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Michel Camilo & Marco Mezquida Voll-Damm Jazz Festival Barcelona 2024

Michel Camilo & Marco Mezquida Voll-Damm Jazz Festival Barcelona 2024

Michel Camino & Marco Mezquida

55º Voll-Damm Jazz Festival de Barcelona 2024

25

Septiembre, 2024

Texto: Enrique Turpin

Fotos: Voll-Damm Jazz Festival

Michel Camino invita a Marco Mezquida. 55º Voll-Damm Jazz Festival de Barcelona

Palau de la Música, 07/11/2023

 

CONFLUENCIAS ASTRALES INÉDITAS

Ya lo decía Miguel Torga, uno de los grandes referentes de las letras portuguesas, pese a la amnesia de estos tiempos, cuando hablaba de que lo universal es lo particular sin fronteras. Por eso mismo no sorprende que en el encuentro inédito entre Michel Camino y Marco Mezquida —uno de los platos más nutritivos y sorprendentes del Festival— el balear se descolgara con la afirmación de que ambos “somos isleños y somos mundiales”. Habrá que afinar y decir que son universales no por isleños, sino porque les asiste el genio, que no es más que el talento cuando te atrapa trabajando, y trabajado, desde luego. República Dominicana y Menorca se daban cita para un concierto a dos pianos acústicos sin amplificación, si no se tiene en cuenta las cajas de resonancia de sus espíritus risueños y siempre maravillados cuando descubren la excelencia. Y aquí de eso sobraba esa noche en que los dos maestros se ponían frente a frente para honrar a un instrumento, a sus precursores y para dejar su huella personal a la posteridad.

Todo había empezado un año antes, cuando Mezquida asistió al concierto que Camilo ofrecía junto a su alma gemela Tomatito en el mismo marco del Festival barcelonés. Joan Antón Cararach, director musical del evento y fan irreductible de ambos músicos, hizo lo que hacen los entusiastas despiertos: propuso un hermanamiento de poéticas, a ver a dónde conduciría. Visto lo visto, la idea ahora se muestra necesaria y acertadísima. Sabíamos que Camilo era fuente de inspiración para Mezquida, que se espejea en los registros líricos del dominicano y en la idea orquestal del instrumento. Ahí había algo más que compatibilidad. No los hermanaba la genética de las hermanas Labèque, pero algo muy poderoso se instala en cada cual cuando lo que te conecta es una misma mirada al mundo. Tampoco se nos escapaba que Mezquida podía suponer despertar el asombro de Camilo, porque uno no puede cansarse de imaginar lo imposible a quien no se cansa de escuchar. Y Mezquida se hace insoslayable y necesario cuando se le conoce, cuando se le escucha pero, sobre todo, cuando se le ve en acción. Ahí también coinciden en genio y en estímulos a la afición ambos pianistas.

En el Palau de la Música hubo color, dinámicas, texturas, contrastes, musicalidad, algo así como un ser bifronte donde la parte equina del centauro correspondía al piano y los torsos a una mezcla imposible entre el lirismo de García Lorca y el volcanismo de Stravinski pasados por el tamiz de la Fania. Desde bien pronto se observó una confianza mutua y una intensidad para afrontar el reto comunicativo que hizo innecesarias las palabras: miradas de soslayo, gestos cómplices, mensajes oculares, braceos, codos y palmas elocuentes…Todo cupo esa noche para fijarla en la memoria y convertirla en un evento único, que era el deseo de los asistentes, los organizadores y ese par de estrellas galácticas isleñas incorporadas al cielo modernista del Palau.

Los dos Steinway de cola enfrentados hicieron las delicias de los músicos, que se descolgaron sin solución de continuidad con “Autumn Leaves”, “So What”, “Blue Rondo à la Turk”, “Song For My Father”, “Tropical Jam”, “Spain”, “Caribe”, “Joia” y mucho tumbao y no menos danzón y blues y mucha poesía y fuegos de artificio sin vacuidad. Puro juego y diversión. Entendimiento completo, muchas historias que contar y un par de bises con los que poner el colofón a una música sin fronteras. Hubo, desde luego, tratándose de Camilo y Mezquida, osadía, transitó por el filo, audacia para romper barreras y armas para salir airosos del empeño. Como ocurrió allá por 1997 cuando se fraguó el dúo Camilo-Tomatito, 2023 marca el paso para el turno de una nueva pareja universal, la que desde esa noche mágica en el escenario del Palau ya se muestra indisoluble, la formada por Michel Camilo y Marco Mezquida. Música para siempre. Música para el alma. Bastaron dos horas para el milagro, pero dos horas nunca son suficientes cuando la vida te sonríe. Somos insatisfechos perpetuos. Pero esta vez, con razón.

Written by Enrique Turpin

Septiembre 25, 2024

Javier Estrella Interview Festival JazzEñe 2024

Javier Estrella Interview Festival JazzEñe 2024

Javier Estrella Interview

10º Edición JazzEñe Festival 2024

15

Septiembre, 2024

Entrevistamos a Javier Estrella, director de JazzEñe. La entrevista tiene lugar en la plaza de Okendo en Donostia, San Sebastián, durante el Festival de JazzEñe- Jazzaldia (24 al 27 julio de 2024).

Bajo el marco del Festival Jazzaldia se celebró la X muestra de Jazz para programadores internacionales JazzEñe en San Sebastián. Esta muestra es una iniciativa de la Fundación SGAE, que cuenta con la colaboración del Ayuntamiento de Donostia / San Sebastián, Donostia Kultura y el Festival de Jazz de San Sebastián / Donostiako Jazzaldia.

In&OutJazz: Un placer saludarte de nuevo Javier y entrevistarte. Empezamos. ¿Por qué JazzEñe lleva años en San Sebastián, en Jazzaldia? O sea, ¿por qué en Donosti?

Javier Estrella: Pues mira, JazzEñe lleva 10 años de existencia. Estamos haciendo ahora el décimo festival. De esos 10, los cuatro últimos han sido en Jazzaldia. Hasta antes de Jazzaldia, en San Sebastián, en Donosti Los seis primeros JazzEñe tuvieron lugar cada uno en una ciudad diferente, porque la Fundación SGAE quería dividir la actividad, llevarlo por diferentes puntos, que es un sistema un poco complicado, porque es como comenzar siempre en una ciudad No tiene vinculación con la ciudad. Sin embargo, desde la propuesta de Jazzaldia de hacerlo aquí, en Donosti, en el marco del Festival de Jazz de Donosti, pues es muy diferente. Las condiciones son buenísimas, los conciertos son por la mañana, y luego están los conciertos de Jazzaldia por la tarde, y todas las actividades del festival. Aquí se han dado todas las condiciones, las mejores condiciones posibles, ¿no? Por una parte, el público es extraordinario. En las últimas ediciones, el público está comprando las entradas antes de saber el programa. Es decir, que confían absolutamente en que el programa de músicos españoles, del territorio español, es un programa que merece la pena ver, y el teatro está lleno. Hacer los conciertos en un teatro así, como este, con una excelente dotación técnica, y de personal, un personal, además, todos ellos encantadores, y que están completamente concienciados de que hay que hacerlo para que salga todo lo mejor posible, pues bueno, se dan todas estas condiciones, ¿no? Tenemos un lugar extraordinario para hacerlo, con un sonido fantástico, y nosotros, por nuestra parte, ofrecer eso a los músicos, que tengan un escenario súper profesional, con buenas luces, con buen sonido, yo creo que les estimula muchísimo. Otra parte es que estamos en una ciudad que es muy apetecible internacionalmente, es decir, que los programadores a los que invitamos no hace falta explicarles qué es San Sebastián y qué es el Festival de Jazz de San Sebastián. Creo que es redondo. Por otra parte Jazzaldia, a su director Miguel Martín, también ve muy positivo tener aquí a JazzEñe.

¿Cómo llegáis al acuerdo de que JazzEñe esté dentro de Jazzaldia?

Fue una propuesta de Jazzaldia a la Fundación SGAE. Se reparten gastos, unos ponen unas cosas, otros ponen otras, y así podemos realizar un programa en unas condiciones fantásticas, Las dos partes están muy satisfechas del acuerdo y de los resultados. La recepción de los músicos es buenísima, siempre agradecen la oportunidad de tocar en un escenario tan profesional. Es un acuerdo beneficioso para ambas partes.

En tu opinión ¿Qué repercusión tiene para los músicos ser seleccionados para JazzEñe?

Pues yo creo que los músicos valoran primero el propio concierto, que aunque sea un showcase, aunque sea un concierto de 45 o 50 minutos, tienen mucho público delante. Mucho público. O sea, no es un concierto de un club pequeño, es un concierto en un teatro lleno y con un público muy entusiasta. Que esa es otra de las cosas que tiene el festival de Jazz de Jazzaldia en Donosti. Es un público muy fan del jazz. Se venden las entradas antes de saber quién viene, eso no pasa en muchos festivales. Entonces, es un público entusiasta, que compra discos a la salida de los conciertos. Hay que advertir a los músicos que traigan 50 o 60 discos. Lo primero es que tocan ante un público que les estimula. Y la segunda parte de la historia es que tienen unos invitados internacionales que vienen de diferentes festivales del mundo y tienen un tiempo de encuentro y de intercambio con los músicos para acordar nuevos contratos en otros festivales internacionales, que es el objetivo principal del programa.

¿Cómo se hace la selección?

Pues la selección, bueno, tú lo sabes muy bien porque has estado en el último comité de selección. Es un comité de selección que nombra la Fundación SGAE en el cual siempre hay músicos, siempre hay críticos o gente de los medios, y estamos Miguel Martí como director de Jazzaldia y yo como director de JazzEñe. Entonces, somos impares, cinco votos y primero la SGAE realiza una convocatoria en el ámbito no solo de España sino Iberoamérica, porque es como trabaja la SGAE, la SGAE tiene muchos socios en Iberoamérica, muchos artistas, entonces la convocatoria la hace para todo Iberoamérica. Este año se han presentado 250 proyectos. Los sufridos miembros del comité tienen que escuchar todo con mucha finura y con mucha delicadeza y luego tenemos una sesión de trabajo entre todos en las cuales elegimos, tenemos que elegir solamente 8 de 250, con lo cual eso es tremendo. Es casi casi lo peor de todo el trabajo que rodea a JazzEñe, tomar esa decisión terrible de dejar tantos grupos fuera. Podríamos hacer un festival enorme porque el nivel es alto. También para nosotros, para mí personalmente, por decirlo yo creo que es común a todos los miembros del comité, también aprendemos muchísimo. Tenemos la ocasión de estudiar todos los años más de 200 proyectos de músicos, que de los 200, a pesar de que llevamos toda la vida metidos en el jazz y en el jazz español, a pesar de eso aparecen cantidad de músicos desconocidos de todo el estado español y parte de Iberoamérica. Entonces eso es una experiencia muy gratificante.

¿Cómo es la selección de los programadores internacionales?

Comenzamos antes de tener el programa de músicos, pero tratamos de traer a programadores que estudiando un poco la programación conocemos a muchos, son colegas de otros festivales, nos vemos en reuniones internacionales también. Hay que estudiar el tipo de festival al que representan, lo que programan, para ver si tiene cabida el jazz español. España tiene mucho que decir en esas programaciones.

Este año ha acudido a JazzEñe como invitado uno de los programadores de Jazz Ahead, y el año que viene…

Sí, el año que viene hay un focus en España, en Jazz Ahead, que ha sido promovido por la plataforma Jazz España y en el cual van a participar absolutamente todas las instituciones que tienen programas para el desarrollo de la internacionalización de la música. En torno a esa asociación que hay entre instituciones con el programa de, ¿cómo se llama? Music from Spain, creo que se llama así. Está la Fundación SGAE, está los promotores que es el ICEX, está ECID, está el Ministerio de Cultura, el Instituto Cervantes, etc. Estamos todos unidos para realizar este focus que es bastante importante. Todo eso viene de las conversaciones tanto de la plataforma como las conversaciones de Jazz Ahead con algunas ferias que hay en España como esta misma JazzEñe. Todos esos esfuerzos son coordinados por la plataforma Jazz España. Un programa dedicado a España, Francia y Suiza, porque vamos los tres países unidos y además con la voluntad de que luego esos tres países vayan desarrollando intercambios que nos parece muy interesante. No solamente es la proyección en Jazz Ahead, que es muchísima, es la mayor feria de jazz que hay en el mundo. Es importantísimo que nuestros músicos puedan tener un espacio allí. Se van consolidando cosas de este tipo. También otra en Amersfoort, en Holanda, dedicada a España, con seis o siete grupos. Es una labor de tiempo. Yo creo que cuando empezamos hace diez años estaba todo por hacer en cuanto a lo internacional. Es muy importante que puedan tener un circuito internacional para que desarrollen su trabajo, En cuanto tocan por primera vez un festival, repiten y tienen nuevos contratos, el jazz hecho en España tiene mucho que decir.

Muchas gracias Javier. Ha sido un placer

Gracias a ti

Written by Begoña Villalobos

Septiembre 15, 2024

JazzEñe I Jazzaldia 2024

JazzEñe I Jazzaldia 2024

JazzEñe I Jazzaldia 2024

Donostia- San Sebastián

14

Agosto, 2024

El Teatro Victoria Eugenia a lo largo de un siglo de historia ha sido el centro de la vida cultural de San Sebastián, y está vez, en el mes de julio, no lo fue menos con un aforo de lleno total. Por cuarto año consecutivo el FCC Victoria Eugenia Antzokia es el espacio elegido por el Festival JazzEñe, programa propio de la Fundación SGAE, que en colaboración con Donostia Kultura y el Festival de Jazz de San Sebastián-Jazzaldia59, celebra la décima edición de la muestra de jazz español para programadores internacionales. Jazzeñe es el festival autónomo dentro de la programación de la 59º edición de Jazzaldia, que tiene como propósito dar visibilidad internacional al jazz de origen español presentando ocho proyectos cuidadosamente seleccionados que reflejan el alto nivel creativo. Con un público fiel y entusiasta, Jazzeñe se ha convertido en un escaparate para mostrar el jazz hecho en España directamente a programadores internacionales invitados por la Fundación SGAE, impulsando, de esta manera, sus carreras e incentivando su participación en festivales de jazz internacionales.

           

El festival comenzó con la flautista almeriense Trinidad Jiménez que presentó su último trabajo Eléctrica (2023). En este proyecto, la líder combina elementos del jazz con ritmos de la herencia del flamenco y otras sonoridades contemporáneas. El trabajo de Trinidad Jiménez muestra una amplia variedad de texturas tímbricas y sonoras con elementos electrónicos de la mano de David Sancho al Fender Rhodes y sintetizadores, que aportan una nueva dimensión a su música, junto a Borja Barrueta a la batería. Todos los temas que se escucharon son composiciones de Trinidad Jiménez como Paavera, Mood, Ocre y Azul. Para seguir con seguidillas con composiciones como Plegaria a la duda, Intacto, y acabar con Pentalegría.

Fruto de la experiencia de la residencia artística Focus Year Band en Basilea, el saxofonista y compositor Roberto Nieva graba Empirical Sound (2024), con el sello Underpool. Un disco que lo consolida como una de las figuras emergentes más destacadas de la escena jazzística internacional. El líder presentó el álbum en Jazzeñe con el cuarteto compuesto por Xan Campos al piano, el contrabajista de Sao Paulo Thiago Alves, y Rodrigo Ballesteros a la batería. Todo lo que escuchamos son composiciones originales de Roberto Nieva, con su característico tono cálido y articulación precisa, cada una de las cuales destaca por su complejidad armónica y rítmica, combinando influencias del jazz clásico con elementos contemporáneos. Un trabajo coherente de composiciones cuidadosamente estructuradas, logrando un equilibrio entre los sofisticados desarrollos compositivos melódicos ricos en matices y la improvisación. El repertorio, inspirado en parte por Pablo Neruda, se compone de temas como Two-Dimensioned, el Fuego Diminuto, Interludio es un tema extendido entre dos canciones, Thank you for not coming, terminando con el tema titulado La Ventana de la Ventana.

La segunda jornada de Jazzeñe comienza con el concierto a dúo de la vocalista Mariola Membrives. Vinculada al teatro y al Taller de Musics es considerada una voz innovadora y transgresora de su generación junto con Gonzalo Navarro a la guitarra. Ofrece una propuesta de música de raíz popular española, flamenco, con recursos del jazz. Escuchamos letras recitadas, folklore y coplas de Federico García Lorca, A. Montea, Juan Mostazo, como Zorongo Gitano, El día que nací yo, Anda Jaleo, Ciudad sin Sueño, Nana de Sevilla, Envidia (R. Jiménez / A. Montea), Nostalgia, Veinte Años (Maria Teresa Vera), Ne me Quitte Pas (J. Brel), Cuatro Muleros.

R.S. Basque Faktor. es un quinteto del País Vasco de ritmos electrónicos, música de orquesta y ritmos bailables compuesto por Rubén Salvador (trompeta, flugelhorn), Julen Izarra (saxo tenor), Satxa Soriazu (piano), Aritz Luzuriaga (contrabajo, bajo eléctrico), y Hilario Rodeiro (batería). Presentaron su último trabajo Ecuanimity publicado en 2022, basado en las sensaciones y en las vivencias que el líder Rubén Salvador vivió durante su retiro. Está inspirado en una de las técnicas de meditación más antiguas de la India, Vipassana que significa ver las cosas tal como son, llamado el arte de vivir.

Continuamos con el quinteto de David Sancho que presentó una premier de su trabajo más reciente Mind In Progress, grabado en enero. Con una interesante trayectoria compositiva de calidad, Mind in Progress, refuerza la posición de David Sancho en el panorama musical contemporáneo. Elegantes, versátiles y minuciosos desarrollos melódicos con la profundidad lírica que le caracteriza y una dosis de electrónica. Un proyecto que nos sorprende nuevamente. Está vez con la incorporación del violín de Amara Ríos que junto con las intervenciones solistas de Marta Mansilla a la flauta aportan nuevas texturas y enriquece el sonido global del quinteto. David Sancho al piano y teclado, Jesús Caparrós al bajo eléctrico, un bajista top como Sancho lo definió y Borja Barrueta a la batería, surfero de los platos, bombos y cajas, dice David Sancho. Escuchamos temas como, Mathias, dedicado al trompetista noruego Mathias Eick, Para Karlos, Someone is Gone, Mind in Progress, Loving life.

Seguimos con la sobresaliente propuesta de Juan Saiz y el álbum de título Pindio II (Leo Records), música de experimentación contemporánea repleto de ángulos creativos imprevisibles. Todas las composiciones son de Juan Saiz que en todo momento muestra un despliegue de recursos, y una variedad de enfoques, abstracciones y sonoridades. Con un cuarteto de lujo de excepcional compenetración y expresividad compuesto por Juan Saiz, alternando saxos y flauta, la grandiosa versatilidad al piano del menorquín Marco Mezquida, el francés Eric Surmenian en el contrabajo y Genís Bagés a la batería. El cuarteto abre el concierto con el frenético tema Index Librorum Prohibitorum. El protagonismo y libertad de los solos de Juan Saiz construidos sobre los cimientos del piano de Mezquida en el El Impostor. Para continuar con la abstracción minimalista de Pindio, tema que da título al disco. La sutileza lírica de Aurora. La energía desenfrenada al saxo tenor de Eber, para terminar con los pasajes oníricos y grandiosos de Bellaskos y El Grito. El resultado es un trabajo sobrio con peso específico plagado de abstracciones sorpresivas que actúan como puertas abiertas a nuevos caminos sonoros.

Marcelo Escrich Silent Quartet. El contrabajista argentino Marcelo Escrich presenta su proyecto Chamber Chronicles con Luis Giménez, guitarras, Alberto Arteta, saxos tenor y soprano, Mikel Andueza, saxos alto y soprano. Una amalgama de melodías, ritmos e influencias provenientes del folclore argentino, de grandes maestros como Piazzolla, y de la música clásica.

Martín Leiton Quartet. El contrabajista canario Martín Leiton presenta su último trabajo titulado Caravana junto al saxo Santi de la Rubia, Toni Saigi al piano y Ramón Prats a la batería.  Álbum inspirado en los grandes referentes del jazz como Thelonious Monk, Wayne Shorter y Duke Ellington, así como en las músicas latinoamericanas y en los ritmos y melodías de la música gnawa y tuaregs. El cuarteto comienza con el tema titulado Lio, dedicado a Lionel Messi, para seguir con el frenético tema de esencia bop Upstairs, siguiendo con la balada Friendship. Gimbri es el tema que representa la idea del disco como encuentro entre el lenguaje del jazz y la música gnawa dedicado al instrumento de cuerdas gimbri, para finalizar con el tema Su Vida y Old Devil Moon.

Written by Begoña Villalobos 

Septiembre 14, 2024

Iñaki Saitua Interview Festival de Getxo 2024

Iñaki Saitua Interview Festival de Getxo 2024

Iñaki Saitua Interview

Festival Internacional de Getxo 2024

13

Septiembre, 2024

Texto: Enrique Turpin

Fotos: Pedro Urresti

 

Festival de Jazz de Getxo, 3-7 de julio de 2024.

 

 

 

 

EL DISCRETO ‘HASTA SIEMPRE’ DE UNA INSTITUCIÓN

‘Apurado’ sería un buen epíteto para quien viera a Iñaki Saitua Iruretagoiena por primera vez y le preguntaran sus impresiones al respecto. Si esa persona conociera el catalán, diría que el responsable del Aula de Cultura del Ayuntamiento de Getxo se maneja desde que despierta hasta que regresa a la cama con una expresión ideal a tal efecto; ‘a correcuita’, diría, que viene a significar un estado en el que la prisa reina por doquier: correr y apurarse, que es la lectura antigua y ya desusada para la ‘cuita’ latina, la misma que nos ha legado el cuidado que todavía seguimos utilizando para referirnos al hecho de mantenerse atento y avizor a las contingencias posibles. Tal vez sea incluso mejor decir ‘a correcuita’ que ‘apurado’, pues el omnipresente —y casi omnipotente, lo de omnisciente ya llegará— Iñaki Saitua siempre está haciendo dos cosas a la vez, como son apresurarse y mantener la atención, correr y cuitar, un estado natural para quien ha de manejar con cariño, sabiduría, tesón, diligencia y esmero el Festival de música improvisada con el que se inicia la temporada de festivales de jazz y músicas afines en el País Vasco. El de Getxo ya va por su 47ª edición y llenó de actuaciones la ciudad durante la primera semana del pasado mes de julio.

Ajeno a cualquier atisbo de boato, se nos cita en el Ajuria, un concurrido bar de la Plaza San Nicolás donde entienden y atienden con la sencillez de las cosas bien hechas y mejor dispuestas, tal vez como si el mismo Iñaki quisiera advertirnos de su ética personal y profesional: sencillez y efectividad sin cargar las tintas, que es lo que vendría a ser un maravilloso pincho de tortilla cuajada lo justo, acompañado de un crianza con nobleza contrastada servido en una copa digna del caldo, tapa reconstituyente en cuanto pasa por la boca. No es un símil forzado. Hay cosas que no se pueden hacer mucho mejor, aunque hay que aspirar siempre a afinarlas. Para eso está la experiencia, y de eso Iñaki Saitua sabe un poco.

“Esto empezó de un modo muy humilde”, confiesa acodado en una de las mesas de madera de la terraza del bar. “Corría 1975 y la Organización de Fiestas de San Ignacio se propuso crear un voluntarioso evento de poco presupuesto para vestir con música el Puerto Viejo. Como todas las cosas hechas con entusiasmo y tesón, en cada edición progresábamos un poco, y el encuentro empezó a crecer año tras año, ganando notoriedad y prestigio. He de decir que por aquí –poca gente lo recuerda ya- pasaron en aquellos años iniciales, además de Tete Montoliu, un jovencísimo Sting con su banda Last Exit”, haciendo gala de un jazz à la Weather Report y Return to Forever, dioses en aquel momento.” Y sí, de los frutos de aquel tiempo y de aquella banda a cuatro formada junto a Gerry Richardson llegarían más tarde composiciones como “I Burn For You”, “Bring On The Night”, “Oh My God” y “So Lonely”, pero ésa ya es otra historia. Sólo adelantaremos que pasó diez días en Getxo, actuó con camisa de arrantzale y dio dos conciertos (y pico) bastante accidentados.

La tortilla va haciendo su trabajo reconstituyente y el vino hace progresar la conversación en la tarde estival en la que queda una jornada para poner el broche final al certamen. “Sí, claro, años más tarde el encuentro amateur se convirtió en certamen. Una década más tarde, alrededor de 1985, el Getxo Jazz empezó a adquirir sus señas de identidad al vincularse al Aula de Cultura del Ayuntamiento, lo que dio pie a imaginar la posibilidad de crear un concurso de grupos a nivel estatal, aspecto que se hizo realidad en 1986, y proyectó la resonancia internacional del Festival, en parte por la inyección de dinero que hizo posible que aparecieran por aquí nombres de la talla de Art Blakey, Freddie Hubbard, Mike Stern, Michael Brecker, los YellowJackets, Dave Holland, Winton Marsalis, Michel Camilo o Tony Williams, entre otras figuras que nosotros, chavales todavía, contemplábamos como dioses llegados a la Tierra desde no se sabe dónde.” Ese día actuaba la pizpireta Stacey Kent y en la entrada del Muxikebarri rezaba el cartel de Sold Out. Abrió para ella la banda Nita, grupo liderado por la contrabajista Anja Gottberg, a la sazón ganadores del concurso de grupos de esta edición.

Un espía cazaría rápido a Iñaki, todo él azogue, todo él gestión, todo él bonhomía después del trato continuado en estos cinco días de inmersión musical, cultural y estética. Nada queda al azar, nadie lo imagina, al menos. Él parece haber hecho acopio de energías para llegar a la última jornada en plenitud de facultades. Todavía quedaba la del domingo, que iba a tener de colofón la actuación de Bill Frisell.

Un espía cazaría rápido a Iñaki, todo él azogue, todo él gestión, todo él bonhomía después del trato continuado en estos cinco días de inmersión musical, cultural y estética. Nada queda al azar, nadie lo imagina, al menos. Él parece haber hecho acopio de energías para llegar a la última jornada en plenitud de facultades. Todavía quedaba la del domingo, que iba a tener de colofón la actuación de Bill Frisell.

“Que aparezca James Carter, Kurt Rosenwinkel, Hiromi, Stacey Kent o Bill Frisell ya no sorprende, pues el jazz ya es por suerte un discurso musical internacionalizado y no implica perder nuestro ADN como festival, dado que mantenemos intacto el concurso de grupos de ámbito europeo y además todos los grandes artistas del género un poco despiertos tienen conexiones artísticas fuera de su ámbito natal, haciendo del jazz un lenguaje universal que no atiende a fronteras. Debo añadir que la aparición de jazzmen estadounidenses está condicionada también al entorno en el que progresó el Festival de Getxo, tan cercano en fechas y distancia con el de Vitoria y con el de San Sebastián, que no consideraron en ningún momento vincularse con un origen concreto para programar sus propuestas. Es difícil competir con ellos —proponer alternativas— con ellos tan cerca.  Nosotros seguimos manteniendo las actuaciones de la sección Tercer Milenio, los conciertos familiares, el Concurso de Grupos europeos y, como no podía ser menos, las jam-sessions. Es nuestra marca genética, y no queremos perderla”, dice sin dejar de girar la cabeza a derecha e izquieda, contestando al teléfono con la delicadeza del buen anfitrión que se inquieta por no poder desdoblarse para atender a todos por igual. La responsabilidad es doble, puesto que el año que viene habrá un nuevo responsable en el Aula de Cultura del Ayuntamiento de Gexto. Iñaki Saitua se jubila. Otros tomarán el relevo, pero no será lo mismo. Desde que en 1989 se diera el salto a Europa y el certamen se convierte en el Festival de Jazz Getxo Europa Jazzaldia al anticipar el interés por un jazz variado, de calidad y apenas programado, por lo que resultaba poco conocido. La combinación de artistas consagrados y desconocidos, siempre desde la premisa cualitativa, hará el resto. Getxo afronta la década de los noventa convirtiéndose en el estandarte de una suerte de jazz que no palidece ante propuestas más poderosas con las geografía vasca como marco de referencia.

“Precisamente”, insiste Iñaki mientras le da la vuelta al teléfono para tratar de acabarse el pintxo de tortilla y ese vino resucitador, “la apuesta por el jazz autóctono se mantiene como premisa, así como la grabación de la actuación del grupo ganador del concurso de grupos”. Todavía no sabemos que lo que veamos hoy será con diferencia lo mejor del festival en esta modalidad. Nita se hará con el galardón y el año que viene tendrá nuevo disco para su distribución internacional con la marca de Getxo Jazz como sinónimo de fidelidad y calidad.  Atrás quedan los años de los scouts, las fiestas de Algorta y el tiempo en el que Luis Iturri fue consultado para renovar el ambiente festivo de la ciudad. Se pidió ayuda al Festival de Jazz de Donostia y les apoyaron: los que iban al concurso de grupos aficionados de jazz luego pasaban por Getxo. Poco a poco el festival fue cogiendo aire y la comisión juvenil no pudo con todo, así que se  pidió al Aula de Cultura que se hiciera cargo. Con el advenimiento de los ayuntamientos democráticos surge la figura del responsable de cultura, y ahí fue clave el nombre de Eugenio Gandiaga y, desde hace muchos años ya, el entrevistado, que se jubila en esta edición, no sin antes dejar fijada la programación de 2025. De los Tomasz Stańko, Didier Lockwood o Joe Zawinul a Juan de Diego, Baldo Martínez o Giulia Valle, del joven Sting a deseos insatisfechos. “Tengo la espinita de no haber podido programar a Brad Mehldau, uno de los grandes que Getxo vio crecer en la distancia sin posibilidad de acercarse a su caché”, confiesa un Iñaki azorado porque se acerca el momento de terminar la entrevista. En minutos se abrirán las puertas del Muxikebarri y el espectáculo que iniciaron un grupo de scouts regresará con los sueños de siempre, las entradas agotadas y las ilusiones intactas. Apuramos las copas y brindamos por el porvenir. No siempre se tiene la suerte de tener como responsable de un festival de música a un entusiasta que rezuma bonhomía y sabe lo que cuesta cada céntimo que llega a su, todavía, Aula de Cultura del Ayuntamiento de Getxo. Brindamos al cielo y nos decimos “salud”. Pocas veces fue más sincero un brindis. Nunca antes estuvo tan buena la tortilla. Uno entiende que la felicidad reside en esos pequeños placeres. Ya no hablamos del vino o la tortilla. Se trata de la amistad, esa pequeña alegría que nos depara la vida, ese pequeño placer mundano que nos permite sobrellevar la existencia. Y el jazz. El jazz, siempre el jazz. Que no nos falte nunca. Encaramos la senda que conduce al Auditorio mientras nos decimos en silencio algo parecido a un desplante que también tiene algo de súplica. Ay, Brad, no sabes lo que te pierdes. A todo esto, ¿dónde se metió Iñaki? No hay nada que temer, como ocurre los superhéroes, siempre aparece cuando se le necesita.

Written by Enrique Turpin

Septiembre 13, 2024

47º Festival Internacional de Jazz de Getxo

47º Festival Internacional de Jazz de Getxo

47º FESTIVAL INTERNACIONAL DE JAZZ DE GETXO

08

Agosto, 2024

Texto: Enrique Turpin

Fotos: Pedro Urresti

POR EL TIEMPO QUE NOS QUEDA

Como la ría del Nervión que va a dar al mar, que aquí es el vivir y no el morir, como le gustaba decir al poeta, uno nunca sabe dónde empieza y dónde acaba el trasiego de aguas dulces y saladas, pero hay acuerdo en reconocer que en el margen este del Puente de Vizcaya, en plena ría de Bilbao, se da cada año desde hace cuarenta y siete uno de los grandes festivales de jazz europeos. Como ese transbordador, cada edición busca conectar gentes y querencias para ofrecer un espectáculo estival que va más allá del mero escaparate musical hasta convertirse en un epicentro de vitalidad civil donde lo humanístico encuentra su razón de ser en algo menos de una semana de conciertos y actividades alrededor de la villa de Getxo. Fueron un total de diecisiete conciertos, distribuidos entre los gratuitos y al aire libre de la Plaza de la Estación de Algorta, hasta los que acogió el auditorio Muxikebarri, a los que hay que añadir las jams nocturnas de fin de semana en el Piper’s de Algorta, conducidas por el guitarrista Miguel Salvador y que no hay que perderse si uno desea tener una comprensión cabal de lo que se maneja en este festival tan especial, de los pocos que añade a su programación un concurso de grupos que ya es histórico, no sólo por la acumulación de ediciones, también por la excelencia de los proyectos y por la repercusión internacional del galardón. Quien esto firma sabe que por perderse esas jams debido a una crisis sistémica de sus anginas tiene un pie en la quinta planta del infierno, la que Woody Allen destinaba a carteristas de metro, mendigos agresivos y críticos literarios en Desmontando a Harry (1997). Otro año será.

Lo que pasó el miércoles 3 de julio tiene mucho que ver con quien se presentaba en el escenario del Muxikebarri: tras unos correctos Seada Quartet, desembarcó el James Carter Organ Trio y la fiesta ya no paró hasta el colofón del domingo. El multiinstrumentista de Detroit hizo gala de su fama lúdico-festiva y logró la unanimidad de pareceres. Más allá de sus dotes, reconocidísimas y suficientemente contrastadas a lo largo de los años y los distintos proyectos, lo que pudo escucharse esa tarde memorable fue una explosión de conocimientos y saberes dispuestos para el más puro espectáculo. Un líder solventísimo como Carter, consciente de sus habilidades y mando, no dejó al azar la dinámica del concierto, y mostró que la payasada no está reñida con la excelencia. Hace tiempo que los secretos del viento fueron domados por el joven león que ya peina canas (1969) -es un decir, desde siempre marcó su esfinge pulida, pero no ha perdido las ganas de significarse ni mucho menos las de ofrecer una actuación digna de los grandes. No hay demasiados proyectos que generen afición al tiempo que muestren las osadías a las que puede llegar esta música indómita y universal. James Carter crea escuela de oyentes y fanáticos mientras parece que lo que hace sale con la facilidad con la que se respira. Nada más lejos de la realidad. Lo de Organ Trio viene por la fiereza con la que Gerard Gibbs ataca las teclas del Hammond B3, haciendo que las aspas del amplificador se conviertan en un instrumento más para rendirse, acatar y obedecer los designios del líder. Hay un sometimiento de la voluntad, pero Gibbs también tiene carrera paralela a Carter y no se amilana cuando los saxos (soprano, tenor y alto) del de Detroit piden guerra. Puso al público en pie cuando hizo falta y despejó las dudas a propósito de la solvencia del trío, que esta vez había cambiado a Alex White, el baterista oficial, por un efectivo Elmar Frey nada inconsecuente. La fiesta permitió revisionar composiciones de Django Reinhardt, Lonnie Smith, un funkificado “A flower is a lovesome thing” de Billy Strayhorn, el “Tricotism” de Oscar Pettiford y una mirada oblicua al estándar “Body & Soul”, con guiños a Henry Mancini y Georges Bizet, por si no quedaba claro que James Carter tiene tanto de clásico como de vanguardista, que es lo mismo, porque ya se sabe que todo clásico guarda en su interior la mirada contemporánea con la que afrontar el mundo. No pudo haber mejor inicio de festival, desde luego.

Que Getxo cuida su programa y sus gentes no es simple lugar común. Se trata de un festival que trata de conjugar las voluntades artísticas con las potencias locales y los deseos de los amantes (verdaderos) del jazz con mayúsculas. La ocasión se pintaba propicia para que el jueves 4 apareciera una bomba nuclear que juega la baza de lo popular y lo extraordinario con una incontestable presencia. Nos referimos a la pizpireta Hiromi Uehara (Shizuoka, 1979), una artista que hace del piano un banco de pruebas para su personalidad y que obliga a cualquiera que la tiene delante a hacer un pacto por el que otorgar credibilidad al prodigio que va más allá del mero fuego de artificio. Quiere decirse que el entusiasta del jazz se cuida mucho de los músicos que hablan mucho para decir poco, de esos en los que impera la agrupación de notas sin fuste por el solo hecho de existir pegadas, pero que nada tienen que decir, más allá del discurso apabullante y superfluo. No, Hiromi —iba a decir la joven, pero la japonesa ya tiene en su haber cuarenta y cinco vueltas al sol naciente— conjuga el volcanismo con la sensibilidad, lo que no es óbice para que muestre quién es cuando se deja llevar y, sobre todo, cuando traslada al público su propuesta artística. En esta gira venía a presentar el cuarteto de Sonicwonder con su largo Sonicwonderland (Telarc, 2023), plagado de funk estratosférico, teclados galácticos, improvisación contenida y mucho humor marca de la casa. Mientras el bajo eléctrico de Hadrien Feraud hacía viajar a los tiempos del drum’n’bass en comunión con el todopoderoso baterista Gene Coye, la trompeta de Adam O’Farrill, el nieto pequeño de la saga de los O’Farrill (Chico y Arturo, abuelo y padre) trajo la sensibilidad de la mezcla heterogénea que caracteriza la genética musical de Nueva York. Habían pasado diez años desde que Hiromi recalase en Getxo y vino a demostrar qué había ocurrido en esa década que trajo consigo crisis, pandemias y crecimiento personal, por más menuda que nos siga pareciendo. La destreza técnica se le supone, pero hay hoy intensidad controlada y fuertes dosis de grácil inventiva que la hacen única. De nuevo se trató de un concierto para crear afición y para comprobar que el aburrimiento no cabe en la propuesta de la nipona. Fueron cayendo uno a uno los singles de su último trabajo, como si ese ‘país de las maravillas sónico’ fuera el patio de recreo de una Alicia-Hiromi que no le teme a nada, donde todos los objetos y sujetos son sus aliados cuando se trata de divertirse y divertirnos. “Wanted”, “Polaris”, “Utopia” y el resto de composiciones lograron la unanimidad risueña del público en la hora y media de concierto. Para colmo, el “Bonus Stage” con el que cierra su último trabajo discográfico y que en el Muxikebarri sirvió de bis mezcla el pasacalles second line con los multisaltos del videojuego Mario Bros, por si no quedaba claro de dónde se nutre Hiromi. Los teloneros Flen encendieron la mecha con su jazz escandinavo, pero cuando tras ellos aparece la colorista y heféstica Hiromi al frente de su cuarteto sólo quedan cenizas, aquí de amor correspondido hacia la líder de Sonicwonder. Las seis personas que quedaron para completar el aforo del auditorio todavía deben andar tirándose de los pelos por haberse perdido uno de los espectáculos veraniegos destinado a todas las edades (del jazz).

Al igual que fijar la Casa Consistorial sobre una cancha de frontón aportalada es toda una declaración de intenciones, Getxo tiene a gala ser el estandarte durante casi medio siglo de una suerte de escuela jazzística que tiene su mirada en Europa pero que reconoce a la Norteamérica anglófona como referente indiscutible cuando de cuna genérica se habla. Sí, por el Viejo continente hemos tenido a improvisadores importantes como Bach, Beethoven o Chopin, por poner ejemplos indiscutibles en trasladar una idea al instrumento sin solución de continuidad, pero el jazz nacido en el crisol caribeño bebe de otras fuentes. Éstas fueron las que se arracimaron para que el cuarteto de gala del guitarrista Kurt Rosenwinkel (Filadelfia, 1970) recalara de nuevo en el festival, esta vez acompañado de los cómplices Mark Turner a los saxos, Ben Street al contrabajo y Jeff Ballard en la batería. Venían con el reluciente The Next Step Band (Heartcore, 2024) bajo el brazo, y todos sabemos que el quinto elemento, de haberlo citado para la ocasión, hubiese sido el agigantado Brad Mehldau, pero el pianista ya montó hace nada un homenaje a sus días juveniles con el colectivo prepandémico RoundAgain, que dio nombre también al disco resultante (Nonesuch, 2020; y su secuela en 2021), donde figuraban otros amigos del guitarrista como Brian Blade, Christian McBride o Joshua Redman. Más discreta, pero no menos genial, es la propuesta de Rosenwinkel que vino a presentar ante un auditorio volcado con uno de los líderes generacionales del jazz finisecular, virtuoso y elegante a un tiempo, aunque disperso en intenciones en los últimos años. Que se atreviese con el piano en un par de piezas sin aportar demasiado va en esta línea de desconcierto. Pero cuando agarra la guitarra ya es otro cantar. Cayeron “Zhivago” y “Christmas Song”, luego “Mr. Hope” y “The Next Step”, más el bis de rigor. Puestos a destacar lo mejor de la actuación, no cabe duda de que las artes de Mark Turner siguen intactas, haga lo que haga. Y sí, ha pasado el tiempo para aquellos jovenzuelos, pero quien tuvo retuvo, y la comunión entre el cuarteto sigue intacta, igual que la amistad que los envuelve. En cuanto a Gerard Chumilla Quintet, tercera propuesta del concurso de grupos, el asunto quedó en anécdota, a pesar de las altas expectativas depositadas en el líder, sobre todo tras haber grabado junto a Larry Grenadier y Jorge Rossy. Queda claro que el carisma hay que trabajarlo, aunque dotes parece que no faltan. Al tiempo.

El barrio. Lo importante es el barrio, las gentes. La gente escoge gente para administrar ese quid pro quo que hace del bienestar vecinal una forma de vida amable y justa. Lo demás son zarandajas de ladronzuelos metidos a políticos. Y la política —la civilización desde luego— también es saber echar una pinta en condiciones y servir un buen vino en copa selecta y a precio módico, ajustado a la materia que se ingiere y al bolsillo que se sacude. Getxo, Algorta, Bilbao, paisajes para el disfrute sin atracos. Lo justo es lo bien medido. Lo demás es aprovisionamiento personal con el pasamontañas simbólico de quien pide sin dar apenas nada a cambio. Sé de lo que hablo. Vengo de ahí, de la esquilmación controlada y manifiesta de ciudades capitales pretendidamente modernas. Todos sabemos cuáles son. Lo habrán padecido. Suerte que queda el arte de Stacey Kent para compensar. Lo entendieron quienes agotaron las entradas del recinto para ver un jazz vocal elegante con las estridencias controladas (para eso ya están las letras de las canciones de la cantante de Nueva Jersey (South Orange, 1965), la más cercana a Blossom Dearie, fina en el fraseo y superdotada en eso tan difícil que es construir atmósferas. Al frente de su trío, donde sobresale el toque prístino del pianista Art Hirahara y de “mi mejor amigo, mi esposo”, el saxofonista y flautista británico Jim Tomlinson, que secundó con obediencia e inventiva las interpretaciones de la cantante. Hora y media entre “The Shadow of your Smile” a “Bésame mucho”, con espacio para un scat contenido y clásicos imperecederos en los idiomas en que se siente más cómoda (que no son pocos), “Tango in Macao”, “Les eaux de mars”, “Bonita”, “Coraçao vagabundo”, “Blackbird” o “Postcard Lovers”, con letra del nobel Kazuo Ishiguro y música de Tomlinson. Si la cita vocal obligada en un festival de jazz de estas características merece el recuerdo, la segunda participación en él de la Kent se saldó con nota y con sold out en las 782 butacas, en gran medida por el lirismo de frágil extenuación, como ejemplificaron sus lecturas tan personales del “Ne me quitte pas” de Jacques Brel y “Sur le ciel de Paris” de Edith Piaf. Con excelencia también saldó su actuación el grupo Nita, que reúne un conjunto internacional liderado por Anja Gottberg (contrabajo y composiciones) y la sobresaliente trompeta del murciano Antonio Moreno, un quinteto con sede en Ámsterdam que dio sentido a la competición. Ganaron el concurso con justicia y tuvieron la recompensa de talonear al grupo que cerraba el festival, el majestuoso Bill Frisell Trio.

Con Thomas Morgan al contrabajo y Rudy Royston a la batería (para otra ocasión quedaron sus habituales Tony Scherr y Kenny Wollensen, más en la estela zorniana), el concierto suponía la toma en directo del magnífico largo Valentine (Blue Note, 2020), tal vez la agrupación que mejor se ajusta a las necesidades emocionales del guitarrista norteamericano (Baltimore, 1951). Y sí, la cosa iba de americana, esa suerte de música folclórica en la que lo popular se da de bruces con la inventiva instrumental y el country campa por sus respetos, lo mismo que el jazz heterodoxo y cualquier manifestación en la que resuenen los paisajes estadounidenses, preferiblemente las llanuras (el grupo de Brian Blade Fellowship también recorre esos mismos caminos). Fueron cayendo “Baba Drame”, “electricity”, “Wagon Wheels”, “A flower is a lomesome Thing” (el estándar de Billy Strayhorn que ya le escuchamos la primera jornada al James Carter Organ Trio) y, cómo no, la propia “Valentine”. Desde que llegó a Blue Note, Frisell ha ido añadiendo a su inmensa discografía nuevas vestimentas: a solo (Music Is, 2018) a cuarteto (Four, 2022), lo último con gran orquesta de la Brussels Philarmonic (Oschestras-Live, 2024), pero lo que mejor muestra la inventiva y profundidad de la música de Frisell es este formato que se presentó como cierre del festival en el Muxikebarri para regocijo de los presentes. Digámoslo ya: estuvieron enormes. Sabido es que no siempre la política se ha llevado bien con lo artístico, sobre todo cuando se cae en la propaganda. Pero que el Bill Frisell Trio acabase su actuación con la inmarcesible lectura de “What The World Needs Now Is Love” de Burt Bacharach y Hal David habla de un grupo comprometido y visceral con la realidad circundante. El adoctrinamiento por la belleza es el único que merece ser consentido. Aquí se respiraba belleza por doquier. Eso se nota cuando se traspasa el umbral de la salida del auditorio con el corazón henchido y la mirada brillante, la pupila dilatada en la noche estival y la serenidad de saberse en el lugar correcto en el momento justo. A veces no hay que pedir más. Pero puesto a pedir, como somos el tiempo que nos queda, uno se atreve a demandar a los dioses que le sea concedida tanta dicha musical de primera como la que se arracimó aquella semana de julio en el Festival Internacional de Jazz de Getxo. Confío en ser escuchado. En caso contrario, como también somos pasado y experiencia, esto vivido ya me lo llevo.

Written by Enrique Turpin

Agosto 08, 2024

Vision Festival NYC (2024)

Vision Festival NYC (2024)

VISION FESTIVAL NYC 2024

31

Julio, 2024

Text: Álvaro Torres

Photos: Luciano Rosetti ©Rossetti PHOCUS

From June 18th to 23rd, 2024, New York witnessed the 27th edition of the Vision Festival, a worldwide reference for free jazz and free improvisation, known for its interdisciplinary character by combining music with visual arts, dance, and poetry. This edition, titled “Building Bridges,” paid tribute to double bassist and multi-instrumentalist William Parker, a fundamental pillar of the creative jazz and improvisation scene in New York. Since the 1980s, William Parker and Patricia Nicholson have organized concert series that have gradually consolidated and earned a reputation. Their contribution to improvised music in the Big Apple is widely recognized by both young and veteran musicians.

During the six days of the festival, true legends of the New York scene like Oliver Lake and Cooper-Moore performed, alongside prominent figures such as the German Ingrid Laubrock, Nasheet Waits, Jen Shyu, and James Brandon Lewis. However, the highlight was the tribute for his 100 years to saxophonist Marshall Allen, who led the iconic Sun Ra Arkestra on the festival’s closing night.

The Vision Festival has been held since 1996, and although it has changed venues, it seems to have settled in Roulette, a cozy theater in downtown Brooklyn. I attended the final day, which included five performances.

The night opened with Matana Roberts and her band COIN COIN midAtlantic, a septet that includes saxophonist Darius Jones and pianist Cory Smythe. Matana, who has won several awards including the Doris Duke Impact Award, has an extensive discography. She invited the audience to sing, holding a pedal note over which the group improvised. Her musical quality was evident in every note produced by her alto sax, conveying a special warmth. Additionally, there were emotional memories and dedications to the iconic improvising trumpeter Jaimie Branch, who passed away in 2022.

The night continued with the duo World in a Life, consisting of Thollem McDonas on piano and ACVilla with live video projections. The pianist demonstrated superb technique, great control of sound, and a very percussive approach to the keyboard. His improvisations were accompanied by a live video that, despite some technical problems, effectively complemented the music. Thollem alternated between the piano and electronics, adding different textures.

The third concert of the night was by Isaiah Collier & The Chosen Few, reminiscent of the classic Sonny Rollins Trio, with Nate Reves on bass and a substitute drummer replacing Michael Ode. They started with high intensity, performing several pedal pieces. The bassist’s maturity and solidity were notable, providing a significant composure to the rhythm section. Isaiah showcased his great talent and flow of ideas on both tenor and soprano sax. Over time, he will likely refine his art even more; who knows how far this young prodigy,can go?

 

The penultimate concert was one of the evening’s gems: Watershed Continuum, featuring Rob Brown on alto sax, Steve Swell on trombone, Alexis Marcelo on piano, and Whit Dickey on drums. The combo, led by Rob Brown and Steve Swell, offered a fully improvised set. Their 20 years of playing together resulted in incredible synergy and mutual understanding. They blended perfectly as a section, proposing ideas combatively and making it look like a game. They also assumed the role of accompanists, with highly imaginative textures and backgrounds. Rob’s individual quality was evident in the fluidity of his ideas and the warm sound of his alto sax. Steve, a veteran who never disappoints, regardless of the context, brought creativity and doses of humor to the group, often necessary in music. Alexis Marcelo did an excellent job as an accompanist. His sound and musical background, influenced by Latin jazz and modern harmony, contributed an original mix that worked very well with the group. Drummer Whit Dickey also knew how to let the flow go and follow the initiative of the two horn players. It was a fresh performance that renewed the energy in the room, leaving the audience expectantly awaiting the final concert and grand closing of the festival.

The Sun Ra Arkestra took over an hour to set up their instruments, do the sound check, and get everything ready for the concert. Meanwhile, there was palpable excitement and anticipation among the audience. Attendees browsed the band’s merchandise, as well as vinyl and CDs from Pi Recordings and other labels. Both inside the hall and at the theater entrance, people chatted excitedly about the prospect of a historic night. It was thrilling to witness true veterans of the scene—many of whom have been connected with each other and the Vision Festival—gathered to celebrate this special occasion. Everyone was aware that this might be the last opportunity to hear the 100-year-old Marshall Allen in New York with the iconic Sun Ra Arkestra.

Sun Ra created an important legacy. Initially he worked as a pianist and arranger for the renowned big band of Fletcher Henderson, but in the 1960s he began combining traditional big-band techniques in terms of composition with a more transgressive approach, experimenting with tonality and new textures, and adding fully improvised transitions, something never seen before in that genre.

Additionally, he incorporated Afro-futuristic attire and songs with lyrics about outer space, contributing to creating his own mythology around the group and its leader. It is worth mentioning that this band shares many spiritual beliefs and a lifestyle, to the point that many of its members have lived together since the 1970s in the same house in Philadelphia. Sun Ra had a strict vision of life in society and exerted a great influence on the members of the Arkestra, who live practically as a brotherhood. Their extensive discography includes iconic recordings with major soloists like Pharoah Sanders and John Gilmore, who led the band after Sun Ra’s death. After Gilmore, Marshall Allen took on the responsibility of leading the Arkestra, a role he continues to perform to this day.

Sixty years after its beginnings, this concert was a total display of energy from the first to the last piece. The whole group sounded like a cohesive unit. They played long forms with multiple sections without hesitation at any time. Everything sounded confident, sometimes reinforced by the direction of Knoel Scott, who gave cues from his stand and sounded truly inspired on the alto.

Tara Middleton shone with a spectacular and unconventional vocal recital, sometimes reciting or even playing the role of an accompanist. Another highlight of the night was the incredible pianist Farid Barron, very intuitive and with a deep knowledge of stride, offering several spectacular intros. Additionally, the influence of Sun Ra was clearly perceived, as Barron, without trying to emulate him, captured his sound on the synthesizers, with his characteristic clusters and 360-degree turns.

The ensemble could be described as a perfectly functioning psychedelic party machine. Percussionist Elson Nascimento and drummer Wayne Smith Jr. kept the engine running, as did Tayler Mitchell, very musical with his double-bass lines and constant energy. Perhaps the most impressive aspect of the Arkestra is its vitality and overflowing energy.

As for Marshall Allen, he was excellent. In addition to the alto sax, he performed several solos on a Steiner EVI (Electronic Valve Instrument), which fit incredibly well with the harmonies of more classic pieces. Before the concert, there was a presentation where the entire hall clearly showed respect and paid homage to Marshall. There was a lot of excitement to witness the Arkestra led by one of their major symbols over the last 66 years. The concert ended past midnight, much later than expected. All attendees seemed happy with the closing of a fantastic festival that has greatly contributed to the jazz scene in New York, and with the historic performance of one of the most important avant-garde saxophonists since the 1960s, Marshall Allen.”

Written by Álvaro Torres

Julio 31, 2024

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