Roeder, con su bajo firme y melódico, ofreció una base sólida que permitió a Lage y a Zorn explorar los límites sonoros de cada pieza. Wollesen, como colaborador cercano de Zorn durante décadas, aportó una sensibilidad rítmica que va desde lo más sutil hasta lo más explosivo, complementando y elevando la música en todo momento.
El repertorio de la noche abarcó varias piezas de la serie Masada, cada una interpretada con una intensidad que reflejó tanto la profunda conexión entre los músicos como el compromiso de Zorn con su legado musical. La estructura de las composiciones, con sus ritmos judíos tradicionales fusionados con el jazz contemporáneo, creó un ambiente que era a la vez místico y eufórico.
Zorn, que siempre ha sido un maestro en desdibujar las líneas entre el pasado y el presente, logró con estos seis proyectos presentados en Jazzaldia, una vez más, conectar con la audiencia en profundidad, ofreciendo un manantial desbordante de creatividad y haciendo un homenaje, no solamente al jazz sino también un merecido tributo a su propia carrera.